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David Pastor: "La tecnología ha ido más rápido que la educación, metimos muy pronto las pantallas"

El filósofo reflexiona sobre el auge del individualismo o la promoción de las pseudociencias en el mundo actual.

David Pastor: "La tecnología ha ido más rápido que la educación, metimos muy pronto las pantallas"

El auge del individualismo en la paradoja de un mundo hiperconectado. La propagación de pseudociencias en plena era de la información. La fortaleza de las fuerzas nacionalistas o populistas en plena era de la globalización. ¿Qué ocurre en la sociedad y hacia dónde nos dirigimos? ¿Estamos haciendo un buen uso de las nuevas tecnologías? ¿Cómo influyen en los más jóvenes?

"Llevamos ya dos generaciones totalmente criadas en la era de las pantallas y vemos un auge de casos de ansiedad, depresión o TDAH, que viene también unido a un impulso de un sentimiento individualista que lleva a desconfiar incluso de los vecinos", se muestra tajante el filósofo David Pastor Rico, que ha presentado recientemente su nueva obra, 'Era de idiotas: Educar en la confianza para crecer en sana convivencia' (Ariel). Con él charlamos del escenario al que nos enfrentamos.

Utilizas el término 'idiotas' en tu libro, que tiene un peso muy importante. Cuenta con una larga historia detrás. ¿Acaso abundan ahora los idiotas?

Intento ceñirme al término griego 'idiotes', que hace referencia a aquel ciudadano que solo se preocupa de sus propios asuntos y no de los asuntos públicos, de los demás, de lo de todos. El problema es que ahora, cuando doy la definición, mucha gente no entiende qué es lo negativo.

Decía Aristóteles que solo aquel que no tiene amigos es imposible que sea feliz. El individualista, el egoísta, por definición, aunque crea que va a conseguir la felicidad, no lo va a lograr nunca, porque la felicidad no es una meta, sino un camino, un modo de entender la vida que parte fundamentalmente de no estar solo.

Lamentablemente, estamos en una sociedad que adolece del mal del individualismo, que desde mediados del siglo XX establece incluso que el egoísmo es algo natural, algo que ahora sabemos que es falso. Se trata de unos planteamientos muy enraizados en un pensamiento que llamamos neoliberal, y que realmente no responde a la esencia humana, porque durante toda nuestra historia nos hemos necesitado los unos a los otros para sobrevivir. Y todo, a pesar de haber estado dándonos hostias, porque igualmente ha sido entre tribus, que igualmente son necesarias para la supervivencia. Hoy está de moda y el sistema lo ampara.

Das una imagen un poco negativa, parece que no hay voluntad de abandonar esa 'era de los idiotas'. ¿Qué ocurre que no progresamos en este sentido? ¿Qué puede acarrear como sociedad?

Lo que vemos es que a pesar de que la sociedad está progresando, porque no dejamos de ser animales gregarios; el precio del individualista cortoplacista nos está llevando a unas cotas elevadas de estupidez y de problemas de desarrollo mental.

Estamos viendo cómo algunos especialistas, como Michel Desmurget, en 'La fábrica de cretinos digitales' nos explican que hemos bajado 7 puntos de cociente intelectual por generación y hablamos ya de dos generaciones desde la aparición de las pantallas, pero además vemos un aumento de niveles de ansiedad o depresión o TDAH. Todo eso viene muy de la mano de ese individualismo que ha dejado de confiar en los vecinos, que se ha cerrado sobre sí mismo y que nos está trayendo consecuencias nefastas.

Algunos especialistas, como Michel Desmurget, en 'La fábrica de cretinos digitales' nos explican que hemos bajado 7 puntos de cociente intelectual por generación y hablamos ya de dos generaciones desde la aparición de las pantallas

En España estamos viendo cómo el nivel de suicidio infantil está en su tasa más alta de historia y ya es la primera causa de muerte en esta franja de edad. Todo va de la mano, niños que ven cercenadas sus posibilidades de desarrollo, tanto en actividad psicomotora, habilidades sociales o pensamiento crítico, precisamente porque los padres están encerrados en su casa, le han puesto un teléfono o una tableta en las manos, y la única posibilidad de desarrollo total del ser humano es mediante el juego, que salgan a la calle.

Ya lo decía Platón y Aristóteles, no solo los pedagogos, llevamos 2.500 años sabiendo cómo nos desarrollamos porque llevamos 300.000 años desarrollándonos igual. Y las tecnologías no dejan de ser un aparato que está en las manos, porque todavía no tenemos una ampliación 3.0 de nuestras habilidades cerebrales (el transhumanismo), y por lo tanto debemos seguir desarrollándonos en base a nuestra biología y no en base a nuestra tecnología.

