Según el último informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) de Naciones Unidas, España repite por segundo año consecutivo como la mayor consumidora de ansiolíticos, sedantes y pastillas para dormir.
Las pastillas más recetadas son alprazolam, diazepam, lorazepam y oxazepam. Tranquilizantes e hipnóticos que se suelen preescribir en consultas medicas para tratar casos leves de ansiedad, insomnio y trastornos emocionales.
No ha sido solo desde la pandemia. En 2019 el país ya había sido líder en uso de tranquilizantes, acompañado por Hungría. El consumo estaría en ese momento por encima de las 50 dosis al día por cada mil habitantes. Dosis que en 2021 ascendió a 93,04 dosis. Hasta 2019 el consumo estaba catalogado como estancado hasta el incio de la pandemia, que subió casi seis puntos en total.
¿Por qué España?
A pesar de ser la mayor consumidora, no produce los fármacos que proporciona. A España le siguen Bélgica, Portugal, Israel, Montenegro y Hungría. Holanda o Gran Bretaña registran un uso de las benzodiazepinas hasta siete veces menor que nuestro país.
¿Dónde reside el problema? En la atención psicológica española. En el Sistema Nacional de Salud de España hay una ratio de entre 5 y 6 psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes. Algo que se halla muy lejos de los 18 que hay en otros países del entorno de la Unión Europea.
Estamos en un momento en el que la Atención Primaria se encuentra saturada, con falta de recursos, y con largas listas de espera para especialistas. Un paciente que tenga que ser dirigido por su médico de cabecera a un psiquiatra puede tardar semanas o meses en recibir una cita.
Fernando Chacón, vicepresidente del consejo general de la psicología, cree que la ratio del consumo en España obedece a que aún no se ha incluido la psicología clínica en la cartera de servicios del sistema público de salud, algo que únicamente han hecho algunas comunidades autónomas pero con programas experimentales y eventuales. Asimismo, pone en llamada la falta de personal psicológico.
Chacón opina que lo que se debe hacer no es limitarse a la administración de psicofármacos, sino a saber lidiar mejor con el estrés y enseñar técnicas que mejoren la salud mental en general. Mejorar las habilidades sociales y aprender a conocernos mejor, puede ser clave para bajar el ratio y reducir el elevado consumo de pastillas y relajantes.
La pandemia, punto de inflexión para la salud mental en España
Marzo de 2020 marcó un antes y un después en la vida de miles de personas. La adaptación a la vida con el Covid no fue nada sencilla, y con el confinamiento, el problema no dejó de agravarse. Según la Confederación Salud Mental España, el 20 % de las personas que han padecido Covid se han enfrentado por primera vez a un diagnóstico de salud mental como depresión, ansiedad o estrés.
Además, con las consultas sobrepasadas con pacientes, todo se hizo más cuesta arriba y miles de españoles diagnosticados con ansiedad, depresión o insomnio, recibieron recetas con el objetivo de "curarlas".
Estudio Benzored sobre reducción del uso de benzodiazepinas
Caterina Vicens forma parte del grupo de Utilización de Fármacos de la SEMFYC y lleva desde 2005 trabajando en una investigación sobre reducción del uso de benzodiazepinas. Benzored se lleva a cabo en Baleares, Catalunya y Comunidad Valenciana. Mediante visitas de seguimiento y entrevistas individualizadas, el estudio concluyó con una reducción del consumo de benzodiacepinas del 45% en el primer grupo intervención y del 45,2% en el segundo grupo de intervención.
Con los resultados de ese estudio sobre la mesa, Vincens reitera que Atención Primaria necesita más tiempo para atender a sus pacientes: "Las consultas de cinco minutos no favorecen que se reduzca la prescripción de estos medicamentos, la presión asistencial favorece la medicación". Resalta la importancia de explicar al paciente que el uso de los medicamentos debe ser puntual y temporal, pues sino se generará resistencia al fármaco y adicción. "Hay gente que lleva tomándolas 20, 30 años, y es muy difícil retirárselas", comenta Vicens.
El abuso de estos fármacos hace que, tras un tiempo prolongado consumiéndolos, estos pierdan su efecto. Además, los pacientes experimentarán un efecto rebote en cuanto dejen de tomarlas, teniendo síntomas de abstinencia con sensaciones similares a la razón por la que se les fue recetado en un principio.