Muchos crecieron y vivieron en la década de los 90 con un tremendo estrés: el efecto 2000 amenazaba con terminar con toda La Tierra y una rebelión de las máquinas que, como diría Antonio Recio, podría hacer que terminásemos entre "terribles sufrimientos". Después nos tomamos las uvas aquel 31 de diciembre de 1999 y nos quedamos tan tranquilos. Pero, también con la sensación de terminar con un siglo entero (¿a que ahora os sentís especiales?).
Sí, amigos. Los 90 marcaron gran parte de las vidas de muchos de los que ahora leéis esto. O, quizás, has llegado a esta noticia esperando comprobar cómo era esa vida de tus padres, capaces de sobrevivir en un mundo sin smartphones y sin internet.
Pero pudieron. Pudimos. Y, ahora, nos queda un buen recuerdo. Y la sensación de que, al mirar un poco atrás, venimos del Pleistoceno. Y no solo de los 90. Muchas de las cosas que leerás a continuación también se han llevado a cabo en la primera década del 2000. Malditos smartphones: han conseguido que nos sintamos verdaderamente mayores.
1 Enviábamos WhatsApp a escondidas
Muchos de vosotros habréis vivido aquellas clases infernales del colegio y del instituto en las que amenazabais con dormiros a la vista de todo el mundo. Y eso, sinceramente, como que no pegaba.
Las generaciones que han vivido pegadas al smartphone tienen la genialidad de esconder un teléfono de pequeñas dimensiones y escribir con todos sus compañeros sin ningún problema. Sin ningún problema, repetimos. ¿Dónde se encuentra esa emoción adolescente de romper las normas?
Eso es lo que pudieron disfrutar aquellos que no conocieron el smartphone hasta bien tarde. Nada como escribir en un folio arrancado del cuaderno, simular que tomas apuntes y escribir toda una declaración de intenciones. Hay que guardar la compostura, así que no había nada mejor como jugar a la papiroflexia y doblar aquellas cartas con una soltura y una forma totalmente picassiana.
La emoción de tirárselas al compañero era mayúscula, aunque siempre se corría el peligro de que la profesora te pillase. Y leyese la carta ante toda la clase. O para su intimidad. No sería la primera ocasión: recordad que su espíritu cotilla no se satisfacía con las revistas online.
Y no te olvides del Messenger o ICQ, aquellas redes sociales con las que podías hablar con tus amigos y te enorgullecías de que... ¡no tenías que pagar los 15 céntimos que costaba cada SMS!
2 Escuchábamos la mejor música de Spotify
Escuchar en nuestro teléfono la música de Spotify es tan sencillo como pulsar un icono y darle al play. Vamos, que la facilidad es bastante grande, así que nadie tiene excusa para escuchar ese nuevo hit de tu cantante favorito.
Sin embargo, por aquella época... conseguir música era toda una odisea. Una aventura solo disponible para los más listos. Si no tenías dinero, claro. Porque en ese caso, solo había que acudir a aquellas tiendas viejunas y conseguir los últimos hits.
Si eras de esos piratas (muy mal), quizás te recordarás copiando los cassetes en el 'loro' de tu primo (qué cutres éramos) o los CD's en tu ordenador prehistórico, en el caso de que fueras un adelantado.
Y no nos cortábamos en cuanto a comodidades. ¿Quién no tuvo el lujo de escuchar música en el tren o autobús con aquellos discman y walkman tan legendarios?
3 Disfrutábamos de Netflix
Al igual que Spotify, si querías disfrutar de la mejor serie o película, tan solo tienes que abrir tu ordenador, entrar en Netflix o similares y pulsar en lo que quieres ver. Repetimos: demasiado sencillo.
Si eres de otras épocas, te recordarás haciendo el esfuerzo de ¡salir de tu casa!, viajar al BlockBuster (qué recuerdos) o videoclub por excelencia y alquilando tu DVD o cinta de vídeo. Si eras uno de esos piratas del 2000 (mal), entonces te dedicarías a bajarte todo tipo de contenidos a través del Emule y echando una buena dosis de paciencia.
Tampoco faltaba tu profesora de inglés moviendo un armario de proporciones considerables y una televisión que bien podría ocupar media clase. Qué ilusión nos hacía entonces...
4 Jugábamos al Pou
Si eres de esos que todavía se divierte dando de comer y limpiando los deshechos de un moco marrón... ¡Seguro que preferiste tu Tamagochi! Es cierto que han regresado en modo nostálgico, pero ninguno será como aquellos que comprábamos en los chinos a precios ridículos.
Gracias a ellos, podíamos dar de comer a un perro en versión análogica (estaba hecho de cuatro puntos negros en una pantalla de dos centímetros) y hasta nos enseñaba lecciones de vida: ¿cuántos no terminaron descuidando a su mascota virtual viviendo un final completamente trágico? El moco marrón del Pou no tiene esa habilidad: él es indestructible.
