Los confinamientos han sido un arma realmente eficaz en la lucha contra el coronavirus, aunque hasta la fecha hemos realizado, si se puede calificar con esta palabra, lo "fácil".
Encerrar a la gente en las casas era prioritario, pero no tenía mayor complejidad. Ahora, el verdadero reto surge con la desescalada. ¿Cómo se garantiza que los ciudadanos pueden regresar a la vida, la economía a su funcionamiento sin que haya rebrotes descontrolados y volvamos al punto de partida?
Este asunto es el que ahora ocupa gran parte del tiempo de los epidemiólogos y también dirigentes. Conscientes de que va a haber fallos, la única vía posible es apostar por el método científico: ensayo-error. Pasos graduales que puedan ser revertidos en cuanto se registre algún dato negativo. Esta parece ser la clave.
Inmunización controlada
Parece complicado evitar que el actual coronavirus termine fuera de la circulación, puesto que la categoría de pandemia implica una expansión descontrolada por todo el planeta.
La actual crisis sanitaria se parece en gran medida a la pandemia de gripe de 1918. Con una población cuyo sistema inmunitario desconoce por completo el virus, la incidencia y la mortalidad se disparan de manera considerable.
Por el momento, seguirán en teoría los contagios, aunque a una cifra mucho más baja que en los meses previos. Con ello, se puede garantizar que el sistema sanitario puede ofrecer una atención mucho más adecuada para cada paciente y que, sobre todo, no se abandona nadie en las UCI, como se ha producido durante el pico de la pandemia.
El grado de inmunización será determinante. No hay constancia del tiempo en el que el cuerpo evita por completo las reinfecciones por el Covid-19, pero todo apunta a que cuando se producen bajan de manera destacable en su intensidad: el cuerpo ya conoce el patógeno y sabe cómo combatir con mayor eficacia.
De una manera controlada, la apertura de los confinamientos avanza hacia ese escenario. El problema, no obstante, se encuentra en los colectivos más vulnerable: sin inmunización, el virus puede ser especialmente duro con ellos.
La ansiada vacuna
El verdadero punto de inflexión, se espera, llegará con la ansiada vacuna contra el coronavirus. Con ella, se puede garantizar que los colectivos de riesgo se puedan inmunizar frente al coronavirus de una manera segura, sin exponer sus vidas.
Este será, en teoría, el verdadero punto de vuelta a la normalidad, aunque habrá que esperar al menos hasta mediados de 2021 para que haya una herramienta efectiva y fácil de producir en masa.
Pero no todo es tan fácil. La vacuna promete la vuelta definitiva a la normalidad, pero esta pandemia ha sido muy diferente a otras pasadas, como la gripe A o las vacas locas.
La cantidad de muertos (sobre todo en potencias del Primer Mundo, puesto que este tipo de epidemias son algo más frecuentes en el Tercer Mundo), llevarán a plantear el coronavirus como una especie de 11-S, aquel que cambió por completo nuestra manera de viajar en avión.
Algunas de esas medidas que podrían quedar para el futuro: el uso de mascarillas en grandes concentraciones, como ya sucedía en los países asiáticos; la reducción de aforos en bares y discotecas; la desinfección constante de artículos en tiendas o la eliminación de los probadores; el final de las tapas para no compartir platos... algunas costumbres 'de toda la vida' van a cambiar. Será la verdadera nueva normalidad. Aquella que permanecerá tras el final real de la crisis sanitaria.