No estoy acostumbrado a escribir algo así para un portal como este. Me dedico a hacer otro tipo de artículos que nada tienen que ver conmigo. Esta vez comparto con vosotros, de la manera más personal que conozco, mi experiencia publicando mi segundo libro.
Cuando intento explicar qué se siente al cumplir mi sueño, siempre se me viene a la cabeza la misma comparación: ser escritor y publicar un libro es como llegar a la cima de una montaña. Puede que no se trate de la montaña más alta del mundo, pero igualmente cuesta mucho esfuerzo, trabajo y constancia, y la sensación de orgullo es impagable.
Somos muchos los que dedicamos nuestro tiempo libre a escribir con la firme intención de que dicha actividad se convierta en nuestra forma de vida. Poder vivir de ello es un lujo solo al alcance de unos cuantos privilegiados, pero cada vez es más fácil publicar un libro y tener tu propio público, por humilde que sea. Hoy os cuento cuál ha sido mi experiencia con tan solo veintiún años.
Mis comienzos
Tengo un recuerdo en mi cabeza que, últimamente, se me repite constantemente. Soy yo, con seis o siete años, escribiendo pequeños cuentos y poemas. Eran frases absurdas que a veces ni siquiera se entendían, pero ahora me doy cuenta que empezaba a sembrar algo por aquel entonces. Y nadie parecía percatarse.
El siguiente recuerdo que tengo soy yo con unos diez años escribiendo algo más coherente, pero todavía sin demasiada importancia. Se llamaba 'Mi primera Navidad', y era un micro-relato con el que conseguí las felicitaciones de mi profesora de Lengua. Más tarde, con 14 años, acabé pasando la primera fase del concurso Coca-Cola Jóvenes Talentos de Relato Corto, junto a un par de amigos.
Seguí escribiendo. Hacía guiones para cortos y futuras series que soñaba con llevar a la televisión algún día. Siempre fue un hobbie por el que parecía que nadie apostaba. Ni si quiera yo. No me veía demasiado talentoso, aunque sí algo diferente y especial. Más tarde supe que simplemente aquello era lo que verdaderamente hacía falta para intentarlo.
Mi primer libro
En 2012, antes de cumplir la mayoría de edad, recuperé una idea que rondaba en mi cabeza desde hacía cuatro años antes. La moldeé, la maduré y la trabajé, y en el verano de 2014 me decidí a autoeditar mi primer libro, que titulé 'La última cerilla'. Aunque parezca una tontería, invertir bastante dinero que no tenía en publicar una novela que no sabía si le iba a interesar a alguien más que a mi familia y amigos fue una locura.
De repente, la gente que empezaba a leer mi humilde primer libro quedaba gratamente sorprendida. 'La última cerilla' no era el mejor libro de la década, pero sí mi gran libro: como decía antes, con un poco de talento y ofreciendo mi 'sello personal' conseguí captar la atención de un grupo de gente que ahora disfruta leyéndome. Lo que os decía: una locura.
El dinero (el de mi madre, por cierto, porque yo no tenía) no me daba para sacar más que una primera pequeña edición que agoté en poco tiempo. Gracias a una imprenta editorial de autoedición, conseguí que pudiera ser vendido bajo demanda sin necesidad de pagar más ediciones (se imprimiría un libro cada vez que fuera comprado).
Mientras todo esto ocurría, iba ideando lo que sería mi segundo libro. Mi pretensión era, directamente, reventar lo que había hecho hasta entonces y sorprender con una novela que no se pareciera nada a la primera. Casi me obsesioné con la intención de dejar a todo el que leyera mi segundo libro, 'Diecinueve de mayo', con la boca abierta.
La aventura de buscar editorial
A medida que iba escribiendo la nueva novela sentí la necesidad de mostrarla al mundo de una manera más ambiciosa que la primera vez. Quería que tuviese la oportunidad que creía que merecía, así que busqué algunos concursos de novelas con suculentos premios. Desde cientos de miles de euros hasta la edición del libro en varios países.
Aun así, me invadía esa apatía típica del que nunca compra un boleto de lotería: "no me va a tocar a mí". Prácticamente todos estos concursos tardan meses y meses en resolverse, y casi el cien por cien de ellos no te permite hacer uso de tu obra mientras dura el concurso, por lo que descarté esta idea. No estaba dispuesto a esperar tanto tiempo para encontrar la oportunidad que buscaba. Una oportunidad que tampoco estaba garantizada.
Así que me decidí a dar con una editorial que aceptara mi obra. Como si aquello fuera más fácil. Me encontré con muchas trabas. Nadie quería apostar por un desconocido como yo. Muchas editoriales ni siquiera reciben manuscritos, otras lo hacen solo durante un par de meses al año.
Me fue inevitable plantearme qué pasaba con esos libros que son, en realidad, obras maestras, y que se quedan guardados en un cajón porque nunca nadie se interesa por ellos. Es tan injusto que últimamente están naciendo muchas editoriales que lo que buscan es, precisamente, encontrar a autores noveles que están empezando y que desean publicar.
