El periodo que comprendió la Guerra Fría estuvo muy marcado por la rivalidad aeroespacial entre Estados Unidos y la extinta Unión Soviética. En aquellos tiempos, cualquier tipo de idea era válida con tal de que sirviera para superar al rival. Dentro de esas descabelladas ideas entró, y de manera muy seria, la posibilidad de bombardear la Luna. Lo que se propuso la Fuerza Aérea de Estados Unidos fue arrojar una bomba nuclear capaz de provocar una deflagración que fuera visible desde la Tierra.
Este macabro experimento ayudaría a ampliar el conocimiento sobre la Luna, aunque el trasfondo de la operación se acercaba a un motivo más geopolítico que científico: mostrar superioridad ante la URSS. Estados Unidos necesitaba ese empujón de moral y de ánimos, ya que los soviéticos lideraban la carrera espacial con recientes logros de la época.
El proyecto A119
El nombre con el que se bautizó a esta operación fue 'Proyecto A119'. A simple vista no tiene pinta de ser un nombre que de muchas pistas sobre qué trata la operación en concreto, aunque recientemente periódicos y cadenas como The Guardian o la BBC han ido descubriendo detalles sobre la misión. Fue un plan altamente secreto desarrollado en 1958 por la Fuerza Aérea de los Estados Unidos y todos los detalles sobre el estudio fueron entregados por el Dr. Leonard Reiffel, que lideró el proyecto en el año de su creación.
Recordando de nuevo el contexto, la URSS llevaba una ventaja considerable en la Guerra Fría en temas científicos y aeroespaciales. En los inicios de 1958 la Unión Soviética había logrado lanzar con éxito el Sputnik 1, el primer satélite artificial de la Tierra. EEUU tenía todavía muy reciente el fracaso del Vanguard TV-3, bautizado con cierto sarcasmo con el nombre de "Kaputnik".
Pero la medición de fuerzas no solo se reservaba para el ámbito espacial, sino en la demostración de poder armamentístico nuclear. Estados Unidos lanzó la primera piedra en 1952 con Ivy Mike, la primera prueba a gran escala con una explosión termonuclear. Pocos años después, en 1955, la URSS demostró su capacidad para igualar a los Estados Unidos cuando experimentó con su propia bomba termonuclear: RDS-37.
En este contexto de pánico nuclear, la tensión estaba más alta que nunca. Empezaron a correr rumores sobre que la Unión Soviética tenía planteado bombardear la Luna. Ante estas noticias, los Estados Unidos barajaron la viabilidad de que ellos pudieran llevar a cabo este proyecto. A finales de la década de los 50 se creía que la Luna podía acoger vida microbiana, por lo que un experimento de semejante calibre podría ayudar a detectar los organismos.
"EEUU se estaba quedando atrás en la carrera espacial. El objetivo principal de la detonación era un ejercicio de relaciones públicas y una demostración de superioridad", comentó Leonard Reiffel en el año 2000 en una entrevista a The Observer.
"La Fuerza Aérea quería una nube en forma de hongo tan grande que fuera visible desde la Tierra. Obviamente, la explosión sería en el lado oscuro de la Luna y la teoría era que si la bomba explosionaba en el borde, la nube en forma de hongo sería iluminada por el Sol", reconocía el físico en la entrevista.
A pesar de que el proyecto no se llevó a cabo, Reiffel aseguró que la viabilidad de que ocurriera era próxima al 100%. Un misil balístico intercontinental podría haber alcanzado su objetivo en la Luna con una precisión de pocos kilómetros y la explosión habría resultado "técnicamente factible".
Por suerte y viéndolo con perspectiva, el humano no ha llegado a ejecutar planes tan delirantes, aunque la misión de provocar una deflagración atómica estuvo muy cerca de ser una realidad.