5 Vestíamos nuestros mejores modelitos con las últimas tendencias
El tema del vestir se ha ido, quizás, muy de las manos. La proliferación de todo tipo de outfits por internet ha llevado a muchos padres a vestir a sus propios hijos como si fueran a desfilar por una pasarela de moda. E, incluso, cosas muy turbias como crear líneas de tacones de 11 centímetros para niños recién nacidos.
Las cadenas de low cost han bajado mucho el precio de la ropa... pero... ¿qué fue de aquello de heredar la ropa de los hermanos y lucir todo tipo de remiendos? Aquellos que tus padres planchaban con todo tipo de habilidad en esos descosidos tan llamativos?
Y, de paso, hay que reconocer que aquello del estilo no era el fuerte. Como niños, nos poníamos ropa cómoda y nos dedicábamos a mancharnos de barro en el parque. Sí, este comentario ha sonado a 'batallita' viejuna.
6 Pasábamos horas y horas en YouTube
La plataforma de vídeos ha sido fundamental para viralizar todo tipo de contenidos y que hayamos terminado conociendo a todo tipo de personajes llamados 'youtubers' que han cambiado nuestra vida.
Ahora, repetimos, la posibilidad de ver el último videoclip de nuestro artista favorito es tan sencillo como pinchar en dos botones y mirar a la pantalla.
¿Qué fue de aquello de sintonizar MTV, 40TV o Sol Música y pasarse horas y horas viendo videoclips esperando que llegase el tuyo? Es verdad que tampoco tenía gran mérito, pero la capacidad de estimular la paciencia... era legendaria.
7 Enviábamos las fotos de nuestra fiesta a través del WhatsApp
Llevamos dos puntos hablando de WhatsApp, pero no tiene relación con que la persona que escribe estas líneas se haya obsesionado con la app de mensajería instantánea. Es que, básicamente, había que dedicar un punto a todas aquellas personas que te dan la matraca para que le envíes la foto del día anterior en el que saliste de fiesta.
Si eres de los 90, la cosa era complicada: nos teníamos que conformar con acudir a un óptico, entregar los carretes, esperar varios días y comprobar si no habías salido bizco en esa foto. Y con la certeza de que ya había sido examinada por todo el personal de la tienda.
Si eres un avanzado del 2000, te acordarás de aquellos infrarrojos de nuestro teléfono. No había nada como estimular el contacto cuerpo a cuerpo acercando los teléfonos durante media hora a la espera de que, quizás, terminase enviando la dichosa foto.
8 Consultábamos el correo en el smartwatch
Parece propio de 'Regreso al Futuro', pero la posibilidad de contar con un aparato en la muñeca que te muestra el correo, las últimas noticias, tus últimos WhatsApp o los pasos que has dado a lo largo del día impresiona.
Pero, aunque creáis que esto es una novedad... no hay nada más lejos de la realidad. Por aquellos tiempos, teníamos la oportunidad de disfrutar de relojes muy baratos y con una gran funcionalidad: ponernos como la 'moñoño' de azúcar.
Los relojes de caramelo eran la envidia de cualquiera, aunque todo era tan sencillo como bajar a la tienda del barrio, hacerse con uno y fardar mirando aquella hora que jamás cambiaba. Y, luego, a comer.
9 Hablabas en idioma viejuno (entonces, expresiones modernas)
Dicen que los idiomas son entes vivos. Al menos, llegados a este punto, podemos comprobar que no nos equivocamos.
Quizás por el tema de la globalización y hacernos los modernos, la gente ha decidido expresarse en inglés, cual británico de Londres, pero nacido en Cuenca. 'Hype', 'crush' y otras tantas dominan esa red social de los (también antiguos) 140 caracteres.
Sin embargo, antes había mucha más intriga. Sobre todo, porque había expresiones en 'spanglish' y 'palabros' varios sin sentido que tanto furor causaban (y tan rancios suenan en la actualidad).
Entre ellos, "Efectiviwonder", "Sayonara, baby", "¿De qué vas, Bitter Kas", "Nanai de la China", "a la cola Pepsicola", "Toma jeroma pastillas de goma" o el aún peor (y en versión 'Mary Poppins') "Chachi piruli". ¿Tenéis los pelos completamente de punta? Yo también.
10 Vestías pantalones de campana y plataformas
Este punto, afortunadamente, ya no existe en la actualidad. Pero aún no comprendemos cómo os podíais vestir con aquellos pantalones que terminaban en unas dimensiones similares a la catedral de Burgos. Y que se manchaban "que da gusto". Por favor, mirad.
Tampoco faltaban aquellas personas que decidían salir a la calle con unas plataformas con mayor estilo que Disco Stu. ¿Look Drag-Queen? Al menos, lucían.