En todo caso, también es cierto que se da la paradoja de que vivimos en una era de la hiperconectividad. Precisamente a través de las redes sociales también accedemos a personas con las que a lo mejor no compartimos un entorno geográfico pero sí determinadas circunstancias o intereses. ¿Por qué precisamente se exacerba el individualismo en este contexto?

Es necesario un cambio más profundo. Esta posibilidad de hiperconectarse no responde desde un pensamiento crítico maduro, sino desde un pensamiento blando, un desarrollo no completo de las habilidades sociales o de raciocinio.

Estamos viendo que muchos jóvenes, cuando se conectan a las redes sociales, lo hacen porque están sintiendo algún tipo de déficit, pasa por un problema amoroso o de bullying, alimenticio, problemas puramente emocionales, que no han pasado por el desarrollo racional, como un terapeuta o un amigo que le pueda explicar qué les está pasando y ayuden a superar esta situación.

Estos jóvenes están en situación de vulnerabilidad emocional y lo que están encontrando son grupos de gente que están igual de angustiados y doloridos por este problema emocional. Esto solo produce un descenso en espiral, no un ascenso en espiral que decía Foucault. Todas esas emociones lo que deben llevar es a aprender y a superarnos a nosotros mismos, pero si yo solo me rodeo de gente homogénea con un problema emocional igual que el mío, nadie sale de ese agujero, nos agudizamos en el problema.

La diferencia con las redes sociales tradicionales es que el entorno social es heterogéneo, y esto permite conseguir perspectivas de nuestros problemas y aprender posibles salidas. Por el contrario, las nuevas redes sociales nos ofrecen tan solo un entorno homogéneo con gente con los mismos problemas que nos lleva a hundirnos en ese problema. Una de las cosas que cualquier terapeuta puede decir cuando se enfrenta a un adolescente o joven adulto, es que abandone las redes sociales porque solo contribuye a hundirse más.

Has mencionado también la mayor caída del cociente intelectual por el uso de pantallas, pero precisamente esto ocurre, también, en una época en la que tenemos acceso a toda la información inmediatamente en la palma de nuestra mano. ¿Qué falla? ¿Se ha adaptado bien el sistema educativo a la hora de enseñar a gestionar esa avalancha?

En el libro precisamente doy unas cifras muy duras, que son las cifras de la Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Educativo. Se trata de un análisis muy exhaustivo que se realizó en 2015 donde resultó que cuando se le preguntaba a los jóvenes de secundaria y bachillerato de todo el mundo occidental si se creían con las habilidades de pensamiento crítico suficientes para encontrar información importante en internet, el 89% decía que sí, pero cuando se hizo el estudio de campo sometiéndoles en realidad a buscar esa información, solo el 2% de los jóvenes del mundo occidental era realmente capaz de encontrar información relevante en internet.

Solo el 2% de los jóvenes del mundo occidental es realmente capaz de encontrar información relevante en internet

El problema es que la tecnología ha ido mucho más rápido que la asimilación por el sistema educativo, hemos metido muy pronto las pantallas en clase, esperando obtener inmediatamente resultados, pero no ha dado tiempo a una correcta formación del profesorado, a la asimilación por parte de la sociedad o al tutelaje de los mayores. En este último caso, vieron cómo les ponían una tablet a sus hijos en las manos y concluyeron que la podían extender fuera del aula, pero los resultados no lo han avalado.

De hecho, en Noruega, hace menos de un año, se hizo un experimento en Bachillerato que eliminó todos los dispositivos durante seis meses. En solo seis meses desapareció el bullying, se suavizaron mucho los problemas de ansiedad y depresión, se incrementaron los niveles de comprensión lectora, los niveles de pensamiento abstracto...

Por estos motivos, Noruega está trabajando ya en una ley más severa, al igual que Francia, que quiere prohibir los dispositivos a menores de 15 años, e Inglaterra a menores de 16. Porque hablamos de redes sociales, mientras que olvidamos que por ejemplo nuestros jóvenes tienen su primer encuentro con la pornografía con solo nueve años, precisamente por esos teléfonos y tabletas que ceden sus padres.

Por todo ello, la tecnología nos ha pasado por encima, aunque no es la primera vez que ocurre. Lo mismo ocurrió con el uso del coche a principios del siglo XX, tras una barra libre en el uso de vehículos, se comenzó a legislar. Ahora nadie ve un problema en que haya un examen desde los 18 años que le legitime para conducir un coche. Quizás ocurra lo mismo dentro de 15 o 20 años, cuando todos los países tengan una homologación del uso de estas tecnologías. Hemos tenido un tiempo de aprendizaje, hemos visto cuáles son los problemas y ahora hay que legislar y ponerlo sobre la mesa.

¿Qué consejos le darías a los padres?