Decidí acudir directamente a ellas. Están abiertas a recibirte, pero tienen muchas condiciones en medio. Para empezar, el porcentaje de las ventas que se lleva el autor es mínimo. No es que quiera hacerme rico escribiendo (lo cual sería, por otra parte, totalmente lícito), pero tenía muy claro que no se iban a reír de mí. Fabricar un libro cuesta dinero, sí, pero escribirlo requiere de un esfuerzo y un talento que también debe ser dignamente recompensado.
Otra de las cosas que no me gustaba de estas editoriales es que el autor, simplemente, se encarga de escribir. El resto no forma parte de su trabajo. Pero, ¿qué sentido tiene eso, si soy yo el creador de mi producto? ¿Por qué no puedo decidir aspectos tan importantes como la portada de mi libro, la tipografía de la letra en su interior o el precio de venta (partiendo, obviamente, de un mínimo razonable por los gastos de fabricación)?
Mi libro es mío y lo he escrito yo, por lo que también tengo que tomar decisiones con respecto a él. Muchos podréis pensar que, para eso, ya tengo la autoedición. Que sea cierto no quiere decir que sea justo. Nadie mejor que yo conoce mi obra y por eso quiero formar parte de ella. De pronto, di con la editorial que estaba buscando.
El proceso de publicación
Hice algunas llamadas y el azar quiso que encontrase a la que se convertiría más tarde en mi editora: Inma Callejón. Una chica de lo más simpática y amable que me explicó todo lo que quería saber acerca de la editorial para la que trabaja, y quien estuvo pendiente de mí durante los últimos meses de escritura. Simplemente habíamos tenido un par de conversaciones por teléfono, no había enviado mi obra y tampoco había firmado el contrato, pero su amabilidad y atención me convencieron.
Envié mi manuscrito y poco tiempo después recibí la noticia de que iba a ser publicado. Después de hablar sobre las condiciones del contrato, lo firmé y ahí empezó todo.
Pude tomar decisiones, estar presente en cada paso y tener la última palabra siempre. Pude opinar sobre la portada de mi libro e incluso ponerle precio. Estuve cien por cien involucrado en todo el proceso, tanto que también invertí. Tanto que yo mismo fui quien corrigió la novela (con ayuda de mi hermana, que además es filóloga). Creo que leí mi propio libro hasta cinco veces en menos de cuatro semanas. Acabé algo saturado, aunque volvería a leerlo una y otra vez hasta el fin de mis días.
Hace muy poco que lo he sacado a la venta y la experiencia está siendo muy gratificante. Ya lo había experimentado antes, con mi primer libro, pero esta vez todo es mucho más serio y profesional. No solo soy el autor, también soy mi propio manager y mi propia distribuidora, pues el mundo está cambiando y este negocio también. La crisis económica se ha juntado con 'la del papel': ya no se venden libros, pero somos muchos los que confiamos todavía en que merece la pena. Y hay que ser valiente.
Las dudas e indecisiones
Terminar de escribir mi libro fue un momento de lo más emocionante. Soy incapaz de describirlo con palabras. Ver consumado un trabajo que, en mi caso, costó un año y medio acabar da escalofríos. Sobre todo porque el proceso creativo no fue un camino de rosas.
A la dificultad que ya tiene escribir una novela hay que sumarle las indecisiones y las dudas personales que se generan en la cabeza del autor. Yo estaba seguro de que la historia que quería relatar merecía la pena ser contada, pero a veces me era inevitable cuestionar mi propia aptitud. ¿Tendré talento suficiente como para publicar un libro? ¿Por qué iba a conseguirlo yo y otros no? ¿Y si fracaso estrepitosamente?
Una noche de noviembre cenaba en Madrid, en casa de la cantante Virginia Maestro, una de las personas más importantes de mi vida. Ella conoce de sobra lo difícil que es afrontar algo así y el miedo que da. Le comentaba mis dudas, le preguntaba qué tenía yo para dedicarme a escribir, si había muchísimas personas que lo hacían mejor que yo.
Su respuesta marcó un antes y un después en mi camino. No puedo infravalorar el apoyo que he recibido por parte de mi gente más cercana, que siempre ha confiado en mi talento, (gracias, de verdad) pero aquella noche algo cambió. Virginia contestó a mi pregunta: "habrá mucha gente que lo haga igual o mejor que tú, pero nadie lo hace como tú".
Aquello me caló. Tenía algo que ofrecer, algo que solo podía ofrecer yo, ya fuera mejor o peor que el resto, y por eso me lancé a hacerlo, convencido de que merecería la pena.
Soy un chico normal y corriente que creyó tener algo diferente que ofrecer, y se atrevió a enseñarlo. Este es el mensaje que me gustaría transmitir con este artículo.
Tanto el éxito como el fracaso están muy mitificados. La vida es más sencilla.