"Se ha convocado un consejo de ministros extraordinario para decretar un estado de alarma en todo nuestro país durante los próximos 15 días", fueron las palabras del presidente del Gobierno Pedro Sánchez un 14 de marzo de 2020. Desde hacía meses nos habían estado llegando noticias de un virus muy contagioso, parecido a la gripe, que había aparecido en una ciudad china llamada Wuhan. Durante ese tiempo, aparecería una de las caras del covid en nuestro país, la de Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias. Sería el encargado de realizar una de las declaraciones que más le acompañarían a lo largo de la crisis: "No hay razón para alarmarse por el coronavirus". Las semanas pasaban y seguían saliendo noticias de la aparición de casos en Australia, Ecuador, Japón, Francia, Alemania, Italia... hasta que llegó a España, en concreto a la isla de la Gomera, en Canarias, el 24 de marzo de aquel fatídico año.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), agencia que, a través de sus distintos comunicados, ruedas de prensa y advertencias, nos acompañaría durante toda la pandemia, sería la encargada de dar la voz de alarma el día 9 de marzo, calificando el brote de coronavirus en China como una pandemia global, cuando ya sabíamos de casi 120.000 contagios y 4.300 fallecidos en 114 países. Un día antes, Italia había decretado un confinamiento nacional para aislar a todas las personas del país en sus casas durante un periodo de dos semanas para contener al virus.
El estado de alarma
Llegó el 14 de marzo y, lo que parecía un escenario de ciencia ficción, se hizo realidad. Se anunció el comienzo del estado de alarma por un período de 15 días, el cual implicaba un confinamiento como el del país transalpino y que se aplicaría más tarde en la mayoría de países del mundo. De un día para otro las calles se vaciaron y 46 millones de personas se encontraban encerradas en sus casas, con desconcierto, miedo e incertidumbre, porque los días pasaban y las noticias solo hacían que anunciar cómo los casos de Covid-19 solo hacían que aumentar.
El miedo a una gran recesión económica por la paralización del comercio fue apaciguado por el Gobierno del PSOE y Unidas Podemos que, el día 17 de marzo, aprobó el plan de expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE). Se movilizaron cerca de 100.000 millones de euros públicos en avales para apoyar a las empresas en dificultades con el fin de evitar los despidos que la crisis iba a implicar. Por otro lado, se destinaron cerca de 1.000 millones de euros a las autonomías como apoyo a las residencias de ancianos y a los servicios sociales, para evitar el colapso sanitario.
Como cabía esperar en ese momento, el estado de alarma se prorrogó y se suspendió toda la actividad no esencial durante un periodo de dos semanas. Durante ese periodo de tiempo, en la primera quincena de abril, solo los trabajadores de unos escasos puestos de trabajo, considerados imprescindibles, pudieron asistir a sus puestos para proseguir con su actividad, mientras que la mayoría de la población se encerró a cal y canto en sus casas. Empezamos a ver los primeros indicios de relajación de las medidas a finales de abril, en concreto el día 26, cuando se anunció que los niños de 14 años iban a poder dar paseos con sus padres durante una hora al día.
La desescalada
Ese fue el momento en el que se nos introdujo uno de tantos conceptos que desconocíamos en ese momento: la desescalada. Semana a semana el Gobierno iba aprobando nuevas medidas, como el permiso para dar paseos o hacer deporte en ciertos momentos del día. La situación epidemiológica seguiría mejorando hasta el 28 de abril, cuando se anunció el comienzo del fin del confinamiento, en un sistema de fases en cada comunidad autónoma, que se actualizarían semana a semana, hasta llegar al fin de todas las restricciones de movilidad y de horarios, que se dio el día 21 de junio, con el fin del estado de alarma.
La población española saldría de nuevo a la calle, con total libertad, justo al comienzo del verano. Los comercios volvieron a abrir y la economía se reactivó, para el beneficio de todas las personas, tanto trabajadores como consumidores. El riesgo de que la situación del covid volviera a empeorar estaba presente en todo momento, algo que se hizo tangible el 14 de agosto de ese mismo verano, cuando el Ministerio de Sanidad cerró todo el ocio nocturno y los horarios de la hostelería se limitaron. La situación epidemiológica solo hizo que empeorar y el 25 de octubre volvió el estado de alarma, sin confinamiento, y apareció uno de los conceptos, propio de películas bélicas y de libros de historia, que acompañaron a toda España durante unos cuantos meses: el toque de queda nocturno.
La llegada de las vacunas
Las mascarillas y los cierres fronterizos entre comunidades nos acompañaron durante un largo periodo de tiempo. Con la llegada de las Navidades llegaría algo de esperanza con, a parte de la permisividad de volver a ver a nuestros familiares, el comienzo de la vacunación. Pfizer, Moderna, AstraZeneca... serían nombres que nos acompañaron durante muchos meses para darnos algo de esperanza en el comienzo de ese año 2021, que también trajo una nueva ola de contagios por las relajaciones en las restricciones, en concreto fue la tercera a la que nos enfrentábamos. A pesar de ello, los contagios bajaban mientras la vacunación proseguía a un buen ritmo, que permitió el 9 de mayo de 2021 terminar con el segundo estado de alarma, y el 26 de junio terminar con la obligatoriedad de mascarillas en exteriores.
Con la relajación de las restricciones vino el aumento de los contagios y España hizo frente a dos olas más durante los siguientes meses, que no supusieron un gran aumento en las hospitalizaciones, por lo que no se tradujo en un aumento en las restricciones. La mala noticia llegaría a finales de ese año, cuando Sudáfrica le dio un mensaje al mundo: había aparecido la variante Ómicron. Una mutación del original mucho más contagioso y que llegaba justo antes de las festividades navideñas. Los PCR y test de antígenos caseros llegaron a nuestras manos con el fin de evitar la sobrecarga del sistema sanitario, mientras la tercera dosis de la vacuna llegaba a cada vez más población.
El fin de la pandemia
A pesar de que el año 2022 estuvo marcado por la propagación de la variante Ómicron, que se hizo la predominante en casi todo el mundo, las restricciones no volvieron y la 'nueva normalidad' siguió adelante. El control del covid durante la primavera de este año se relajó y se procedió a una normalización de la enfermedad, con el fin de los confinamientos individuales cuando se producía un contagio, así como dejando de publicar los casos en menores de 60 años. El 20 de abril llegó el fin de la obligación del uso de mascarillas en interiores, algo que no se tradujo en un aumento de la presión hospitalaria en verano. La situación estuvo estabilizada durante todo el año, algo que siguió en este 2023. La ultima medida eliminada fue el uso de mascarillas en el transporte público el 7 de febrero de este año, algo que solo hace que acercar el fin total de la crisis por el coronavirus.
Esta pandemia nos ha dejado una gran cantidad de aprendizajes, que deberemos de tomar para situaciones futuras. Qué medidas han sido útiles y cuáles no, la importancia de una coordinación entre las comunidades y el Gobierno, la responsabilidad individual, la importancia de un sistema sanitario de calidad y que pueda prever cualquier crisis... todo esto deberá de estar en la cabeza de las próximas generaciones para que una crisis de esta magnitud no vuelva a ocurrir.