La rápida expansión del coronavirus ha llevado a activar toda una serie de protocolos con el objetivo de frenar el avance del patógeno. Sin embargo, las autoridades se han visto obligadas a imponer la 'mano dura' en el confinamiento porque muchos ciudadanos se están saltando las normas al no apreciar los riesgos que entraña el coronavirus.
Uno de los principales problemas que se plantean a la hora de combatir los contagios es la sensación que, durante los primeros meses, se extendió sobre el Covid-19. Los comentarios, incluso procedentes de personal sanitario, llegaron a afirmar que el virus era una especie de gripe algo más dura pero sin importancia real. Algunos países como Suecia o Reino Unido, incluso, han llevado esta teoría al máximo relajando sus planes de contención. Hasta que finalmente se han visto obligados a dar marcha atrás.
A pesar de que la economía se está parando con el único objetivo de frenar el virus y que se pide sumo cuidado para evitar contagios, recientemente se ha registrado un atasco en Euskadi para disfrutar del puente en las casa de campo y en una localidad de Valencia han 'cazado' a su alcaldesa en plena fiesta en compañía de unos jóvenes.
Llegados a este punto, ¿realmente somos conscientes de las verdaderas diferencias que existen entre la gripe y el coronavirus? Vamos a analizar por qué el coronavirus es mucho más agresivo y por qué todas las medidas de contención están justificadas:
Su mortalidad
El primer dato importante sobre la incidencia del coronavirus se centra en su capacidad de dañar a nuestro organismo: "El Covid-19 causa una enfermedad más grave que la gripe estacional. Mientras que muchas personas en todo el mundo han desarrollado inmunidad a las cepas de la gripe estacional, Covid-19 es un nuevo virus ante el que nadie tiene inmunidad. Eso significa hay más personas susceptibles a la infección y un número mayor sufrirá una enfermedad grave", ha asegurado el director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus.
La tasa de mortalidad, a nivel mundial, se ha fijado actualmente en un 3,4% de los casos, una cifra que se mantiene también dentro de España. Un peligro que aumenta exponencialmente con los pacientes de riesgo como personas mayores (en Italia, alcanzan tasas del 20%) o con patologías previas, pero que no se aplica en exclusiva a ellos: la reciente muerte de un Guardia Civil de 37 años en activo en Madrid o una enfermera de 52 años en País Vasco, representan solo dos ejemplos de que el virus puede ser letal para cualquier persona.
Además, esa cifra del 3,4% se encuentra muy lejos de la gripe estacional que, según Adhanom Ghebreyesus, "generalmente mata a mucho menos del 1% de los infectados". La ausencia de vacunas, conocimiento de la enfermedad e inmunización; así como la saturación de los servicios sanitarios, pesan.
Todavía es pronto para calcular datos de mortalidad del coronavirus (hasta la fecha hay más de 10.000 personas), pero calculando que la gripe común acaba cada año con la vida de entre 290.000 y 650.000 personas cada año, lo cierto es que los planes de contención y las cuarentenas se antojan como esenciales.
Tasa de transmisión
Atendiendo a las tasas de mortalidad que representa el coronavirus, también hay otro punto que cabe destacar: este virus tiene una mayor tasa de transmisión que la gripe que todos conocemos.
Uno de los mayores problemas es que el Covid-19 nos convierte en potenciales fuentes de contagio en un período situado entre los 5 y 15 días antes de experimentar los primeros síntomas. Es decir, objetivamente no percibimos que estamos enfermos hasta que es demasiado tarde, pero el virus ya se ha extendido por nuestro cuerpo y es capaz de saltar a las personas con las que interaccionamos. Sigue siendo pronto para establecer datos precisos, pero los primeros cálculos cifran entre 1,4 y 5,5 las personas a las que un solo enfermo podría contagiar el Covid-19.
No podemos olvidar que la mayoría de la población ya está inmunizada frente a la gripe estacional y que sus efectos suelen ser menores a los que esta enfermedad podría causar sin esta barrera. Frente al coronavirus, no tenemos ninguna inmunización porque el virus no había existido hasta la fecha. Con ello, su capacidad de infección y letalidad aumenta y la cuarentena se erige como única medida efectiva ante esta crisis.
A la espera de una vacuna
La contención es nuestra principal arma, pero los datos de expansión numérica y geográfica alejan el desenlace que vivió el brote del SARS de 2003, un patógeno que se expandió en Asia oriental en el año 2003 y que fue extingido pocos meses después.
Aquel virus, con una capacidad de infección mucho menor (aunque con mayor letalidad) forma parte de la familia del actual coronavirus, pero su completa destrucción impide emplearlo ahora en el desarrollo de una neuva vacuna.
La mayor parte de la comunidad científica ha llegado a la conclusión de que el coronavirus actual viene para quedarse, quizás como una enfermedad estacional, aunque las epidemias registradas en países con climas cálidos ponen en duda esta hipótesis.
La vacuna, en teoría, podría contener la expansión del virus y también inmunizar especialmente a la población más vulnerable a sus efectos. Es la verdadera solución que se espera en estos momentos, pero habrá que esperar alrededor de un año para encontrar un producto realmente efectivo, que haya pasado todos los controles y análisis pertinente y que permita convivir con este patógeno sin registrar los datos de expansión que actualmente se están viviendo en prácticamente todo el planeta.