Cuesta creer que en pleno siglo XXI y cuando estamos a un suspiro de tocar con nuestras propias manos inventos dignos de la mejor obra de ciencia ficción, sigan existiendo comportamientos humanos -por calificarlos de alguna manera- que no deberían extenderse fuera de los límites de una cruenta novela del género de terror.
Sin embargo, y lamentablemente, muchas veces la realidad supera a la ficción, y nos encontramos en un mundo en el que convivimos con la más extrema pobreza, y con un término que más bien parece rescatado de las costumbres de otra época: esclavitud. No obstante, y aunque muchos vivamos ajenos a esta realidad que asola a gran parte de la población mundial, la esclavitud es un hecho. Y un hecho que está muy lejos de extinguirse. Esta semana se ha publicado el índice de esclavitud global elaborado por la fundación Walk Free, y cuyos resultados, lejos de resultar alentadores, invitan a cuestionarse un poco más la dimensión de la moral humana.
Como resumen del estudio y dato significativo que recoge la situación de la esclavitud en el mundo hoy por hoy, cabe destacar que se estima que alrededor de 45,8 millones de personas se encuentran en situación de algún tipo de esclavitud moderna (así denominada por Walk Free) en 167 países distribuidos a lo largo y ancho de la geografía de nuestro planeta.
Dentro de la denominación que hace la asociación se incluyen como formas de esclavitud moderna la trata de seres humanos, los trabajos forzosos, la servidumbre por causa de deudas, los matrimonios forzados y la servidumbre o la explotación sexual. Lastres de una sociedad que sin embargo no hace todo lo que está en su mano para solventar esta alarmante situación.
Es este uno de los puntos clave donde más hincapié hace el tratado publicado por Walk Free, donde reivindica los derechos de las personas que cargan sobre su espalda con el peso de la esclavitud. Una protesta que es casi más un ruego a aquellos países que podrían luchar por acabar con estas injusticias pero que, sin embargo, deciden apartar cómodamente la mirada hacia otro lado.
El 58% de la esclavitud mundial (aproximadamente 26,5 millones de personas) está concentrada únicamente en 5 países: India, China, Pakistán, Bangladesh y Uzbekistán. Y aunque se trata del país más hermético del mundo y las pocas cifras que consiguen escapar de sus fronteras son de todo menos irrefutables, Corea del Norte parece situarse a la cabeza de los países con mayor proporción de esclavos.
Por una vez España se sitúa a la cabeza de una lista de la que no tiene que avergonzarse, encontrándose entre las primeras posiciones del ranking de países que más empeño ponen en erradicar las situaciones de esclavitud. En esta cumbre de buenas intenciones se encuentran también Reino Unido, Suecia, Estados Unidos, Australia y Noruega, liderados por Países Bajos que ostenta la admirable primera posición.
Si tomamos como referencia las medidas contra la esclavitud que toman los países respecto a su producto interior bruto, nos encontramos que son los países de Filipinas -a la cabeza- seguido por Georgia, Brasil, Jamaica, Croacia, Montenegro, Macedonia, Moldavia y Albania, los que realizan mayores esfuerzos por acabar con la esclavitud, si bien es cierto que no disponen de tantos recursos como otros países más ricos, lo cual hace todavía más destacable la importancia de su actividad.
Pero pese a los esfuerzos que realizan, en mayor o menor medida y dentro de sus posibilidades, nos encontramos por contraposición los países contra los que van dirigidas las duras críticas recogidas en el estudio de Walk Free. Países que permiten -e incluso alimentan- la esclavitud. En esta zona nada recomendable se sitúa de nuevo a la cabeza Corea del Norte, liderando a otro tanto de países que poco -o nada- hacen por acabar con la esclavitud: Irán, Eritrea, Guinea Ecuatorial, Hong Kong, República Centroafricana o Papúa Nueva Guinea son algunos de los ejemplos de los menos implicados en la causa.
Y si por un lado teníamos a Filipinas y compañía optimizando recursos y aunando esfuerzos para revertir esta situación de esclavitud, nos encontramos ahora con su alter ego del lado de las sombras, con un listado de países que, pese a la riqueza de su producto interior bruto, no se han tomado la molestia de tomar medidas para abolir la esclavitud. Hablamos ahora de países como Qatar, Singapur, Arabia Saudí, Bahréin, Omán, Kuwait o Japón, en los que la esclavitud está a la orden del día y no parece ocupar un puesto relevante en la lista de preocupaciones gubernamentales.
Lamentable panorama el que nos presenta el estudio de Walk Free, que pese a haber reducido el número de personas que sufren de esclavitud en una nada desdeñable cifra de 10 millones en comparativa con el estudio de 2014, sigue sin ser una perspectiva deseable -ni siquiera aceptable-. Se trata de un problema real cuyas soluciones no parecen más que utopías en un mundo devastado donde ya nadie se cree los cuentos con finales felices. La esclavitud, esa línea argumental pasada de moda pero ni mucho menos extinta donde los antagonistas nacen en aquellos que, teniendo en su mano el poder para cambiar las cosas, eligen acostumbrarse a un mundo plagado de penurias humanas.