El conflicto entre Ucrania y Rusia ha desatado las alarmas en la producción y suministro del aceite de girasol. Aunque lo cierto es que en nuestro país se consume más aceite de oliva que de girasol, este ha conseguido convertirse también en un producto básico en todas las cocinas españolas.
Según el Ministerio de Agricultura, en 2019 en nuestro país se produjeron 773.787 toneladas de este producto y, aunque esta cifra es bastante alta, gran parte de la producción de aceite de girasol la importamos de países como Ucrania y Rusia precisamente. En 2020, por ejemplo, nuestro país exportó aceite de girasol por valor de 21,42 millones de euros, aunque importó 458,62 millones.
La pregunta por tanto es, ¿por qué necesitamos importarlo si aquí también se produce en gran cantidad y su uso es inferior al del aceite de oliva? Para empezar, lo cierto es que el aceite de girasol está más presente en nuestras vidas de lo que nos imaginamos.
Primitivo Fernández, director general de la Asociación Nacional de Industriales Envasadores y Refinadores de Aceites Comestibles (Anierac), expone que los datos que ofrece el Ministerio de Agricultura son solo los datos del consumo en hogar. Según las estadísticas internas que recopila este organismo, sólo sus empresas asociadas embotellaron 292 millones de litros el año pasado: "Vamos a ser optimistas y digamos que hay 350 millones de litros, es el consumo en botella, envasado. Pero luego está el consumo de la industria alimentaria, las conserveras, las patatas fritas, bollería, tomate frito, mayonesa...", explica.
"Además, este consumo en los últimos años ha aumentado bastante tras la crisis del aceite de palma. Muchas industrias alimentarias han sustituido palma por girasol. El consumo ha pasado a ser de girasol", asegura.
El precio
El otro gran motivo es el precio. El aceite de girasol no hay denominaciones de calidad certificadas (DOP o IGP), por tanto no hay consejos reguladores, como sí sucede con el de oliva. Tampoco hay la obligatoriedad de registros de comunicación de producción y movimientos a la Agencia de Información y Control Alimentario (AICA).
A eso hay que añadir el precio de la mano de obra, como sucede con otros cultivos. "La calidad en el cultivo y la seguridad alimentaria de los campos de girasol, y el sueldo de lo que le pagan a los agricultores en otros países como Ucrania o Rusia no es igual que en España. Nuestra producción es más cara. Lo que harán es combinarlo con otras grasas vegetales", apunta a laSexta Pablo Amate, presidente de la Academia Internacional Oleogastronómica.
No producimos tanto como Ucrania o Rusia
Así, nuestro país es una de las potencias mundiales en cuanto a la producción de este aceite, pero no llega al nivel de Ucrania y Rusia, los dos países líderes en su producción a nivel global.
Para que nos hagamos una idea, en Ucrania se producen 4.400.324 toneladas de producción de aceite de girasol cada año mientras que en España se producen alrededor de 300.000 toneladas, una cifra que hace que con el cultivo nacional solo se llegue a cubrir algo menos de la mitad de la demanda.
"Importamos porque no tenemos cultivo. Además, la política agrícola común (PAC) establece que hay que dejar unas tierras sin cultivar y las últimas políticas van encaminadas a que una parte importante de la superficie se dedique al cultivo ecológico, pero tiene un inconveniente, que el rendimiento es menor. Quizás conviene aplazarlas", opina Primitivo Fernández.