La vida de Sandra se podría asemejar a la de cualquier animal en cautiverio. Nació en 1986 en un zoológico de Rostock, en Alemania, y después de que su madre la rechazara y crecer en soledad, a los 9 años fue vendida a otro zoo en Buenos Aires. Allí tuvo una bebé de la que también renegó. Como su madre, Sandra no tiene instinto maternal, por lo que actualmente permanece sola en su rincón del Europarque de Buenos Aires.
Pero la vida de esta orangutana empezó a cambiar en 2014, cuando la Asociación de Funcionarios y Abogados por los Derechos de los Animales (AFADA) consideró que Sandra vivía en una situación intolerable al estar "encerrada en una caja de cemento". Representados por el abogado constitucionalista Andrés Gil Domínguez, la asociación acudió a los tribunales para reclamar que Sandra dejara de ser considerada como "cosa" u "objeto", tal y como establece el Código Civil y Comercial argentino.
Un año después, en marzo de 2015, el asunto llegó al Juzgado Contencioso, Administrativo y Tributario número 4 de la Ciudad de Buenos Aires, dirigido por la juez Elena Liberatori. Y en ese momento, además de iniciarse una sentencia nunca antes vista, empezó a gestarse también una peculiar relación afectiva entre una juez progresista y habituada a la polémica y una orangutana solitaria y, según sus cuidadores, crónicamente deprimida, tal y como han relatado a El País Semanal.
La jueza amiga de una orangutana
Liberatori hizo de Sandra una amiga más. Cuando comprobó que era necesario hacerle un chequeo médico muy minucioso, permitió que se lo hicieran los mejores especialistas. No le soltó la mano en ningún momento del proceso médico. "Estudié leyes para defender a los inocentes y no hay nada más inocente que un animal", explica la juez.
Tras desatar la polémica y después de leer y estudiar pormenorizadamente todos los detalles, leyes y casos similares; Liberatori tomo una decisión que sorprendió a todo el mundo. Fue el 21 de octubre de 2015 cuando emitió la sentencia de que Sandra había sido reconocida como "sujeto de derecho", que no "objeto", por lo que se ordenó al gobierno de la ciudad de Buenos Aires, que era el propietario del zoológico en el que la orangutana vivía, que garantizara al animal "las condiciones naturales de hábitat y las actividades necesarias para preservar sus habilidades cognitivas".
Definitivamente, y a pesar de que la Fiscalía no lo puso nada fácil, Sandra quedó reconocida como persona no humana, y se le concedió el recurso de habeas corpus. Este es el procedimiento por el que cualquier detenido puede exigir comparecer ante el juez para que se determine sobre la legalidad de su privación de libertad.
Sandra consiguió su libertad
En estos momentos, también en el zoo de Buenos Aires habían empezado a cambiar las cosas y en 2016 se convirtió en un ecoparque. Pero Sandra se empezó a quedar sola por el traslado de animales. Y su tutora en la práctica, la jueza Liberatori, decidió que la orangutana debía pasar el esto de su vida en un lugar donde tuviera la libertad que necesitaba. Tras muchos recursos, audiencias y debates y, sobre todo por la oposición del gobierno de Buenos Aires, propietario de Sandra, finalmente se consiguió su libertad.
Ahora se están preparando todos los requisitos para realizar su traslado en las mejores condiciones: presupuesto, permisos, y garantías para que Sandra pueda vivir en libertad en el Center for Great Apes de Florida. Mientras tanto, Sandra está esperando tranquila, recibiendo los mejores cuidados, y toda la atención de las personas que más la quieren y acompañan.