Es muy sencillo, volver a lo que nos hace humanos. No solo seres racionales que tienen capacidad de pensar en abstracto y comunicación, sino que es la comunicación lo que posibilita el desarrollo del pensamiento. Y para ello, precisamente los que vivimos en España, con una de las tasas de seguridad ciudadana más altas de Europa, con los índices de criminalidad más bajos del Viejo Continente, uno de los momentos más dulces a nivel social, la gente tiene que volver a hacer suyas las calles y los niños tienen que volver a jugar fuera.

La gente tiene que volver a hacer suyas las calles y los niños tienen que volver a jugar fuera

Cuando eso suceda ya no se necesitarán tanto los teléfonos excepto para estar conectados, y poder encontrarse en la calle a jugar. Cuando eso suceda, este fenómeno de salud mental y problemas de inteligencia, se podrá revertir. Por suerte, los niños tienen un cerebro muy plástico y reaccionan muy bien, seguramente será más complicado para gente de mayor edad, porque esto produce adicción.

Por esto, el mejor consejo para los padres es guardar el teléfono en un cajón al llegar a casa y, si no es posible, echarlos a la calle a jugar, lo que ha venido pasando siempre cuando hemos tenido la posibilidad de que nuestros niños tengan ocio y no han tenido que estar trabajando.

Estamos en una época en la que se habla de un auge de fuerzas autárquicas, nacionalistas, populistas... Pero también un ascenso de las pseudociencias. ¿Es también consecuencia de lo que estamos hablando, de ese individualismo? ¿Están relacionadas con esa falta de un pensamiento crítico entre la población? ¿Crees que todo esto está relacionado?

Todo está absolutamente relacionado. Como bien explica el filósofo José Carlos Ruiz, el pensamiento crítico parte de poner en juego, no solo como pienso y mi contexto, sino también cómo piensa el otro y ponerlo en su contexto. Cuando eso desaparece, llega un pensamiento único que es puramente emocional.

Si te fijas, estamos hablando de terapias emocionales, de gestión emocional, porque nuestro principal problema es que hemos apartado el pensamiento crítico, hemos puesto la emoción encima de la mesa, le estamos dando un valor que no tiene. El filósofo te dirá que la emoción aparta el pensamiento, que es necesario regirse por el pensamiento, pero todo oportunismo populista se aprovecha precisamente de las emociones. Ningún partido presenta un programa, presentan un decálogo de emociones, en el que te dice que tienes que odiar a uno, amar una concepción de país...

En algunos medios ocurre igual. Ahora estoy colaborando en 'Conspiranoicos' en laSexta y estamos luchando continuamente contra un pensamiento irracional basado en las emociones. Ese pensamiento que alude a que hay una mano negra que gobierna el mundo y que nos quiere poner vacunas para someternos, no es más que un juego de emociones y lo que es necesario es empoderarnos frente a la mentira y la falacia.

Pero esto no es nada menos que la 'doxa', que se dice en griego, no es 'logos'. Todo esto es opinión, no razón, y las opiniones nunca nos llevan al conocimiento, llevan a la manipulación de las emociones. Decía Platón que aquel que sepa contar historias gobierna el mundo, y el que cuenta historias no es el que cuenta la verdad, sino el que mejor manipula las emociones para lograr su objetivo.

Hablas también en tu libro de la pérdida de conciencia de clase y cómo ese debate ha virado hacia otro tipo de cuestiones más identitarias. ¿Estamos hablando de un cambio generacional o realmente estamos perdiendo una cuestión valiosa?

Es el tenor de los tiempos. Si yo puedo utilizar la individuación, que es este proceso de la hiperetiquetación que todos estamos sufriendo, no es solo pertenecer a cada colectivo, sino que dentro de cada colectivo estoy en un subgrupo que pertenece a diferentes subgrupos y quiero una etiqueta única, en el fondo lo que estamos haciendo es desarticular la posibilidad de presión de grupo que puede realizar un grupo grande en sí, dividiéndolo hasta el absurdo, para desarticular un grupo.

Los feminismos de primer, segundo o tercer ciclo, hasta los últimos movimientos, tenían posibilidad de cambio en el grupo. Pero si empezamos a subdividirlo para ser más independientes, es cuando estamos viendo que incluso dentro de movimientos LGTBI hay peleas internas. Eso lo único que lleva es a la división absoluta, igual que las subdivisiones de las izquierdas y de las derechas, vemos una atomización social absoluta que lo que busca es la reivindicación del individuo único, que lleva a una pérdida de fuerza social.

Darle la espalda al sentimiento de clase es dar poder a los movimientos para que finalmente sean ciertos poderes hegemónicos los que rijan y consigan lo que quieran

Darle la espalda al sentimiento de clase, sea el que sea, es dar poder a los movimientos para que finalmente sean ciertos poderes hegemónicos los que rijan y consigan lo que quieran. Y aquí es bueno recordar que estamos hiperconectados, pero enfermos, intoxicados y no somos capaces de entenderlo. Al final solo vamos a atender a aquella información que responda a nuestro sesgo de confirmación, que creemos que es único y solo consumimos aquello que creemos. Por tanto, estamos debilitando toda fuerza y todo pensamiento crítico.

