La llegada de Jesús Nuño de la Rosa está revolucionando el timón de El Corte Inglés. El nuevo presidente, que sustituyó a Dimas Gimeno, está profesionalizando la gestión de una empresa sistémica que, hasta el momento, se había dirigido de manera familiar, prácticamente al modo de una pequeña tienda de barrio.
Uno de esos giros viene a desmontar el mantra del todopoderoso Isidoro Álvarez: "El Corte Inglés funciona en todas partes". Basándose en ello, el expresidente se dedicó a realizar una expansión prolífica durante la fiesta del ladrillo, con centros de siete plantas en pequeñas localidades como Eibar, o en terrenos con una oferta masificada, en mitad del campo, con accesos complicados y con centros comerciales de la misma enseña a menos de diez minutos, como Arroyosur en Leganés.
Las evidencias han llegado tras las aperturas: estas tiendas no han generado beneficios. El plan megalómano del predecesor de Dimas Gimeno ha dañado las cuentas y ha evidenciado que la empresa funcionaba con la oferta comercial que ya mantenía. La mayor prueba: solo diez centros aportan el 40% de los beneficios.
Sin duda, la solidez y la buena imagen de los centros comerciales (a pesar de sus dificultades para conectar con la gente más joven), son un salvavidas magnífico y Nuño de la Rosa lo sabe. Por ello, gracias a su plan, se encuentra a un paso de abandonar el bono basura para acceder al bono de inversión, lo que supondrá una llegada necesaria de nuevos capitales y el crecimiento de la compañía (y sobre todo, su solidez económica). Para ello, la empresa ha encargado un informe a la firma de consultoría PwC para vender ladrillo por un importe de 2.000 millones.
Si todo prospera, El Corte Inglés llegará en buena posición para irrumpir en el Ibex 35, una necesidad que se había planteado durante años: nadie entendía que una empresa de tal amplitud no jugase en la primera liga.
Los primeros pasos: 'leasing back' y cierres estratégicos
A la espera de ejecutar el grueso de un plan histórico para la sociedad, la dirección de la madrileña Calle Hermosilla empieza a dibujar algunos trazos de la hoja de ruta. Y, por el momento, se están basando en dos puntos: cierres estratégicos y 'leasing back'.
Este último punto es muy sencillo: vender parte del parqué inmobiliario a fondos de inversión e inmediatamente alquilarlo durante un período de tiempo con condiciones ventajosas. El último movimiento de estas características se ha producido en los centros comerciales de La Vaguada y Parquesur (ambos en Madrid). Son dos de los complejos más cotizados en el sector, con una ocupación situada prácticamente al 100% y con lista de espera para ocupar tiendas.
Pero... ¿tiene sentido vender un centro para alquilarlo inmediatamente?
Sí. Primero, porque permite atajar la mayor debilidad de la empresa, la mastodóntica deuda de 3.650 millones de euros. Segundo, porque ayuda a potenciar los centros que se encuentran en las inmediaciones en el caso de un eventual cierre, así como su reconversión reduciendo los riesgos: en estos caso, con Parquesur (que puede ser un outlet de firmas de lujo, según Cinco Días) y uno situado a pocos kilómetros en Getafe, El Bercial, que representa su mayor complejo en toda España. En La Vaguada, con el de Nuevos Ministerios, que será el mayor gran almacén de Europa después de contruir otro edificio anexo sobre un solar comprado a Adif.
Es decir, la empresa puede plantear el cierre de ambos centros cuando convenga, con la tranquilidad de elaborar un plan a medio plazo, con las cuentas saneadas y tras vender en la pequeña burbuja inmobiliaria en la que nos encontramos.
En cuanto a los cierres estratégicos que ya se ejecutan, la empresa consigue ganar una buena cantidad de fondos sin apenas sufrir consecuencias. Esto es lo que ha sucedido en los ejes prime de Madrid (el cierre de Hogar en Princesa y la librería de Sol), junto al centro de la Plaza Cataluña de Barcelona. Ese stock se ha trasladado a los edificios anexos sin inconvenientes.
El paso más complicado: el cierre de centros comerciales
Como hemos comentado, muchos de los centros abiertos durante la época del ladrillo no han generado beneficios en ninguna ocasión. Esto ha llevado a reducir personal, aunque se pagan salarios o electricidad, con edificios en propiedad.
El cierre masivo, sin duda, afectaría a la imagen de la marca, dando la imagen de una fuerte crisis. Por ello, quizás, habrá clausuras escalonadas, aunque la dificultad es máxima: el modelo de Álvarez pasaba por edificios sin ventanas, muy cerrados y siempre enfocados a centrar la atención en los productos. ¿Cómo se construye un complejo de oficinas en un edificio sin ventanas, cuando este tipo de construcciones están enfocadas a la eficiencia energética? Resulta complicado.
Como hemos comentado, el otro paso se centra también en reconvertir estos centros en formato outlet, vendiendo ropa de temporadas pasadas a precios reducidos. Una política que ya se ha implementado en el centro Ademuz (Valencia) y previamente en Vistalegre (Madrid) con buenos resultados (ambos se mantienen en propiedad). Sin embargo... ¿hay tanto excedente para ocupar tantas tiendas?
Estas son las fórmulas que, por el momento, se están estudiando en la Calle Hermosilla, con sosiego y tranquilidad para evitar pasos en falso. Pero, sin duda, la situación es positiva: obtener el grado de inversión es fundamental y están a punto de conseguirlo. El futuro de la compañía se salva y, con ello, miles de puestos de trabajo.