La semana laboral universal de cinco días se introdujo ya a principios del siglo XX y ha definido desde entonces la rutina diaria y semanal de todos los trabajadores. Esta tradición podría cambiar en cualquier momento, pues en Reino Unido ya se debate, con gran interés, la causa por la semana laboral de cuatro días.
El Gobierno de Escocia, liderado por el Partido Nacional Escocés (SNP) planteará la inclusión de esta reducida jornada semanal en su programa electoral. También John McDonnell, el segundo Ministro de Economía británico en la sombra del Partido Laborista, se ha proclamado un abierto defensor de esta medida.
La discusión es real. Ya se ha encargado un estudio sobre su viabilidad económica que ha manifestado su validez en la esfera política, y también en la esfera empresarial. The Guardian ha revelado un amplio número de compañías británicas que ya se han planteado la aplicación de la "semana corta".
Entre los motivos que defienden los precursores de la medida está el aumento de la productividad entre los trabajadores. Evidencian que la sobrecarga de trabajo afecta negativamente al rendimiento de los mismos, y que en la mayoría de los países no existe una relación entre el mayor volumen de horas y una mayor productividad.
Empleados más felices
La empresa neozelandesa Perpetual Guardian realizó el experimento y los resultados obtenidos concluían que el volumen de empleados satisfechos con su conciliación de la vida familiar y personal aumentó en un 24%. Además, el estrés laboral se redujo un 7% en toda la plantilla y la satisfacción con su trabajo aumentó un 5%.
La efectividad de la medida no es del todo segura, pues algunos trabajadores sufrieron repuntes de estrés durante periodos laborales con mayor carga, y se llegaron a romper las reglas del experimento para poder llegar al objetivo de tareas extra. A pesar de que la productividad no cayó, tampoco aumentó de manera significativa, pero sí se puede concluir que los trabajadores fueron más felices.
Evidentemente, el impacto de la medida depende mucho del contexto del sector en el que se encuentre cada empresa, y puede no funcionar para todas ellas. Al respecto, sus defensores acuden a otros argumentos, como el medioambiental. Según ellos, reducir la jornada semanal a cuatro días permite ahorrar en la factura de la luz y en las emisiones generadas por el transporte diario de los trabajadores.
A pesar de todos los motivos, no todos los estudios califican la medida como favorable para la salud del empleado.