En esta materia tiene una gran importancia la educación. Siempre se ha puesto el modelo finlandés como ejemplo, donde hay una gran presencia de la escuela pública, que también tenemos en España. No sé si crees que se puede equiparar en esta cuestión a ambos países y si miramos lo suficiente al norte de Europa.

No hacemos más que mirar nuestro ombligo. Tenemos un sistema educativo que pudo ser muy bueno en determinados momentos históricos, desde el tardofranquismo hasta los primeros años de la democracia, pero cuando utilizamos el sistema educativo como herramienta política, que es algo que han hecho todos los partidos cuando han llegado al poder cambiando la ley educativa, al final se convierte en un cortijo de tres o cuatro.

Cuando utilizamos el sistema educativo como herramienta política, al final se convierte en un cortijo de tres o cuatro

Además, como las autonomías tienen la potestad de gestionar el sistema educativo, se acaba convirtiendo en un reino de taifas donde cada grupo político en el poder utiliza la ley educativa para adoctrinar y para lograr sus objetivos.

Ahora me está sonando muy viejo este movimiento que está apareciendo en determinadas comunidades autónomas como Madrid, donde quieren volver a la jornada partida en la escuela. Pero hay que recordar que la jornada partida ya existía antes porque respondía a la necesidad de que los padres trabajaran muchísimas horas y que los niños estuvieran estabulados como ganado en la escuela, no aprendiendo.

Ahora resulta que precisamente en Madrid se quiere aumentar la ratio de horas de trabajo y también quieren volver a imponer la jornada partida en la escuela. La escuela no está respondiendo a una necesidad educativa, sino a una necesidad política, social y económica. Por ello, la educación está subyugada a un poder ulterior.

En Finlandia, el gran logro no es un modelo educativo, sino el camino. Fue un pacto de Estado total, en el año 1994, donde todas las formaciones políticas apostaron que el tesoro nacional eran sus niños y jóvenes. Por eso blindaron la educación hasta el punto de que solo se permitía meter más dinero, pero no intervenir ni utilizarla como un ariete político. Ojalá un día en España seamos capaces de hacer una gran ley educativa que aúne a todos, con un gran pacto de Estado para todos y que no se vuelva a tocar en los próximos 25 años.

En Finlandia, el gran logro no es un modelo educativo, sino el camino

El problema de todo es que estas leyes se hacen cada cuatro años, pensando en la duración de la legislatura, para apuntarse un tanto político. Pero de este modo destrozan la posibilidad de una educación a medio plazo, que es lo que necesitamos.

Cualquier alumno, cuando empieza su currículum académico, hasta la universidad, afronta un período de casi 20 años. Por eso lo que se necesita es que la política educativa no cambie en 20 años para ver los resultados y por supuesto nos está yendo como nos está yendo porque no lo estamos haciendo.

¿Hay alguna carencia en Finlandia en todo caso?

Finlandia a veces se pone como el mayor ejemplo, pero también tienen sus problemas propios. Pero en todo caso están trabajando sobre ellos y además, que tengan un buen sistema educativo no significa que no lo estén jodiendo ya.

El último presidente ya está metiendo las manos en el sistema educativo y lo puede destrozar si quiere. El ejemplo de Finlandia es un ejemplo de cómo un país, si lo tiene claro y acuerda, puede generar un cambio a nivel total. El ejemplo de Finlandia está más en cómo lo han gestionado que en los resultados, aunque sean buenos, puede revertirse con malos políticos, los ciudadanos también pueden perder la confianza entre sí porque dejen de hacer su trabajo como ciudadanos y se puede ir todo al traste.

El sistema democrático requiere la implicación total y permanente de sus ciudadanos durante todo el día, y quizás sea un precio que muchas veces no queremos pagar.

¿Hay algún modo de ser optimista hacia el futuro con lo que hemos planteado?

El único modo de ser optimistas es que, como seres humanos, tengamos capacidad de cambio. En muchas situaciones oscuras hemos sido capaces de dar un giro de timón, de trabajar todos hacia el mismo objetivo, sobre todo porque hemos sido capaces de localizar un enemigo común.

El único modo de ser optimistas es que, como seres humanos, tengamos capacidad de cambio

Cuando lo hagamos, y no son las redes sociales, puesto que la tecnología de por sí no es mala, sino el uso pernicioso; el quid de la cuestión está en la falta de confianza interpersonal y en la deriva social que tiene. Si somos capaces de localizar al enemigo y hacer causa común, podemos salir. Finlandia lo ha conseguido en muy pocos años, por lo que nosotros también podemos.

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