En septiembre de 2015 el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ponía en marcha el plan de Bruselas para atajar la crisis humanitaria que está viviendo el continente a raíz de los conflictos bélicos de otros países y de los que huyen miles de personas. Unas 160.000 personas llegadas a Grecia e Italia debían ser acogidas por los Estados miembros pese al rechazo frontal de los países del Este. Hasta ahora, solo 28.242 de ellos han sido trasladados, un 18% del total. España no ha logrado sus objetivos y se encuentra a la cola junto a los países que rechazaron este acuerdo.
El único compromiso vinculante acordado por la Unión Europea (UE) para dar respuesta a la demanda de miles de seres humanos que huyen de las desgracias y las guerras de sus países, ha supuesto un tremendo fracaso. Las cifras así lo confirman. Tan solo Malta, que debía a coger a 137 personas, ha cumplido su palabra. Finlandia ha logrado llegar al 92% de cumplimiento de la cuota de acogida de la primera etapa del proceso de reubicación. La segunda etapa de reubicación aún no se ha aplicado porque los países no han cumplido con la primera.
Causas del fracaso del plan de la UE
España es el octavo país con mayor tasa de incumplimiento. De los 160.000, le correspondían 16.231. Solo ha acogido al 14% de los refugiados que se comprometió a trasladar desde Italia y Grecia. A estos, hay que sumarles 1.449 personas comprometidas por el Gobierno de Rajoy en un acuerdo paralelo en el que los Estados miembros acogerían a más de 20.000 personas desde los países extracomunitarios que más refugiados reciben. En esta ocasión, España solo ha acogido a 631 personas, 1.910 en total si se tiene en cuenta también el plan de Bruselas.
Incluso Rumanía, uno de los países que votó en contra del plan de Bruselas, ha llevado hasta un 17% el plan de acogida de los 160.000, un 3% más que España.
Cifras aparte, el sistema de acogida y su puesta en marcha ha arrastrado una serie de errores que explican el poco cumplimiento por parte de los Estados. Aunque, claro está, la voluntad política para darle solución ha brillado por su ausencia.
Según la ONG de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), limitar el programa a determinadas nacionalidades, no obligar a los Estados al cumplimiento del plan, la descoordinación entre los agentes encargados del realojamiento y el acuerdo entre Turquía y la UE son las principales razones por las que el plan ha supuesto un fracaso absoluto.
Entre los 10 países que más han incumplido el plan de realojamiento se encuentran: Polonia, Hungría, República Checa, Austria, Eslovaquia, Bulgaria, Croacia, España, Rumanía y Francia.
La historia de Aylan Kurdi
En septiembre de 2015, todos los medios nacionales e internacionales abrían su portada con la historia de un niño sirio de tres años que había aparecido muerto en una playa turca de Bodrum. Su familia residía en la ciudad kurda de Kobani y huía del terror del Estado Islámico, que había sometido la zona. Sin embargo, Aylan Kurdi, el nombre del menor, no lo logró. Y fue cuando una fotografía suya en las orillas de la playa en la que aparecía boca abajo con una camiseta roja y pantalones cortos retrataba el drama de los refugiados y sacaba los colores a los gobiernos europeos por su inacción.
Fue entonces cuando Bruselas se puso manos a la obra y lanzó un plan -poco ambicioso para muchas ONGs y plataformas en pro de los derechos de los refugiados- para que los Estados miembros se comprometieran a acoger una determinada cuota de exiliados. Sin embargo, dos años más tarde, cuando se cumple la fecha en la que se tendría que haber cumplido con el realojamiento de refugiados, se desmuestra el fracaso de la UE, pese a que ni siquiera sus gobiernos se encuentran parasitados -todavía- por los partidos xénofobos y de ultraderecha que están surgiendo al calor de la crisis económica y social, como lo demuestra la entrada por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial de los neonazis de Alternativa para Alemania (AfD) en el Bundestag.
El acuerdo con Turquía
El plan puesto en marcha a raíz del escándalo de Aylan Kurdi salió adelante pese al voto en contra de República Checa, Hungría, Eslovaquia y Rumania. Tras este debilitamiento de la propuesta, llegó el acuerdo entre la UE y Turquía.
Con este trato, se ha reducido un 97% las llegadas de refugiados a través de este país. Además, se estableció que todos los refugiados que llegaran a las costas griegas a partir del 20 de marzo de 2016, incluidos los sirios, debían ser devueltos a territorio turco. Sin embargo, los centros de acogidas de las islas siguen congestionados.
La mayoría de los Estados miembros han tratado de reducir la entrada de los solicitantes de asilo político. Las presiones políticas que han surgido durante los últimos años con los partidos xenófobos y ultraderechistas, han presionado a los partidos tradicionales para que cedan y no cumplan con los objetivos de Bruselas. Sin voluntad política, no habrá una solución para las miles de personas que huyen despavoridas del horror.
Por otro lado, la limitación por nacionalidades de la entrada de refugiados supone un gran golpe para la reubicación. Solo aquellos que superaban una tasa de reconocimiento de protección internacional de un 75% de media podían ser beneficiarios del plan. Este criterio limita la entrada de miles de personas procedentes de Afganistán, Irak, Sudán o Nigeria, que no cumplen con este requisito pese a que huyen de guerras al igual que otros refugiados.
Tras dos años del programa, aún quedan 54.000 refugiados en el aire que debían ser trasladados a Hungría, uno de los países contrarios desde el principio. El reparto de esas miles de personas queda aún pendiente. A los europeos no se les puede olvidar, como recordó el presidente de la Comisión Europea al aprobar el programa, que "cerca de 60 millones de personas" fueron refugiadas tras la Segunda Guerra Mundial. Si la voluntad política no es capaz de reasignar a todos los exiliados, será la Historia la encargada de juzgar los atroces errores de una Unión Europea que se dice ser abierta, social y acogedora.