Siete meses. Ese es el período en el que se ha derrumbado todo el poder que Mariano Rajoy ha ostentado durante la última década. Un liderazgo con puño de hierro que había dejado completamente amordazados a díscolos de la talla de Esperanza Aguirre o José María Aznar.
Rajoy, afable en el trato personal (según quienes le conocen), tuvo la habilidad de elaborar una estructura de poder dispuesta a acallar los díscolos. ¿Cómo? Básicamente, creando una pirámide desde la que controlar a los afines desde la cúpide.
Si bajamos el escalón que ostentaba, nos encontramos con las dos personalidades destacadas en esta batalla, las eternas enemigas Cospedal y Soraya. Diviendo el poder equitativamente entre el partido para la primera y el gobierno para la segunda, alentando batallas, el expresidente popular se garantizaba que las peleas internas se centrasen en suceder al líder a base de favoritismos y no 'moviendo la silla'.
Ese afán por ser 'la favorita del líder' permitía apoyos incondicionales a la hora de enfrentarse a la vieja guardia. Ahí tienen el caso de Cospedal, a quien Esperanza Aguirre nunca perdonó su abandono como miembro en el gobierno de la Comunidad de Madrid para hacer las maletas al feudo castellanomanchego del todopoderoso José Bono.
Pero esta guerra de favoritismos no es exclusiva del segundo escalón. Si bajamos en la pirámide, nos encontraremos a la corte de afines a cada bando. Entre ellos se encuentran ministros, presidentes de comunidades autónomas y barones territoriales de peso. En función de la afinidad que se evidencie por uno u otro bando, las posibilidades de escalar suben sin que nadie se enfrente a Rajoy. Una jugada perfecta.
El castillo de naipes y los movimientos en la baraja
Este equilibrio de poderes ha permitido que Rajoy se imponga con puño de hierro desde el Congreso de Valencia de 2008. Pero había un problema: los castillos de naipes suelen contar con estructuras poco sólidas y cuando falta una carta, la estructura corre el riesgo de derrumbarse.
Para ello, debemos remitirnos primero a la batalla a las elecciones de 2015, cuando algo se tuerce. Los debates de Rajoy con tres aspirantes que rozan la treintena no agradan y las voces que piden relevo generacional surgen.
En un principio, todo beneficia a Soraya, que acude a finales de 2015 para debatir con los tres candidatos de la oposición, el G-8 cospedalista empieza a desactivarse y miembros de la secretaria como Margallo empiezan a cargar públicamente contra la todopoderosa exvicepresidenta.
Pero, tras la investidura, Rajoy empieza a temer que la número dos del Gobierno intente arrebatarle el poder en un Congreso sin mayorías absolutas: el calvario judicial se avecina en los próximos meses. ¿Cómo actúa? Retirándole la portavocía del Gobierno (la gran plataforma mediática) y metiendo a Cospedal en una cartera de Estado como Defensa (donde pasará sin pena ni gloria). Movimientos de cartas que anuncian una batalla.
Y llegamos a enero de 2018: Cifuentes empieza a subir como la espuma como favorita para suceder a Rajoy. La expresidenta madrileña siempre fue gran amiga de la exsecretaria general. Ella, colocada según las malas lenguas por la facilidad de acabar con su carrera a base de imprudencias y dossieres, amenaza con terminar con la que vuelve a ser favorita de Rajoy a principios de este año.
El derrumbe de toda una estructura que comienza en marzo de 2018
La caída de Cifuentes desata una guerra interna recrudecida por el temor a la información que puede contener el adversario. "Ya no vale acabar políticamente con el rival, también puede destruirse a la persona. Estamos acojonados", se podía leer en varios medios de comunicación por parte de un destacado miembro del PP.
Su dimisión parecía una crisis puntual que sólo iba a afear la Convención de Sevilla, pero la que se avecinaba iba a ser, como se dice coloquialmente, 'gorda'. La sentencia de Gürtel condena al PP, el primer partido nacional en el gobierno y señala que la formación "se enriqueció en perjuicio de los intereses del Estado". Ese Estado que están gobernando.
Y, tras ello, una moción de censura exprés que se carga el Gobierno sin que nadie se diera cuenta. La hecatombe. Mariano Rajoy dimite y anuncia que no intervendrá en su sucesión, todo un dardo para Aznar. Pero estos dardos y pirámides se vuelven en contra.
La corte juvenil que Rajoy había cuidado con cariño, es decir, Maroto, Andrea Levy y Pablo Casado; deciden rebelarse. ¿Por qué? Porque el equipo de Casado empieza a fotografiarse con María San Gil o Jaime Mayor Oreja; aquellos a los que Rajoy expulsó del partido. Necesitan hacerse un hueco entre las dos favoritas y lo consigue a pasos agigantados.
Y sí, Casado empieza a ser el favorito. ¿Por qué? Porque Feijóo renuncia. Y todos miran a Soraya. Ya se sabe, cuando faltan cartas en un castillo de naipes, la estructura empieza a caer. Cospedal se une a la batalla y, tras su caída en primera vuelta, regala el aparato a Casado. Una traición, pero que se entiende por las rencillas que promovió el jefe. Y todo, al final, se vuelve en contra: Rajoy se tiene que tragar de nuevo la mano de Aznar en su partido.
El poder monolítico de Casado
El nuevo líder del PP no está dispuesto a seguir los pasos de su antecesor. Pablo Casado, joven pero criado bajo el ala de Esperanza Aguirre, opta por favorecer un poder monolítico y no piensa alentar conflictos internos.
Debe todo su poder a Cospedal, así que enseña la puerta de salida a Soraya, que termina 'enchufada' en el Consejo de Estado por su rival, Pedro Sánchez. El marianismo vislumbra la caída de Cifuentes, Feijóo y Soraya en solo cuatro meses.
Pero aún falta Cospedal. Era el último dique frente a Aznar. El último resquicio de la anterior etapa y con influencia gracias a la colocación de sus afines. Pero unos audios con Villarejo en los que maniobra para tapar la Gürtel con el apoyo "del jefe" terminan con su carrera.
¿Y ahora qué? Todo dependerá del nuevo líder y de su altura de miras. La división entre los afines de la exsecretaria general y el nuevo presidente son palpables y más aún tras los últimos acontecimientos.
Los mitines multitudinarios como los que llenaban la plaza de toros de Valencia son pasado, por lo que ahora queda una etapa de incertidumbre. Y, sobre todo, una duda: ¿las cenizas del marianismo se cobrarán la venganza?¿Hay más material que el currículum de Casado? Todos estos aspectos ya son futuribles y, para ello, habrá que esperar. Disfruten de este 'Juego de Tronos': la realidad, muchas veces, supera la ficción.