Todo el mundo ha escuchado alguna vez experiencias sobre la primera vez. Hay foros por todo internet, se han hecho películas al respecto y probablemente haya asistido alguien a tu colegio para darte esa clase de educación sexual.
Algunos lo recuerdan como algo traumático, otros que tan sólo sintieron algunas molestias pero que aún así disfrutaron y también aquellos que dicen que sintieron placer ya desde esa primera vez. La duda siempre llega a la mente de todo aquel que va a practicar sexo por primera vez: ¿duele o no duele?
Cambios en tu cuerpo
En el caso de los hombres, son muchos los que se preguntan si su cuerpo va a sufrir algún cambio después de la primera relación sexual. La respuesta es no, no hay cambios, el pene seguirá igual y el resto del cuerpo también.
En el caso de las mujeres, existe mucha desinformación al respecto, ya que se ha asociado el himen con la virginidad, un término que probablemente debería quedar en el pasado. Lo cierto es que el himen es una membrana tan fina que puede romperse en cualquier situación diferente al sexo. Actividades como montar a caballo o en bici pueden hacer que fácilmente se rompa. Además, también hay mujeres que han nacido sin esta membrana.
No hay cambios visibles en el cuerpo una vez que se han realizado relaciones sexuales por primera vez. Esta creencia suele asociarse a que el llamado "despertar del desarrollo corporal" sucede durante la adolescencia, edades entre las que normalmente se tiene relaciones sexuales por primera vez. En esta etapa, se producen ciertos cambios físicos como el desarrollo de los pechos, cambios en la silueta, crecimiento de vello corporal, agravamiento de la voz o la menstruación.
Entonces, si el himen puede estar ya roto, ¿por qué duele?
Se tiende a asociar el dolor de la primera vez con la rotura del himen, pero lo cierto es que lo que hace que "duela" no es nada más ni nada menos que los nervios. Todo parte de una reacción psicológica ante la actividad que se va a realizar.
Los nervios son, además, un círculo vicioso, que hacen que cuanto más nervioso estés, más puede que duela. La ansiedad reduce los niveles de las hormonas responsables de la excitación sexual, los estrógenos. Por lo tanto, si no hay excitación, no habrá lubricación y al no haber lubricación, más dolerá.
Por otro lado, los nervios hacen que se contraigan las paredes vaginales. Cuando estamos tensos, los músculos se contraen con más frecuencia, como pasa con los dolores de espalda o de cualquier parte del cuerpo.
Es un error pensar en si lo estamos haciendo bien, en el rendimiento sexual, o incluso obsesionarse con que se debe sentir placer. La clave no está en pensar en cuánto durará ni en si lo estás haciendo bien. Al contrario, consiste en relajarse y pasar un buen momento con la persona con la que lo estás compartiendo y tomárselo con calma, el placer llegará solo.
La primera vez que mantenemos relaciones sexuales no tiene por qué ser doloroso, sobre todo si conseguimos dejar los nervios fuera del ambiente, reducimos las expectativas, ya sean buenas o malas, y añadimos diversidad a las prácticas sexuales. Esto siempre con comunicación y preguntando las preferencias de la otra persona.
La penetración no lo es todo
Siguiendo con los mitos a la hora de afrontar una relación sexual, está la creencia de que sin penetración no cuenta como primera vez.
Este pensamiento es muy erróneo y muy frustrante. En primer lugar, porque no todas las relaciones sexuales tienen que ser entre una persona con pene y otra sin él, o lo que viene siendo lo mismo, entre un pene y una vagina. Existe tal abanico de prácticas sexuales que pensar que sin la penetración no se considera sexo, suena hasta arcaico.
Además, hay muchas mujeres que no encuentran la penetración placentera y al tener una mala experiencia la primera vez, puede condicionar que crean que el sexo no les gusta. Relegamos a un segundo plano las prácticas sexuales que pueden ser tan o más placenteras que la penetración, como la masturbación o el sexo oral.