Seguro que te has encontrado alguna vez con personas que, de inteligentes, tienen poco. Sin embargo, acostumbran a pensar que sí lo son. O con los típicos 'graciosillos' que no lo son, pero también se lo creen. Sin embargo, seguro que piensas que eres bueno juzgando tus propias capacidades y conocimientos, pero seguramente no sea como tú crees.
Un grupo de psicólogos ha demostrado a través de ciertas averiguaciones que los seres humanos tenemos tendencia a no ser realmente conscientes de nuestras propias limitaciones y errores. Nos creemos más competentes de lo que realmente somos.
Los investigadores, David Dunning y Justin Kruger, de la Universidad de Cornell, Nueva York, llevaron a cabo un estudio en 1999 que terminó llamándose el efecto Dunning-Kruger. Este nos enseña que las personas con menos habilidades, capacidades y conocimientos tienden a sobrestimar la inteligencia que realmente tienen, y viceversa. Por lo tanto, los más competentes tienden a infravalorarse.
El delincuente incompetente
En 1995, un hombre de 44 años habitante de Pittsburgh (Estados Unidos), llevó a cabo un atraco por el que fue identificado y detenido pocas horas después. En el momento de los hechos, el individuo no llevó ningún tipo de atuendo que le tapara su rostro o cualquier parte del cuerpo por el que fuera descubierto.
Sin embargo, al ser detenido confesó que se había puesto en la cara zumo de limón, porque pensaba que así se volvería invisible ante las cámaras. Más tarde se supo que la idea fue una sugerencia que le hicieron dos amigos que a su vez le habían comentado que era posible desaparecer ante las cámaras de seguridad de los bancos.
Cuando David Dunning descubrió este hecho utilizó el ejemplo al comienzo de la investigación con la hipótesis previa de: "¿Podría ser posible que mi propia incompetencia me volviera inconsciente de esa misma incompetencia?".
La investigación
En total se realizaron cuatro investigaciones distintas en las que, principalmente, se estudió la competencia de los sujetos en los ámbitos de la gramática, el razonamiento lógico y el humor. Se tomaron como muestra los estudiantes de la misma universidad que lo psicólogos y con ellos realizaron diferentes pruebas en consonancia con cada uno de los ámbitos.
Con respecto al humor, en primer lugar le pidieron a comediantes profesionales que puntuaran 30 bromas de acuerdo a su gracia. A su vez, pidieron a 65 estudiantes que le pusieran puntaje a los mismos chistes y después valoraran qué tipo de criterio había utilizado cada humorista para autovalorarse.
La autoevaluación que la mayoría de ellos realizó estuvo muy por encima del promedio, es decir, valoraban su habilidad para juzgar lo que era gracioso muy por encima de la media.
Por otro lado, los investigadores llevaron a cabo el mismo tipo de procedimiento con las pruebas de lógica y gramática, donde se repitieron los mismos patrones: las personas que tuvieron peores resultados en los test fueron las mismas que peor calcularon su propio rendimiento.
Finalmente se percataron de que, cuanto mayor era la incompetencia del sujeto, menos consciente era de ella. A su vez, los más competentes tendían a infravalorarse. Esta percepción irreal se debe a que las habilidades y competencias necesarias para hacer algo correcto, son las mismas que se necesitan para poder estimar de manera correcta el propio desempeño en la tarea.