Se lo hemos escuchado a Donald Trump y a otros muchos políticos y analistas en occidente. La crisis económica del coronavirus puede ser peor que la enfermedad. La respuesta evidente es que las vidas humanas no tienen precio, y cerrar la economía es un mal menor para salvar las de miles de ciudadanos.
Sin embargo, la severidad de la situación y la profundidad de la crisis económica también está destruyendo vidas, especialmente en países donde la red de protección social es menor. Un reciente estudio de la Universidad de Chiang Mai en Tailandia estima que en aquel país ha muerto más gente a causa de suicidios relacionados por su nueva situación económica que de coronavirus.
Bien es cierto que, en Tailandia, las muertes por Covid-19 son más bien escasas, con apenas 54 defunciones oficiales desde que comenzó la crisis. Estamos también ante uno de los países con una mayor tasa de suicido de Asia. Pero el cierre de locales y el alza del desempleo está causando estragos entre la población.
Esta semana, una mujer ha intentado suicidarse ingiriendo veneno mataratas a las puertas del Ministerio de Finanzas tailandés. Asegura que pidió ayuda gubernamental hace más de un mes tras perder su trabajo pero la burocracia ha impedido que todavía haya cobrado. El Gobierno thai aprobó una ayuda de 15.000 bahts (unos 450 euros, repartidos en 3 mensualidades) para todos aquellos que habían perdido el empleo por el coronavirus, pero la mayoría aún no la ha recibido.
El estudio asegura que "aunque el Gobierno realiza ruedas de prensa diarias para explicar la situación del Covid-19, nunca aborda el problema de los suicidios a causa de las restricciones". "Los casos de suicidio revelan el fracaso del Gobierno tailandés en la gestión de esta crisis", prosigue.
El coronavirus que mata a los más jóvenes
Demográficamente, la situación es también distinta a la del coronavirus. Si el Covid-19 mata principalmente a personas mayores de 65 años, la edad media de las personas que se han quitado la vida en Tailandia por problemas relacionados con el coronavirus es de apenas 40 años. La gran mayoría hombres y trabajadores por cuenta ajena que habían perdido su empleo.
Hasta ahora, más de 24 millones de tailandeses han solicitado la ayuda estatal de una población de 70 millones. Y, por ahora, apenas 10 millones ha visto su solicitud aprobada. El estudio concluye que es necesario iniciar ya la reapertura económica y asegurar el suministro de alimentos y bienes de primera necesidad a todas las comunidades del país, o el problema seguirá agravándose.
Un problema tabú pero global que afecta a los más pobres
Es cierto que hablar de suicidos es siempre un tema delicado. Sujeto tabú en medios de comunicación hasta hace bien poco, por el efecto llamada que genera, lo que está provocando el coronavirus es una realidad ante la que no hay que mirar a otro lado.
Y no sólo en Tailanda, aunque pocos son los países que se atreven a realizar y publicar estudios al respecto. En Queens, uno de los barrios de clase trabajadora de Nueva York, los suicidios se han doblado con respecto a los datos habituales en las seis primeras semanas de confinamiento por el Covid-19.
Son cifras aún pequeñas comparadas con lo que está provocando el coronavirus en la zona (los suicidios ahí rondan la veintena), pero a medida que la crisis económica se alargue prometen ser más. La abogada del distrito, Melinda Katz, recuerda que en los suicidios "las víctimas son jóvenes y mayores, nadie es inmune. Hablen con sus amigos y vecinos".
Un estudio elaborado por varios profesionales del Hospital Infantil de Boston alerta de que lo peor está por llegar. En especial en Estados Unidos, donde el acceso a las armas de fuego es tan fácil, hablan ya de una "epidemia de suicidios" después de que la venta de estas armas se haya disparado desde el comienzo de la pandemia. En marzo de 2020 las ventas crecieron un 85% con respecto a marzo de 2019.
Y ante la falta de datos concretos, siempre podemos quedarnos con la anécdota. Como la de la doctora Lorna Breen, directora de urgencias del hospital NewYork-Presibiterian Allen. Breen se quitó la vida a principios de semana tras días de trabajo sin descanso viendo pacientes con coronavirus. Otra víctima más del virus que, como tantas otras provocadas de manera indirecta, no engrosa la lista de números oficiales.