"Cuando eres pequeño y te hablan del Sáhara te cuentan que hay mar, árboles, animales; un sitio donde no hace tanta calor y se puede plantar", relata Allach Salami Mohamed, de 23 años, recordando su propia infancia en los campamentos para refugiados del Tinduf, situado en territorio argelino. "Te lo imaginas como una especie de paraíso en la Tierra".
Allach no es el único al que sólo le queda la imaginación o el recuerdo para hablar del Sáhara Occidental, ahora ocupado por Marruecos; toda una generación de jóvenes nacidos en los campamentos del Tinduf se ve en la misma situación. Hace ya 40 años que los últimos soldados españoles abandonaban el Sáhara, que hasta ese momento había sido una de las zonas colonizadas por el país, dejando paso a una ocupación que perdura hasta nuestros días, y que no tiene visos de acabar.
"Llevamos 40 años fuera de nuestra tierra"
En 1975 se produjo en El Aaiún una gran manifestación donde se pedía la independencia del Sáhara, que había sido ocupado de forma efectiva por España en 1934. Esta protesta estuvo repleta de banderas del Frente Polisario, un Movimiento de Liberación Nacional que nació en 1973 y que perseguía la autodeterminación del pueblo saharaui. En su libro 'Sáhara. Memoria y olvido' la periodista Yolanda Sobero escribe que en estas fechas una comisión de la ONU visita El Aaiún para conocer el sentimiento de los saharauis respecto a su futuro. "La comisión afirmó que el Polisario es la única fuerza política dominante en el territorio y que la inmensa mayoría del pueblo desea la independencia".
A pesar de esto, en noviembre de 1975 Marruecos invadió el territorio saharaui a través de lo que se conoció como la Marcha Verde, una ocupación pacífica en la que participaron más de 300.000 civiles marroquíes. La idea era presionar a un régimen, el español, que tenía sus días contados -Franco murió semanas más tarde en ese mismo mes de noviembre- y reclamar el territorio saharaui como parte del "Gran Marruecos".
En este momento España comienza a evacuar a sus ciudadanos de la zona y comienzan los enfrentamientos entre los militares marroquíes y el Frente Polisario. En sólo unos meses, en febrero de 1976, los soldados españoles abandonan definitivamente el territorio y el Frente Polisario proclama la República Árabe Saharaui Democrática (RASD).
El alto el fuego finalmente se declara en 1991. En su resolución 690, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas decide establecer el MINURSO (Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sahara Occidental), que además de supervisar el alto el fuego, tiene como misión el establecer una consulta sobre la independencia del Sáhara.
A pesar de que ese referéndum debió celebrarse en 1992, la situación continúa bloqueada y la ocupación sigue siendo un hecho. "Yo nací en los campamentos de refugiados, no en el Sáhara. Esa tierra ya no es mía. Los verdaderos saharauis son mis padres y mis abuelos. Llevamos 40 años fuera de nuestra tierra", narra Allach, que desde 2005 vive en España, aunque realiza continuas visitas a los campamentos, donde viven algunos de sus familiares. "Hay veces que pienso que mi abuela va a morir sin volver a su tierra... y puede que también mis padres".
La vida en los campamentos: escasez permanente
La abuela de Allach continúa en los campamentos del Tinduf, que se encuentran en Argelia y están habitados por los refugiados saharauis que perdieron su hogar con la ocupación Marroquí. Según el Centro de Documentación Hegoa, en 2014 eran cerca de 200.000; muchos de ellos llevan más de 30 años en ese lugar, y otros muchos, como Allach, son refugiados de tercera generación que no han conocido su propia tierra.
En estos campamentos se vive en condiciones muy duras: a la escasez de alimento y de agua potable se suman las adversas condiciones climatológicas, con frecuentes tormentas de arena. Los refugiados viven allí dependientes de la ayuda internacional, y cuando se produce una disminución de los presupuestos de las organizaciones que operan allí, los alimentos disponibles escasean. "Yo creo que lo que hace sobrevivir al pueblo saharaui es la idea de que lo mío también es de los vecinos. Cuando vivía en los campamentos, mi padre trabajaba en España. Volvía una vez al año y todo lo que traía se repartía entre los vecinos", rememora Allach. "Si alguien viene a verte le das lo mejor que tienes, sabiendo que mañana puedes no tener nada".
