Las Primaveras Árabes comenzaron con un punto de inflexión: la inmolación de Mohamed Buazizi el 17 de diciembre de 2010 en Túnez después de sufrir el enésimo abuso por parte del régimen de Ben Alí. Aquella reacción fue la gota que colmó el vaso y desató una ola de protestas que se extendieron por gran parte de todo el mundo árabe que se ha saldado, con el paso de los años, con la caída de varios regímenes autoritarios.
Pero estos años también esconden sombras. Este movimiento también ha desencadenado varias guerras (algunas de ellas enquistadas en el tiempo) y una oleada contrarrevolucionaria que, precisamente, choca con el espíritu de las demandas de los manifestantes que, precisamente, pedían abrir estos países.
La Primavera Árabe ha mostrado una evolución completamente desigual en función de cada país. Vamos a analizar cómo ha sido el bagaje de este movimiento y cómo ha avanzado en cada país: desde aquellos territorios donde se ha consolidado a aquellos en donde presenta una larga lista de desafíos enquistados.
1 Túnez
Túnez, el germen de la revolución, se ha convertido en el mayor éxito. La salida del poder de Ben Alí ha consolidado un sistema parlamentario que avanza con buena marcha hacia lentas conquistas de derechos, aunque todavía tiene mucho camino que recorrer, especialmente en materia relacionada con el colectivo LGTBI.
Entre otros aspectos, Túnez es el primer país de mayoría musulmana que permite asociaciones de personas ateas, cuenta con una de las leyes de violencia de género más avanzadas de todo el mundo árabe y trabaja para convertirse en un modelo de cohabitación entre laicismo e Islam.
Los cambios son progresivos, puesto que la legislación busca remar al mismo tiempo que la sociedad, y se intenta combatir una posible reacción inversa, ya que este país se ha convertido en uno de los territorios que más jóvenes han enviado a Siria e Irak. Al apreciar mayores cambios, por tanto, también hay una mayor reacción en contra desde los sectores más reaccionarios.
2 Egipto
La evolución de la Primavera Árabe en Egipto ha sido desigual. En este caso, el movimiento se trasladó con varias manifestaciones en 2011 que fueron reprimidas por el entonces dictador, Hosni Mubarak, que dejó casi 800 muertos. La presión internacional le llevó a abandonar su cargo, lo que en teoría debía dar paso a un régimen democrático con unas elecciones constituyentes.
Pero desde entonces, todo ha ido en picado. El país sufrió en 2013 un golpe de Estado que puso fin al breve mandato del islamista Mohamed Mursi, primer presidente electo del país, y terminó con una junta de militares dirigida por Abdelfatá al Sisi, que ha lanzado una intensa campaña de represión contra islamistas y activistas.
Esta tensión, además, ha provocado una huída de uno de sus principales activos económicos, el turismo, lo que ha sumido al país en una intensa crisis económica de la que todavía no se ha recuperado. El resultado: el país no ha avanzado democráticamente, es más inestable y ha perdido riqueza.
3 Siria
Es uno de los casos más complejos y dramáticos en la Primavera Árabe. El régimen de Bashar Al Assad reprimió a varios niños por pintar en una escuela de Daraa una pintada en contra del dictador. La noticia corrió como la pólvora por las redes sociales y levantó una ola de protestas por todo el país que fueron reprimidas con puño de hierro.
Esto derivó en una auténtica guerra civil que, en principio, partía como un combate entre una oposición democrática y una dictadura. Sin embargo, con el paso del tiempo, el conflicto se ha internacionalizado: ha entrado el Daesh para ocupar territorios y construir el autodenominado 'Califato', también han entrado potencias extranjeras intentando aprovechar un territorio como Siria, geoestratégico porque tiene recursos y se encuentra en Oriente Próximo con acceso al Mar Mediterráneo. Todo este cúmulo de hechos ha provocado que el conflicto se haya enquistado mientras Al Assad se ve sostenido gracias a su gran aliado: Vladimir Putin, con el que se fotografía cada cierto tiempo.
4 Yemen
Yemen también se levantó para exigir la dimisión del entonces dictador, Alí Abdulá Salé, que cedió el poder a su vicepresidente en 2012, Abso Rabbu Mansur Hadi. Sin embargo, no consiguió satisfacer uno de los problemas particulares del país: el conflicto étnico con los huthis, lo que ha derivado en una auténtica guerra civil con tintes regionales donde también han entrado potencias extranjeras como Irán (que respalda a los huthis, chiíes) o Arabia Saudí (apoya a Hada, suníes), cada una con su particular visión del islam.
5 Libia
Libia estaba gobernada con puño de hierro a manos de Gadafi hasta que en 2011 la población estalló reclamando democracia. El dictador decidió reprimir a su población, hasta que intentó huir cuando la situación ya era insostenible. Sin embargo, fue sorprendido por los grupos opositores, que le asesinaron.
Desde entonces, el país ha vivido un conflicto enquistado. En 2015, surgió un conflicto entre administraciones enfrentadas tras las elecciones parlamentarias del año anterior, aunque durante los últimos meses se ha realizado una mesa de mediación que ha derivado en un alto el fuego en el país. En este escenario se han lavado trapos que implicaban a países tan variados como Egipto, Rusia, Emiratos o Turquía. Libia, como estado fallido, no tenía soberanía sobre su territorio, por lo que las potencias extranjeras han podido hacer y deshacer a su antojo. Además, durante años, se ha convertido en el territorio perfecto para el tráfico de personas en condiciones infrahumanas.
6 Bahréin
Bahréin fue otro de los países que vivieron protestas durante la Primavera Árabe, encabezadas entonces por la población chií que denunciaba discriminación a manos de la dinastía gobernante, de la rama suní. Las autoridades, sin embargo, no encontraron problemas. El motivo: es una monarquía de gran riqueza y contaba con el apoyo expreso de Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, muy interesadas en evitar cualquier tipo de efecto similar en sus territorios. En Bahréin, por tanto, todo sigue prácticamente igual.