Provinciano: Nombre despectivo usado por la población madrileña (léase aquellos que llevan el suficiente tiempo en la capital como para haber olvidado sus raíces) para referirse a cualquier persona u objeto que provenga de cualquier tierra de España que no pertenezca a los dominios de Madrid.
Claro, uno ha nacido en Extremadura, Murcia o las provincias andaluzas de las que nadie se acuerda (ejem, Almería, Huelva y Córdoba, ejem) y los urbanitas de las grandes ciudades se creen que no tenemos ni línea de teléfono. El caso es que, como si esto fuera una película de Paco Martínez Soria, nosotros, los provincianos, nos dirigimos a la gran ciudad en busca de nuevas y brillantes oportunidades profesionales y personales. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce y Madrid es, digámoslo suavemente, ESPECIAL. Y es que para comprender Madrid se necesita tiempo. Tiempo que no usamos para descubrir cada esquina y rincón histórico, sino para hacernos con su vocabulario, su medida del tiempo y sus costumbres. Y es que cuando llegas a Madrid sin ser de Madrid vas a sufrir todo esto:
1 Perderse y no encontrar nada en Malasaña
Porque lo primero que te dicen cuando llegas a Madrid es que TIENES que salir de cañas por Malasaña. Es un must de la ciudad y el punto más conocido de su historia reciente. Y claro, tú decidido te diriges a Tribunal, parada de metro más cercana, te bajas y, ¿qué te encuentras? Una maraña de calles sin sentido en las cuales te puedes cruzar con:
a) un kebab abierto,
b) algún que otro bar desperdigado y gente vendiendo cerveza en carritos,
c) reparteflyers relaciones públicas que intentan convencerte de que vayas al local que promocionan.
Tu imagen idílica de calles llenas de bares de todos los tipos y colores donde pasar una noche divertida se torna en cuatro falsos antros, con bebidas tremendamente caras y que cierran a las dos de la mañana. Una maravilla, ¿eh? Lo peor es que con el tiempo te acostumbras y se le acaba encontrando encanto al sitio. Y seamos sinceros, algunas de las noches más absurdas las vas a acabar pasando en esas calles.
2 Equivocarse en el metro
Y no de dirección o de línea. A pesar de que el diseño de Metro de Madrid no es precisamente la panacea de la inteligencia y la señalética no es tampoco uno de sus puntos fuertes, no es complicado de entender. Sin embargo, hay un hecho que siempre nos va a traer a todos de cabeza: pares e impares. Los que hayan estado en Madrid sabrán perfectamente a lo que me refiero.
Para los que no lo reconocen: al salir de las bocas del metro normalmente puedes elegir entre dos o más salidas. Y estas están señalizadas como la calle a la que dan, una va hacia números pares y otra va hacia los números impares. Tranquilidad, tienes un 50% de posibilidades de salir por la boca correcta. Y seguramente el 100% de las veces lo hagas mal.
3 Vivir en el "centro"
En Madrid vas a aprender que hay dos centros: el centro "histórico", que corresponde a Vodafone Sol, Gran Vía, La Latina, Atocha, Tribunal y Plaza de España, y el centro "residencial", que básicamente comprende todo lo que se encuentra dentro del aro de la M-30. Se quedan así fuera barrios como Usera, Carabanchel, Puente de Vallecas, Aluche, Las Rozas, Ciudad Lineal o Latina*.
Por tanto, vivir en el centro supone estar perfectamente a 30 minutos en metro del verdadero centro de la ciudad. No hay que fiarse, así, de la palabra de un madrileño, pues vivir en el centro no supone necesariamente estar cerca del centro. Una paradoja espacio-temporal que solo puedes vivir en Madrid.
*En Madrid se ve que son muy de quedarse sin nombres y les gusta repetir los de calles, barrios y zonas.
4 Llegar tarde
Claro, si sumas el punto 2) con el punto 3) es obvio que la solución es llegar tarde (o al menos por los pelos) a todos lados. Tú, que siempre llegabas diez minutos antes a tus citas, que mirabas con desprecio a los amigos que te hacían esperar... Ahora serás el adalid de la tardanza. Y es que un viaje de 15 minutos en metro se puede convertir en uno de hasta una hora.
Pongamos que no tienes la parada del metro bajo la puerta de tu casa, sino a unos 10 minutos. Llegas y el próximo metro pasa en 8 minutos. Esperas, se llena el andén y te metes a empujones en el vagón. Estás 10 minutos allí y te bajas en otra parada para hacer un intercambio. Caminas hasta tu otro metro, unos 2 minutos (a menos que estés en Nuevos Ministerios o Diego de León donde el intercambio puede llegar a 10 minutos) y tienes que esperar otros 5 minutos al otro metro. Lo vuelves a coger y tardas otros 5 minutos en llegar. Para salir a la calle, 5 minutos más y, para llegar al lugar de quedada, otros 5.
