La Naturaleza puede ser cruel a veces y el Everest no lo iba a ser menos. Aún con la resaca del debate que ha generado si el Chimborazo le había quitado o no el récord de altura a la montaña del Himalaya, nos encontramos con una de esas curiosidades que nos hace comprobar que subir a una montaña no es un juego de niños. Cuando escalas el pico más importante del mundo lo normal es que te junten con algunos sherpas que se conozcan el camino; pero incluso con esa ayuda extra, pueden ocurrir muchos imprevistos que tengan un desenlace fatal.
Para prueba, los puntos de referencia que usan todos los montañeros que se atreven a explorar la cima de 8.848 metros. Estos puntos de referencia no son ni más ni menos que los cadáveres de antiguos exploradores que se han quedado en la montaña años después de su muerte junto a los restos de basura y desperdicios que han dejado los más de 7.000 exploradores que han pisado la montaña desde que se adentraran por primera vez. De los aproximadamente 240 fallecidos en el Everest, solamente se ha encontrado el cuerpo de unos 50, los cuales son usados como puntos clave para los escaladores.
Pero, ¿cómo es posible que haya 50 cadáveres a la vista en el Everest? Al contrario de lo que se piensa, la mayoría de cuerpos no son expatriados a sus países de origen debido a la propia geografía del terreno. Aunque una persona fallezca en un punto "accesible", el factor geológico hace que rescatarlo sea una tarea prácticamente imposible. La falta de oxígeno dificulta enormemente el movimiento de las personas en semejante altitud como para cargar con un cadáver, y no es posible el acceso mediante helicópteros.
A pesar de ello, desde que las subidas al Everest se masificaran a partir de los años 90 se puso a disposición de los montañeros un documento que les permite decidir qué hacer con su cuerpo si (Dios no lo quiera) fallecen de camino a la cima. Entre las tres opciones se encuentra dejar el cadáver a la intemperie, llevarlo a Katmandú (la capital de Nepal) o directamente expatriarlo. Curiosamente, antes de la creación de este documento, las personas que fallecían en el Everest eran abandonadas allí.
Aunque toda la montaña está literalmente repleta de cadáveres (de media hay un muerto cada 71 metros), donde más podemos encontrar es en la última zona de subida, a partir de los 7.900 metros. Esta zona recibe el nombre de 'Death Zone' ('Zona de la Muerte') porque, si pasa algo en ese espacio, el rescate es prácticamente imposible. Suponemos que quien le puso el nombre no lo pensó durante mucho rato. La mayoría de muertes, producidas por avalanchas o caídas, son de nepalíes. Estos 113 fallecidos quedan lejos de los 5 españoles que dejaron su vida en las últimas décadas en el punto más alto del Himalaya. Pero sin duda los puntos de referencia más usados en el Everest no entienden de procedencia.
1 Botas Verdes
Llamado así por el llamativo color de sus botas, corresponde al cuerpo del alpinista indio Tsewang Paljor fallecido en mayo de 1996 por agotamiento junto a dos compañeros. Se encontraba en la cara sur, a tan solo 450 metros de la cumbre, y la cueva donde se hallaba es lugar de paso obligatorio, por lo que era el punto de referencia más conocido de la montaña. Su cuerpo desapareció misteriosamente en 2014 aunque hay gente que asegura que una expedición se lo llevó para darle un entierro digno después de casi 20 años en la ladera.
2 David Sharp
Diez años después y en el mismo sitio que Botas Verdes encontró la muerte el británico David Sharp. En el descenso de su tercera visita en solitario a la cima, Sharp se quedó sin oxígeno, por lo que se refugió junto al cadáver de Botas Verdes. Tras una noche agonizante, decenas de escaladores pasaron a su lado sin socorrerle. Solamente un montañero (Mark Inglis, quien ese mismo día se convertiría en el primer amputado en escalar el Everest) se detuvo para ayudarle pero, bajo órdenes de su director, le obligó a alcanzar la cima y prestarle ayuda en la bajada. Cuando nueve horas después un guía y un sherpa le encontraron y trataron de reanimarle, ya había fallecido.
Esta muerte generó gran polémica entre los alpinistas. El propio Edmund Hillary, el primer hombre en llegar a la cima del Everest, declaró que subir a la montaña se había convertido en algo horrible y que los montañeros preferían satisfacer su motivación personal a salvar la vida de una persona.
3 Francys y Sergei Arsentiev
Tras convertirse en la primera mujer en alcanzar la cima sin oxígeno supletorio, Francys y su marido iniciaron el descenso de noche pero se separaron. Una expedición encontró a la mujer semi inconsciente a pocos metros de la cima pero ante la imposibilidad de transportarla, decidieron abandonarla. A la vuelta, se cruzaron con su marido, que iba en su búsqueda. Al día siguiente otra expedición encontró a la mujer aún viva pero no hallaron rastro del marido. Intentaron reanimarla durante horas pero la abandonaron allí mientras les rogaba "no me dejéis morir aquí". Debido a la posición de su muerte, era conocida con el nombre de 'Bella Durmiente' como punto de referencia.
Justo 9 años después (y seguramente debido al remordimiento) este último equipo volvió al lugar de la tragedia para trasladar y enterrar los cuerpos de Francys y de Green Boots, pero debido al mal tiempo solamente pudieron trasladar el cuerpo de Francys a un punto más bajo, retirarlo de la vista de los escaladores y darle un breve entierro. Su marido se cayó por una ladera y fue encontrado un año después de su desaparición.
4 Shriya Shah-Klorfine
Esta canadiense de 32 años encontró la muerte en la primavera de 2012 posiblemente por el mal de altura. Debido a un 'atasco' en la bajada, Shriya y sus tres compañeros se quedaron más tiempo del debido a una altura poco recomendada. Una de sus últimas palabras fue "sálvame", dirigida a una de las personas que acompañaban a la alpinista. Esta muerte dio pie a un debate sobre la saturación que está viviendo la montaña desde los últimos 20 años.
5 Lincoln Hall, el muerto viviente
El caso de este australiano da para película de Hollywood. Hall, que era escalador profesional, alcanzó la cima del Everest por segunda vez en 2006. Al igual que todos los anteriores casos, los problemas empezaron en el descenso. Los sherpas que le acompañaban empezaron a notar que estaba sufriendo mal de altura y alucinaciones. Sin apenas ningún tipo de suministros, los sherpas se vieron obligados a dejar a Hall en ese punto.
Al día siguiente, un equipo encontró a Hall sentado semidesnudo a tan solo 100 metros de la cima. Una integrante de esta expedición lo describió así: "En nuestra subida vimos a nuestra izquierda a un hombre en el borde de un desfiladero. Estaba sentado, cambiándose la camiseta. Tenía el mono desabrochado hasta la cintura, sin mangas, guantes, gafas de sol, oxígeno, comida o bebida. 'Imagino que estaréis sorprendidos de verme aquí' dijo". Aún no se sabe cómo sobrevivió una noche sin víveres en la cima del Everest. Hall falleció en 2012 por mesotelioma en Australia, enfermedad producida generalmente por la exposición prolongada al amianto.