La prostitución es un ámbito de la sociedad que está muy mal visto. No está regulada y la trata de mujeres y la obligación de estas a prostituirse han hecho que aquellas trabajadoras que quieren usar el sexo como forma de ganarse la vida por iniciativa propia no puedan hacerlo de forma legal. Pero las prostitutas no son las únicas que son rechazadas: el cliente de la prostitución tiene muy mala fama.
Igual que ocurre con las prostitutas, se encuentran estigmatizados, son acusados de usar a las mujeres como meros objetos sexuales, como si fuesen un producto, aunque no se suele preguntar a las propias trabajadoras sexuales qué opinan de estos hombres dispuestos a pagar por mantener relaciones sexuales con ellas.
No hay nadie que conozca mejor a un cliente de la prostitución que la mujer cuyos servicios se contratan. Como explica Ariadna Cases, de menos de treinta años y con más de diez años de experiencia en el sector: "Quien paga manda es un dicho que caducó hace mucho tiempo en este trabajo".
Según explica Cases a El Sextante, el perfil de cliente con el que le ha tocado trabajar es muy diverso: hay viudos, casados, jóvenes, discapacitados, vírgenes... Además, hay algunos que suelen solicitar sus servicios de forma recurrente mientras que otros lo hacen de forma esporádica. También añade que los motivos que llevan a un hombre a acudir a la prostitución son muy diversos: matrimonios sin sexo, promiscuidad, ocio, dificultades para ligar...
Según afirma Kenia García, que lleva ejerciendo de prostituta en España desde 2013, los clientes no buscan únicamente placer sexual, buscan compañía, algo que ellas pueden aportar "Somos personas tan capaces como cualquiera de empatizar, comprender, escuchar y ofrecer".
Mis clientes son personas con las mismas cotidianidades que cualquiera, no son delincuentes y mucho menos violadores. En su mayoría son hombres que respetan totalmente mis condiciones y mis honorarios
No todos los clientes son buenos
A pesar de que la mayoría de experiencias que ha tenido con clientes han resultado positivas, Kenia García afirma que como en todos lados hay cretinos, pero según aclara "como en otros ámbitos, como en el matrimonio...". Para evitar a estos clientes no deseados cada trabajadora tiene sus métodos.
En el caso de Ariadna Cases, lo que hace es personalizar su anuncio y hablar por e-mail con el cliente, haciéndole una serie de preguntas que le permitan hacerse una idea de cómo es: "Cuando ya le conozco un poco y me parece una persona respetuosa, le pido que me llame. Ahí aprovecho para matizar lo hablado por e-mail y si su tono de voz me da seguridad, concerto día y hora para una cita".
En cuanto a Martina de la Terra, con más de 30 años de experiencia en el sector, opina que sus clientes han sido en us mayoría muy correctos y añade que "Cuando la educación y la sensatez están presentes, el feeling surge". Saisei-chan, tras tres años ejerciendo como prostituta, ha confirmado que "en ningún momento se establecen dinámicas violentas ni física ni simbólicamente", aunque hay determinadas actitudes, como que el cliente proyecte su culpabilidad en la profesional, que no puede soportar.
La criminalización de la prostitución
Aunque cada una trabaje a su manera, todas tienen en común que no se consideran objetos sexuales, sino que actúan en forma de agentes sexuales, buscando obtener un beneficio de su sexualidad. Según la prostituta Melisa de Oro: "Quien nos persigue atropella la libertad para decidir sobre nuestros propios cuerpos. El abolicionismo es la policía del sexo. Son fundamentalistas morales disfrazadas de buenas intenciones".
A pesar de que condenan totalmente la trata de personas y la explotación sexual, este no es su caso, ellas ejercen la prostitución de forma autónoma y defienden tanto su actividad como la figura del cliente. Saisei-chan comenta sombre el cliente:
Penalizarle, ¿con qué motivo? Está contratando un servicio que yo misma ofrezco y cuyos límites establezco. No me está violando ni está haciendo nada en contra de mi voluntad. El problema es ese discurso que confunde voluntad con deseo y que, por ende, equipara mi trabajo a una violación. Yo no permito en ningún momento que sobrepase los límites que hemos pactado
Todas las prostitutas que han expresado su opinión al respecto consideran que es necesario que se regularize la prostitución para que puedan contar con unos derechos, unas garantías y unos compromisos.