Y esa idea de que mañana puedes no tener nada está presente en la realidad saharaui. El año pasado el Programa Mundial de Alimentos (PMA), una de las agencias de las Naciones Unidas, anunció que tenían un déficit de 10 millones de dólares para ese año. Una de las medidas que se tomó fue la de reducir el número de productos de la cesta de alimentos de nueve a siete, lo que implica un impacto negativo en la diversidad de la dieta, algo especialmente problemático para los refugiados de larga duración.
Este problema de financiación continúa actualmente y la PMA advierte de que probablemente tengan que reducir las raciones que dan a la mitad. "Las medidas adoptadas, como la sustitución de algunos productos por otros más baratos, han permitido que WFP [World Food Programme, por sus siglas en inglés] extendiera los recursos para cubrir las necesidades. Sin embargo, si no se concretan donaciones adicionales pronto, WFP se verá forzado a reducir las raciones", explicó el representante de WFP, Romain Sirois, en una sesión informativa celebrada en Argelia el pasado mes de octubre.
Allach resume la situación: "Tú estás en los campamentos, y ves que todos los días pasa lo mismo: tu madre está pasando hambre, a tu abuela le falta medicación para una enfermedad... esto es desesperación".
Y es que la crisis saharaui es la operación prolongada más antigua de la ONU, y la segunda más longeva de apoyo a refugiados en el mundo.
La violación sistemática de los Derechos Humanos
El pueblo saharaui vive hoy dividido por un muro que separa el Sáhara Occidental de norte a sur. La construcción se inició en 1980 como maniobra defensiva contra el Frente Polisario, y se terminó de construir en 1987. Este muro, de más de 2.700 kilómetros de largo, está además rodeado de minas antipersona. Esta situación implica "que no te puedes acercar a varios cientos de metros. Los saharauis no pueden volver a su tierra. Literalmente no pueden", explica Allach.
En el otro lado del muro la situación no es mucho mejor para la población autóctona. Actualmente hay 530.000 personas en el Sáhara Occidental, de las que sólo 105.000 son saharauis, según explica Juan Carlos Gimeno Martín, miembro del departamento de Antropología Social y Pensamiento Filosófico Español de la Universidad Autónoma de Madrid, en un artículo publicado en la Revista Andaluza de Antropología. El resto son miembros de las fuerzas de ocupación o colonos marroquíes.
En estos 40 años de ocupación se han documentado casos de desapariciones forzadas, violaciones, represión contra la población civil, intimidaciones, amenazas y torturas contra la población saharaui.
Según el Centro de Documentación Hegoa existen todavía cerca de 400 personas desaparecidas por las fuerzas de seguridad marroquíes. La negación a proporcionar información relevante sobre el destino de estas personas, recuerdan desde el Centro, es considerada una forma de tortura. La práctica sistemática de desapariciones forzadas se considera un crimen de lesa humanidad.
Embarka Alina Brahim Mustafa ha tenido que lidiar con la desaparición de su esposo, Ahmed Lamaadel El Bu, desde marzo de 1976, según cuenta en el libro 'Sáhara Occidental, ¿hasta cuándo?' publicado en 2005 por la Asociación de Familiares de Presos y Desaparecidos Saharauis (AFAPREDESA). "Al sufrimiento del exilio y a la dureza del clima se le añadía el destrozo, día a día, que sufría mi corazón: ¿cómo vivir con esa angustia permanente que acaba contigo poco a poco? Tuve que sacar de mi interior toda la fuerza que pude para afrontar mi situación".
"Yo siempre he intentado pensar que la vía correcta es la de la paz, que es la que desgasta al enemigo", explica Allach, reflexionando sobre la situación en la que los saharauis están desde hace cuatro décadas. "Pero esta es una situación insostenible. Si hubiese una guerra al menos los medios de comunicación pondrían el foco en la región, pero es que la gente ni siquiera sabe que esto está pasando".
Allach Salami Mohamed, el chico de 23 años que vive en España desde los 13, dice que su corazón es saharaui y que algún día se casará en Dakhla, una zona del Sáhara Occidental que se adentra en el mar. Para eso, antes el Sáhara debe ser libre. Ya van 40 años, ¿hasta cuándo?