Después de muchos meses de preparativos, preselecciones y eurodramas varios, este sábado 11 de febrero vuelve a Televisión Española uno de los espacios que más controversia generan de la cadena pública. Tan solo unas horas nos separan de conocer al próximo representante de España en Eurovisión 2017, y seis jóvenes artistas se juegan su pase al Festival europeo: Maika, Mario Jefferson, Manel Navarro, Leklein, Mirela y Paula Rojo.
Uno de ellos se convertirá a partir de este fin de semana en el centro de todas las miradas, y su canción, probablemente en la más escuchada en nuestro país en los próximos meses. Aunque ya hay muchas apuestas sobre lo que ocurrirá el próximo sábado en Televisión Española, lo cierto es que no es la elección del cantante lo que más preocupa a muchos de los fieles seguidores del formato.
Se aventura una gala que, cada año, acumula detractores por la supuesta improvisación y mala gestión de la organización de la cadena pública. Una gala que peca, normalmente, de aburrida y falta de entusiasmo, que amontona errores técnicos y fallos de sonido, y que no deja en buen lugar a nuestra candidatura, por no hablar del flaco favor que le hace a los artistas que por ahí han pasado jugándose uno de los momentos más importantes de sus vidas.
La insuficiencia de medios técnicos
Una de las críticas que más se repiten cada año es la cuestionable calidad técnica del programa, que deja mucho que desear teniendo en cuenta que se trata de una gala previa al gran show que supone Eurovisión. Y es que hay que tener en cuenta que el target al que va dirigido el espacio es un grupo de espectadores muy exigente, acostumbrado a grandes shows musicales que se alejan, en todos los sentidos, de los intentos de TVE por ofrecer un producto de calidad y que merezca la pena.
Se habla, entre otras cosas, de escenarios minúsculos y sin recursos suficientes para hacer brillar las actuaciones de los candidatos. Se cuestionan los medios técnicos con los que cuenta nuestra cadena pública, los juegos de luces y las pantallas que acompañan a las actuaciones, la producción del formato y los grafismos anticuados y poco llamativos, así como los fallos de sonido que estropean las interpretaciones de los candidatos y que hacen de la gala más un intento que un logro.
La consecuencia directa de tener unos medios insuficientes es la petición por parte de la organización a los candidatos de preparar una puesta en escena humilde, sin demasiados artificios y no muy elaborada. Una petición que ha salido a la luz y que nada ha gustado a los verdaderos eurofans, a pesar de que no suponga, por desgracia, una verdadera sorpresa.
La duración de la gala
La duración del programa es otra de las críticas que más se repiten, pues se acostumbra a alargar el espacio hasta altas horas de la noche sin ninguna necesidad de hacerlo. El motivo principal existente para no estirar de más el programa es, básicamente, que nos encontramos ante una cadena que es pública y que carece de bloques publicitarios. El hecho de ser pública tiene como consecuencia que debe velar por la necesidad de conciliación de sus espectadores, por lo que los productos que ella emita deberían contar con una hora de finalización sensata.
Por otro lado, la máxima preocupación de la cadena no debe de pasar por alcanzar cuotas de pantalla superiores a las de sus competidores. Si bien es obvia la necesidad de obtener buenos resultados de audiencia, también lo es el hecho de que Televisión Española debería estar más orientada a producir programas de calidad en todos los sentidos, más allá de ser o no la primera opción de los espectadores. Es por ello por lo que carece de sentido igualar la duración del prime time con las cadenas privadas con la intención de emparejar la lucha por la audiencia.
Una duración extrema lleva, como consecuencia, una falta de dinámica en el programa y un agotamiento por parte del espectador, que no disfruta de la adrenalina que debería de suponer un show musical, en directo; que sirve, además, para elegir a nuestro representante en Eurovisión. Aunque, a pesar de los errores del pasado, parece que este año RTVE ha tomado nota de lo sucedido en anteriores ediciones y ha reducido la gala a setenta minutos, algo que agilizará el proceso de selección y que, seguro, hará de la gala un espacio mucho más dinámico y entretenido que los espectadores agradecerán.
Falta de innovación y compromiso
A una gala larga hay que sumarle la falta de innovación que caracteriza al espacio cada año, a pesar de sus intentos por introducir elementos nuevos en cada edición que no sirven más que para confirmar que hace falta un buen lavado de cara del formato. La falta de ilusión por parte de la organización de Televisión Española queda patente en los meses previos a la gran final del Festival europeo, que se añade al secretismo que envuelve cada año los preparativos previos.
Un secretismo que, en esta ocasión, ha culminado en la decisión de no presentar ante la prensa y los medios de comunicación el anuncio de la celebración de la gala preselección, como viene siendo habitual cuando Televisión Española opta por no hacer una selección interna del representante español. En definitiva, una serie de decisiones que no se entienden y que terminan por autoboicotear nuestra presencia en el Festival y desilusionar a los millones de espectadores que esperan, cada año, con esperanza un cambio radical en el diseño de los preparativos y en la propuesta enviada. ¿Es el momento de que los derechos del Festival se traspasen a una cadena privada con más y mejores medios?