En total: 10+8+10+2+5+5+5+5= 50 minutos para un viaje de 15.
5 Y el bus no es una opción
Porque lo normal sería que el bus tardara menos en llegar que una persona a pie, y más en Madrid que tienen sus carriles totalmente dedicados al transporte público. Pero no.
Los buses de Madrid solo sirven para trayectos cortos, para ir de una calle a otra. Pero si tu intención es ir de una punta de Madrid a otra porque crees que vas a llegar más rápido, estás muy equivocado. Y es que seguramente andando y por las calles correctas, vas a tardar lo mismo o menos que la línea de autobús que deberías coger.
6 Vas a ver más manifestaciones que nunca
Acostumbrado a que en tu ciudad las manifestaciones se den una vez cada tres años y salgan en las portadas de los periódicos locales, te sorprenderá ver continuas manifestaciones por absolutamente todo Madrid. Manifestaciones a las que nadie hace caso.
Ya sea en Sol, en Colón o en medio del Paseo de la Castellana. Llenas de abuelillos, formadas por perroflautas o por fachaflautas... Todo eso da igual. Lo importante es llevar un buen megáfono, un par de pancartas y cánticos improvisados que reversionan clásicos manidos.
Al principio te sorprenderán, te interesarás por saber qué pasa e incluso verás a turistas echando fotos (¿?); luego pasarás de ellas y, finalmente, te cabrearás cada vez que veas una porque por su culpa han cortado la calle por la que tienes que pasar.
7 Las colas de Doña Manolita...
Y es que en Madrid las aglomeraciones gustan. Y si no son en el metro o en manifestaciones, son para comprar lotería en una de las administraciones más famosas del panorama nacional. Esta administración siempre resulta premiada desde sus inicios y se ha convertido en la mayor dispensadora de lotería para el Gordo de Navidad.
Esto hace que ya en junio, cuando se empiezan a vender los primeros números de dicho sorteo, nos encontremos colas en la puerta del establecimiento. Colas que, con el paso de los meses, se van haciendo más y más largas hasta llegar a diciembre, donde la histeria colectiva y la esperanza por rascar euros a la suerte lleva a la gente a hacer colas de más de tres horas frente al local. Como si fuera Disneyland.
8 ... y las de Fnac Callao
Aún más estúpidas te van a parecer las colas al atravesar la calle donde se encuentra Doña Manolita y encontrarte las que genera Fnac Callao con sus eventos. Fnac hace en Madrid una labor cultural encomiable y es que, cada semana, la famosa tienda se encarga de traer a artistas del panorama nacional e internacional para que los madrileños conozcan a sus ídolos.
Por eso, cualquier día te bajas en Callao, atraviesas la plaza, te diriges a Calle Preciados y te encuentras con una cola que da la vuelta a la manzana. Como buen curioso que eres, porque a tu ciudad nunca va nadie a firmar nada, te interesas por saber qué pasa. Siendo discreto, entras en la tienda y marujeas cual Sherlock Holmes lo que ocurre. Si eres un poco menos reservado preguntas directamente a la niña de quince años con la cara pintada que está emocionada haciendo cola.
Lo normal es que como respuesta te den un nombre que no has escuchado en tu vida y te vayas preguntándote quién es ese y por qué tiene tantos fans.
9 Aprendes "mazo" expresiones
Porque el himno de Madrid debería ser la canción de Camilo Sesto "Mola mazo". Como sacada de una máquina del tiempo, los madrileños siguen usando esta expresión para todo. Cuando alguien es muy guapo está "mazo bueno", cuando alguien está triste está "mazo mal" y así con todos los adjetivos del diccionario cual nuevo adverbio de cantidad indefinida.
Al principio te sonará terrible, pensarás que nunca se te va a pegar esa expresión del demonio hasta que te ves rodeado y no queda más remedio que sucumbir al poder del "mazo". Mazo fuerte, tía.
10 Porque nadie en Madrid es de Madrid
Seamos sinceros, el madrileño de pura cepa es una especie en peligro de extinción. Tu nuevo grupo de amigos estará formado en su mayoría por otros provincianos y el elemento más raro será el madrileño en cuyo DNI pone que ha nacido realmente en Madrid. Como encontrar el Santo Grial, el madrileño será la respuesta a todas vuestras preguntas. Aunque claro, vas a acabar hablando un castellano muy raro porque al "mazo" se le unirá el "nano" de tu amigo de Valencia, te empezarás a comer con voracidad las "s" y las "d" gracias al murciano del grupo, dirás "MadriT" gracias al vasco... y reza para que el canario no te pegue su acento.