Hay veces, que eso de pasarse el día trabajando es completamente real. Sin entrar en la vida que supone ser autónomo y convertirte en tu propio jefe, lo cierto es que las jornadas de ocho horas terminan por hipotecarte el día completo destinado al trabajo. Con un tupper para comer, diez minutillos para desayunar y poco más, entrar en la oficina a las ocho de la mañana y salir pasadas las seis o siete de la tarde es algo más que común.
Ante situaciones como estas, siempre han existido muchas voces privilegiadas que defienden modelos alternativos de trabajo para ganar en tiempo libre y con ello reducir estrés y ganar en calidad de vida. Modelos como la llegada de una renta básica universal, las prejubilaciones, o el intento de trabajos de media jornada solo han sido pinceladas de un gran reto vital al que sin embargo no le suelen salir las cuentas.
Si hay una zona que ha apostado siempre por la reducción laboral, esa ha sido la de los países escandinavos. Suecia, Noruega o Finlandia se sitúan a la cabeza en estos asuntos. Y, siendo referentes, han intentado en más de una ocasión reducir las dichosas ocho horas de trabajo. El ejemplo más sonado tuvo lugar en Gotemburgo.
Unas enfermeras como prueba
El origen de este intento por llegar a seis horas de trabajo diario tuvo lugar en una residencia de ancianos de la ciudad sueca de Gotemburgo. Según cuenta Hablemos de Empresas, entre 2015 y 2016 las 68 enfermeras de la residencia tuvieron la oportunidad de trabajar dos horas menos manteniendo su mismo salario.
Como prueba, el resultado fue una mayor productividad que la obtenida trabajando ocho horas, junto a una importante disminución en estrés por parte de los trabajadores. Por ello, según el estudio, se mostraron más proactivos y creativos.
¿El problema? El desembolso económico. La empresa propietaria del asilo, al verse con dos horas menos de cada trabajador, tuvo que contratar hasta a diecisiete personas más, suponiendo un gasto que no pudieron mantener más de año y medio. Desde entonces, el éxito del experimento ha sido incuestionable, al mismo tiempo que otras empresas se plantearon adaptar el modelo.
Lo único cierto en esto, es que sin una aportación gubernamental el cambio es imposible. Sin la instauración definitiva de una reducción laboral o la de una renta básica, si bien la calidad de vida mejora en los trabajadores, los empleadores ven un gasto no del todo necesario. Con ejemplos como este la esperanza sigue viva, aunque algo nos dice que nos queda tiempo con ocho horas. Al menos, de momento.