La peor pandemia de la historia reciente ha dejado en España más de 28.000 muertos y una crisis económica y social todavía difícil de predecir. Tras varias semanas de estricta cuarentena, podríamos pensar que España había aprendido la lección para mantener al coronavirus a raya. Sin embargo, menos de un mes después de entrar en la "nueva normalidad", España ya vive el peor rebrote de coronavirus de toda la Unión Europea.
Alemania, Francia, Portugal,... casi todos los países de nuestro entorno han tenido sus brotes, pero han logrado contenerlos con medidas localizadas. Aquí, sin embargo, los brotes son numerosos y, en algunas zonas como Lleida o Barcelona, completamente descontrolados con transmisión comunitaria, dando lugar a nuevas restricciones.
Aglomeraciones, no usar mascarilla, reuniones familiares descontroladas,... muchos pueden ser los motivos que expliquen la situación, pero desde Los Replicantes vamos a fijarnos en los tres motivos políticos que explican este desastre.
1 Se dejaron de hacer tests
Si en algo coinciden los expertos es en la necesidad de hacer tests continuamente para controlar la Covid-19. Con muchos casos asintómaticos o con síntomas leves, cuando mayor número de tests se hagan, más posibilidades habrá de detectarlos y controlarlos.
Es un esfuerzo que han perseguido casi todos los países del mundo, y en el que siguen haciendo avances... salvo España.
A primeros de mayo España realizaba 0,95 tests por millar de habitantes, frente a los 0,58 de Alemania o los 0,76 del Reino Unido. Estados Unidos estaba en 0,71. Dos meses más tarde, el 1 de julio, la realización de tests en España caía casi a la mitad: a 0,54 tests por millar. Mientras, Alemania había elevado su capacidad a 0,82 tests por millar, el Reino Unido a 1,39 y Estados Unidos a 1,87.
A primeros de junio, en plena fase de transición, España comenzó a dejar de hacer tests como puede verse en el gráfico adjunto. Aquí sigue siendo imposible someterse a un PCR voluntario como en muchos países que han logrado controlar el virus, donde basta con ponerse a una cola o pedir cita previa mediante una app. La dejadez es tal que muchos ciudadanos tienen que recurrir a tests privados ante la negativa de conseguir uno público.
2 Entre la descoordinación y la falta de rapidez
Si importante es realizar los tests, también lo es conocer los resultados con eficacia para tomar las medidas oportunas y controlar la cadena de transmisión lo antes posible. Esto es básico y España, en lugar de ir mejorando desde que comenzó la pandemia, ha ido dando pasos atrás, sumidos además en un descontrol entre Gobierno y Comunidades Autónomas.
Y es que el coronavirus no entiende de fronteras, partidos políticos o calendarios. Sin embargo, si el sistema de salud te realiza un PCR un jueves por la tarde, es posible que no conozcas el resultado hasta entrado el lunes, como poco. Días festivos donde los contactos de un posible infectado continúan haciendo vida normal y contagiando.
Para muestra un botón, la Comunidad de Madrid notificó el 15 de julio un brote producido en una reunión familiar el día 4 de julio, 11 días antes. Durante esos 11 días la mitad de los asistentes habían viajado en tren y avión dejando un reguero de 61 contactos en regiones como Galicia, Castilla y León, País Vasco, Cataluña o Andalucía.
Alemania, con una mayor agilidad a la hora de testear y obtener resultados, le ha bastado con poner en cuarentena fábricas o edificios individuales para contener sus brotes.
España es, además, uno de los pocos países del mundo que, entrados en la nueva normalidad, ha dejado de difundir datos de la pandemia en fines de semana, como si el coronavirus se fuese a descansar sábados y domingos.
3 Faltan rastreadores
Si después de realizar pocos tests y tardar más de lo normal en conocer los resultados fuera poco, llegamos al tercer punto que explica la actual situación: faltan rastreadores. Como hemos visto, el retraso en obtener resultados hace que, cada día que pase, la cadena de contactos a rastrear crezca considerablemente. A esto hay que sumarle la falta de medios humanos para hacer esos rastreos, que muchas veces se quedan sin hacer.
Las Comunidades Autónomas tienen transferidas las capacidades para realizar estos rastreos. Muchas de ellas prometieron reforzar su plantilla de rastreadores para poder pasar de fase, pero lo han ido dejado o esperaban a realizarlo en otoño, pensando que el virus daría tregua en verano.
Las Comunidades no sólo eligen el número de rastreadores, también sus perfiles, si tienen que tener formación médica o simplemente administrativos. Una falta de criterios uniformes que afecta al correcto seguimiento del virus porque, como hemos visto, un brote en Madrid acaba dejando contactos por casi todo el país.
Valencia, por ejemplo, tiene más de 1.000 rastreadores para los 256 casos registrados en los últimos 15 días. Madrid, en cambio, solo cuenta con 126 para 596. Y Cataluña con 300 para casi 5.000 casos. El trabajo del rastreador es largo y complicado. Primero, tiene que entrevistarse con el infectado y retrazar todos sus pasos de días pasados, analizar con cuántas personas entró en contacto y durante cuánto tiempo. Luego debe localizar a esas personas y realizarlas los tests, algo que no es sencillo ni rápido.
Su trabajo es, sin embargo, fundamental para contener los brotes y una contratación muy rentable que, sin embargo, no se ha realizado lo suficiente.