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Política

El dilema de los indultos: gobernabilidad, diálogo y justicia, ¿cuál es la solución?

El tema de los indultos enciende el debate político y tensiona una cuestión que necesita soluciones a la altura para una buena convivencia.

El dilema de los indultos: gobernabilidad, diálogo y justicia, ¿cuál es la solución?

Los indultos vuelven a tensar la cuerda de la crispación en nuestro país, aumentando los ya altísimos niveles de polarización y visceralidad política y social. Desde hace unos días el Gobierno se ha empeñado en hacer pedagogía para que los españoles asumamos que más pronto que tarde veremos a Junqueras y compañía, previo indulto aprobado en Consejo de Ministros, disfrutando en libertad.

La medida de gracia ha sido utilizada en numerosas ocasiones a lo largo de la democracia, por lo que no es ahí donde está el verdadero problema, sino que trasciende al debate sobre su utilización o no y ahonda en problemas mucho más profundos e intrínsecos a nuestro sistema político.

El Tribunal Supremo dictó Sentencia condenando a los líderes del procès y ahora han emitido informe argumentando que el indulto no da lugar. Con estos mimbres, hemos de imaginar ya lo que puede suceder, una pugna entre el poder ejecutivo y judicial, pues éste se verá desautorizado por el primero. Esto, sin duda alguna, hace un daño irreparable a la credibilidad y respetabilidad de la justicia patria, toda vez que los condenados recurrieron ante la justicia europea y se está a la espera de su dictamen.

Los daños colaterales no terminan ahí, pues el Presidente del Gobierno y Secretario General del PSOE se enfrenta a históricos socialistas, a barones autonómicos y, probamente lo más importante, buena parte de la militancia socialista que ve con recelo, cuando no con desaprobación, estos indultos. El Presidente, con esta acción de alto riesgo, apuntalará la presente legislatura y quién sabe si la siguiente, es más, en este momento no existe otra opción para que un socialista pueda llegar a La Moncloa. Es nacionalismo catalán e indultos y gobierno o, por el contrario, oposición sine die.

Ahora bien, ¿es para esto para lo que se recoge el indulto en nuestro ordenamiento jurídico? ¿puede un problema de gobernabilidad resolverse por medio del descrédito al poder judicial? ¿está el indulto al servicio de intereses partidistas? Son muchas las respuestas que surgen al valorar esta cuestión, pero son pocas las respuestas que pueden arrojarse con meridiana claridad. Máxime cuando la potestad de indulto carece de todo sentido en pleno siglo XXI y en un país como el nuestro, con plenas garantías democráticas, sólidos derechos y profundas libertades.

Hay que dialogar, es un hecho. En Cataluña el nacionalismo más reaccionario está empeñado en hacer añicos -si es que se puede todavía más- la convivencia entre sus conciudadanos, por lo que el Gobierno de España ha de buscar una solución política a este problema que ya diezma el crecimiento y prestigio de la Comunidad Autónoma catalana. Insisto, diálogo, sí, siempre, pero nunca con personas que a las bravas decidieron saltarse el ordenamiento jurídico y quebrantar toda Ley que impedía, y ellos así lo sabían, aprobar leyes de desconexión y, posteriormente, celebrar una consulta a todas luces fraudulenta.

No hay ni un atisbo de arrepentimiento en los condenados, es más, tanto ellos como sus subalternos ya han anunciado que en cuanto tengan oportunidad volverán a la ilegalidad. ¿Acaso así puede indultarse a alguien?

Tampoco se soluciona este problema con recogidas de firmas en contra de no sabemos muy bien qué ni con campañas políticas que son "anti", pues nada que se pergeñe en contra y sin nada que edificar puede dar frutos. La derecha y el centro derecha español tienen que saber articular una campaña que no huela a anticatalanismo sino que construya alternativa en Cataluña y País Vasco, y, por lo tanto, en España.

España es un país complejo en su conformación territorial y en sus sentimientos identitarios, con regiones que intentan ser reinos de taifas y otras que apuestan por un centralismo absoluto. Como en todo, en este nuestro país, no hay posiciones intermedias. Hemos vuelto al blanco o negro que tan poco nos ha aportado y tanto nos ha quitado. El confrontamiento solo roba el futuro.

No, no se puede indultar por indultar, no se pueden utilizar las instituciones del Estado para beneficio propio/partidista, estamos ante una partida de ajedrez que solo ganará el jugador más hábil, el que con amplitud de miras sea capaz de atisbar en el horizonte una solución ingeniosa. Y, como ya sabemos, la solución no pasa por los líderes del problema sin por tener empatía con una sociedad que es víctima y rehén de sus gobernantes.

No lo olvidemos, para defender y salvaguardar la libertad hay que respetar la justicia.

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