Los atentados en Kabul, que dejan al menos 10 muertos y una treintena de heridos, tendrían detrás al Estado Islámcio de Khorasan, según Estados Unidos. Sobre la posibilidad de un ataque al aeropuerto de la capital afgana, el presidente norteamericano Joe Biden ha advertido en los últimos días: "Sabemos que ISIS-K está tratando de atacar el aeropuerto de Kabul y tanto a Estados Unidos como a las fuerzas aliadas". El principal sospechoso de este atentado, sin embargo, es el Estado Islámico de Khorasan, a falta de conocer una reivindicación oficial
Con esta alerta, Biden justificaba la necesidad de acelerar las evacuaciones y la necesidad de retirar a las fuerzas del país cuanto antes. La fecha límite, hasta el momento, se ha fijado en el próximo 31 de agosto, aunque se espera que este viernes sea el último día.
El grupo señalado en este ataque es el Estado Islámico en Irak y el Levante-Khorasan (EIL-J), una filial de Daesh en Afganistán y rival de los talibanes. Al frente se encuentra Shahab al Muhajir, también conocido como Sanaullah, un experto en la guerrilla urbana y cerebro de algunas de las operaciones más sofisticadas. Anteriormente habría estado vinculado a Al-Qaeda, organización que sí simpatiza con los talibanes.
El Estado Islámico de Khorasan se fundó en 2015, en plena expansión del autodenominado 'califato' en Siria e Irak liderado entonces por Abu Bakr al Baghdadi. La organización se nutrió de talibanes desencantados, tanto afganos como paquistaníes, captando reclutas entre los grupos armados de la región.
En 2016, cuando se encontraba en su punto álgido, pudo llegar a tener entre 2.500 y 8.500 combatientes, aunque las operaciones del Ejército de Afganistán y la coalición internacional llevaron a mermar la cifra a finales de 2019 a entre 2.000 y 4.000.
La organización ha perdido a seis líderes entre 2015 y 2021: cuatro por bombardeos y los dos últimos por detenciones. Cinco de los seis líderes de la organización han sido paquistaníes y otro un desertor de los talibanes.
Ha reforzado posiciones
A pesar de la merma experimentada, el grupo ha sabido instalarse en otros puntos, incluido Kabul, a través de células durmientes. El último informe del equipo de análisis y vigilancia de la ONU para sanciones contra Al-Qaeda y el Daesh, del 22 de julio, señala que el grupo "ha reforzado posiciones en Kabul y sus alrededores, donde comete la mayoría de sus atentados, dirigidos contra minorías, activistas, empleados del Gobierno y personal de las Fuerzas Nacionales de Defensa y Seguridad Afganas".
El grupo reivindicó el atentado del 8 de julio, donde murieron 10 trabajadores humanitarios dedicados a la retirada de minas de combate, y resultaron heridos otros 16. Además, está reclutando nuevos miembros y entrenando a partidarios para recomponer sus filas. Especialmente, entre talibanes desencantados con el rumbo de este movimiento que ahora se ha hecho con el control de Afganistán, en especial por el asunto de las evacuaciones, que muchos no contemplan.
Las estimaciones sobre la fuerza de este grupo varían según la fuente. Un estado miembro los cifra entre 500 y 1.500 combatientes, pero otro apunta a que podría llegar a alcanzar los 10.000 a medio plazo. Sus ataques han ido contra las autoridades, pero también contra minorías como los hazara o chiíes. El grupo también ha intentado boicotear las conversaciones entre los talibanes y Estados Unidos.
Ahora, con la llegada al poder de los talibanes, el Estado Islámico de Khorasan considera que se trata en realidad de una "falsa victoria", como ha indicado en un editorial de la revista Al Naba, publicada por el grupo. "Estados Unidos ha instaurado el Gobierno de los talibán y le concedió Kabul sin disparar un solo tiro", señala.
Se espera que este grupo pueda convertirse en un elemento de inestabilidad en Afganistán, puesto que tiene la intención de torpedear la acción de gobierno de los talibanes, sobre los que pone en duda su intención de aplicar la sharia.
