Cristina B., una joven valenciana de 24 años, se había integrado en la vida de Cullera (Valencia) con normalidad hasta el año 2017, como atestiguan sus redes sociales, donde aparece vestida de fallera o participando en competiciones deportivas con amigas.
Todo cambió repentinamente hace 11 meses, cuando fue conocida de repente como 'la de negro', ya que había dejado atrás sus alegres vestidos de fallera para vestirse con niqab. Se trata de trajes negros que tapan el cuerpo al completo y solo dejaban ver sus ojos rasgados, algo que no llamó la atención de la policía.
Cristina, aficionada a la cocina y con una titulación en FP en esta especialidad, obtenía gran parte de sus ingresos del mundo de la hostelería y la elaboración de tartas. Su vida ha cambiado ahora radicalmente, con el final de una investigación realizada por la Comisaría General de Información de la Policía Nacional, acusada de pertenencia y financiación de organización terrorista.
La joven valenciana, anteriormente fallera respostera, ahora está acusada de hacer llegar "al menos 5.000 euros" a elementos del Daesh en Siria, unos hechos que quedan constatados para los agentes. Ya ha ingresado en prisión por orden del titular del Juzgado Central de Instrucción número 1 de la Audiencia Nacional, Santiago Pedraz.
Un plan para viajar a territorios del Daesh
El plan de Cristina pasaba por trasladar su residencia habitual a territorios ocupados por el Daesh en Siria. "Ya tenía los billetes comprados y los datos del contacto que la ayudaría a cruzar a territorio sirio", asegura una fuente de la investigación consultada por el diario El País.
La radicalización de la joven avanzaba a pasos agigantados, al borde de la cresta de la ola sobre la que avanzaba el Daesh tras el brutal asesinato del profesor francés Samuel Paty, asesinado en Francia el pasado 16 de octubre. "Se lo merecía", llegó a escribir en una red social sobre este caso.
Cristina, que se había hecho llamar "Fátima" desde 2017, cuando se convirtió al islam, se radicalizó de manera obsesiva desde los atentados de Barcelona y Cambrils. Acumulaba manuales sobre el uso de armas y fabricación de explosivos, algunos que compartió incluso con amigas que valoraron como "rarezas", pero que jamás le dieron de lado.
Sus padres, tras su detención, han sentido cierto alivio. La joven incluso había mostrado en redes sociales ciertas tendencias suicidas, hacia lo que en el salafismo (la corriente extremista sobre la que bebe el yihadismo) se llama martirio, perder la vida en atentados. Cristina, ahora en la cárcel, está más segura que en la calle. Al menos, es lo que percibe su familia.