Los seres humanos somos capaces de sincronizar nuestros movimientos con los sonidos que percibimos. Esta habilidad es una característica distintiva de las especies que aprenden sus vocalizaciones, como los murciélagos, las focas y los seres humanos. En nuestra raza, incluso los bebés son capaces de hacerlo, con importantes implicaciones cognitivas, pues esta habilidad predice el desempeño en tareas relacionadas con el lenguaje.
Según un estudio realizado por un grupo de neurocientíficos españoles -Joan Orpella, M. Florencia Assaneo, Pablo Ripolles y Ruth de Diego Balaguer- existe una relación entre nuestra capacidad de hablar y nuestra sincronización audiomotora. Este estudio se ha centrado en explorar cómo los movimientos corporales se sincronizan al compás de un metrónomo y de ritmos musicales.
Para ello, cientos de participantes deberían repetir la sílaba "ta" de forma continuada mientras escuchaban un tren de sílabas presentadas rítmicamente a entre 4 y 5 sílabas por segundo. A raíz de esta prueba, la población se dividió en dos grupos: por una parte, los que alineaban de manera automática el ritmo producido al percibido y por otra las que continuaban repitiendo las silabas a un ritmo diferente del que percibían.
La conclusión a la que llegaron es que se trata de una característica intrínseca de cada individuo. Pero no se quedaron ahí y, a raíz de los resultados, se plantearon la siguiente pregunta: ¿reflejan estos grupos cómo se organizan los cerebros de las personas?
Para ello redujeron la muestra 40 personas, dividiéndolos en dos grupos de 20, según el resultado del estudio anterior.
Los resultados de la investigación
La investigación se desarrolló en diferentes fases. La primera de ellas, un estudio de magnetoencefalografía en el que se registraba la actividad neuronal mientras los individuos escuchaban secuencias rítmicas de sílabas de manera pasiva.
Después se les realizó una resonancia magnética para ver posibles diferencias anatómicas en la materia blanca del cerebro, las fibras nerviosas que permiten la comunicación entre regiones distantes del encéfalo. Se descubrió entonces que los participantes con alta sincronía tienen un volumen superior de fibras en las áreas relacionadas con la producción y percepción del habla.
Por último, para ver si la prueba tenía implicaciones en aspectos de la vida cotidiana se llevó a cabo una tarea de aprendizaje de palabras. Fue entonces cuando se dieron cuenta de un resultado sorprendente: a los individuos con alta sincronía les resultaba más fácil aprender palabras nuevas que a los de baja. Una muestra, sin duda, de inteligencia.
Puedes leer el estudio completo aquí.