La batalla legal por la adquisición tecnológica de la década sigue en pie. No obstante, su fin está a la vuelta de la esquina. Una jueza de Estados Unidos ha dado de plazo a Elon Musk hasta el 28 de octubre para cerrar la compra de Twitter si no quiere vérselas en los tribunales con la compañía.
Por el momento, el CEO de Tesla permanece firme con su última decisión: comprar la red social con el precio que fijó en un principio: 54,20 dólares por acción, que implicaría un total de 44.000 millones de dólares (44.880 euros). Este precio supera en un 38% lo que valía la empresa antes de la oferta, por lo que, como era de esperar,la red social del pajarito azul ha asegurado que su intención es aceptar la transacción.
Sin embargo, este culebrón sigue dando giros dramáticos. El último ha sido el anuncio por parte de Musk a los inversores en el que afirma que planea recortar al 75% de la plantilla si finalmente toma el control de Twitter, lo que supone despedir a 7.500 empleados.
Minimizar la plantilla ya estaba entre los planes de Twitter, sobre todo por cuestiones económicas. Lo que nadie se esperaba era una medida tan sumamente radical que dejara a la red social con poco más de 2.000 trabajadores. Esta nueva noticia también explica las prisas de Twitter por finalizar los trámites pues, de esta manera, el equipo directivo actual dejará de herencia al nuevo equipo la sensación amarga que traen consigo los despedidos.
"El efecto cascada" de los recortes
Estos recortes no solo afectarán a las personas que perderán el trabajo, sino que serán determinantes también en la infraestructura de la compañía y en los centros de datos que permiten el funcionamiento de la red social. Esto último pondría en riesgo a los más de 200 millones de usuarios que utilizan Twitter, ya que quedarían más expuestos a posibles hackers y material ofensivo, tal y como detallan los expertos de la agencia Bloomberg.
A estas consecuencias se refiere un experto en datos científicos contactado por The Washington Post como "efecto cascada": servicios más deficientes, menos personal de apoyo y una creciente desmoralización del personal restante, que ya lleva meses bajo un telón de incertidumbre con las idas y venidas de Musk.