Desde 1945 la izquierda ha gobernado en la región italiana de Emilia Romagna y, tras las elecciones del 26 de enero, seguirá siendo así. A pesar de una campaña electoral larga y dura en la que Matteo Salvini ha puesto toda la carne en el asador —incluidas polémicas como la de timbrar a un tunecino para preguntarle si vendía droga— el líder soberanista no ha conseguido hacerse con hacerse con el poder en esta región en la que seguirá gobernando la izquierda, de la mano del candidato del Partido Democrático (PD) Stefano Bonaccini.
Las encuestas predecían un resultado tremendamente ajustado, tan ajustado que hacía posible el tan temido sorpasso en una región reconocida por su buena gestión y por tener el paro más bajo del país transalpino, aunque al final el 51,4 % de Bonaccini se impuso al 43,7 % de la candidata de la Lega, Lucia Borgonzoni.
Estas eran una elecciones regionales que se presentaban, desde hacía semanas, o mejor dicho, meses, como fundamentales para la estabilidad del gobierno gobierno central, ya que para Salvini estos comicios eran básicamente un plebiscito sobre el gobierno de Conte —formado por el PD y el Movimiento 5 Stelle (M5S)—.
En esta cita electoral no solo se jugaba arrebatarle por primera vez a la izquierda su bastión histórico, si no también obtener la legitimidad de desalojar al ejecutivo que se formó el pasado agosto. Si la derecha se hubiese impuesto en esta región y en Calabria —donde también había elecciones y finalmente sí venció— habría obtenido 14 de las 20 regiones italianas. Para Salvini esto habría significado una verdadera ruptura entre el gobierno central y las regiones y lo habría tomado como una "marcha sobre Roma" forzando unas elecciones anticipadas.
El vaso medio lleno
Quien no se consuela es porque no quiere. Seguramente esa fue la idea del discurso que Salvini dio cerca de medianoche cuando empezaban a salir los primeros datos de su derrota."Para mí es emocionante que después de setenta años haya habido partido en Emilia Romagna. Desde que existen las elecciones no había habido nunca un comentario electoral que durase más de tres minutos porque el partido estaba acabado antes de empezar", dijo el ex ministro del interior italiano antes de que se terminase el escrutinio.
La alta participación también fue una de las noticias del día. Se puede decir que estas han sido unas elecciones de la gente. La agitación provocada por el movimiento antisalvini de las sardinas ha plantado cara al fascismo llenando plazas y haciendo que la participación en estos comicios haya sido sorprendentemente alta, un 67% frente al 37% de las últimas elecciones en Emilia Romagna. Los dirigentes del PD Romano Prodi y su actual secretario general, Nicola Zingaretti, les expresaron su agradecimiento. Otros dirigentes extranjeros como Pablo Iglesias también han destacado su importancia en estos comicios.
La derrota de la extrema derecha en Emilia-Romagna debe mucho al empuje de "las sardinas", el movimiento cívico antifascista que da la batalla política y cultural frente a Salvini. No basta la acción institucional para defender la democracia; hace falta movilización social pic.twitter.com/wnO2Mn30c6
— Pablo Iglesias ???? (@PabloIglesias) January 27, 2020
Si Salvini ha resultado el gran decepcionado de esta jornada, mención aparte necesitan los antisistema del M5S. Algo así como una debacle se podría describir lo que ha sufrido el partido que solo ha conseguido llegar al 3,5 % de los votos, después de que esta semana su dirigente (y ministro de exteriores de Italia) Luigi Di Maio dimitiese para mitigar una dura crisis interna que sufren desde hace meses debido a la fuga de parlamentarios que sufren.
Un partido que necesita una refundación al que tras esta derrota electoral, su aliados en el gobierno central, el PD, han exigido "que este resultado se use hoy para cambiar el eje político del gobierno en muchos temas". El subsecretario del PD, Andrea Orlando, ha asegurado ante los medios que "el M5S, después de esta severa derrota, debería abandonar una parafernalia que dificulta la actividad del gobierno".
Sí, Salvini no se ha hecho con el poder de la Emilia Romagna, pero la política italiana todavía sigue al borde del precipicio y en cualquier momento se puede desequilibrar la balanza. Este 2020 es un año de elecciones en otras seis regiones (Campania, Liguria, Las Marcas, Puglia, Toscana y Veneto) y todos los partidos ya están con la cabeza en enero de 2022, cuando tendrán que elegir a un nuevo presidente de la República. En resumen, Italia no descansa.