Septiembre está a la vuelta de la esquina. Es el equivalente al Winter Is Coming en el mundo de 'Juego de Tronos', solo que en España todavía hace un calor que te torras y nadie, posiblemente nadie en su sano juicio, tenga ganas de hacer un examen viendo que todo el mundo a su alrededor está con el bañador puesto, echándose crema y divirtiéndose. Vaya marrón. Al final no te subieron ese par de décimas y te ha quedado para septiembre esa asignatura tapón que meses antes de los finales parecía que tenías incluso para sacar un notable.
Reconócelo, cuando te enteraste de que te habían suspendido llegaste a casa y te prometiste estudiar los setenta días que restaban entonces. Al final lo haces los últimos siete, lo cual es totalmente normal. ¿Volvemos a la crema y las risas o ha quedado claro el porqué? Es por esto que en varias Comunidades Autónomas llevan un tiempo planteando una disyuntiva que gusta a muchos y causa rechazo en otros, como es convertir a septiembre en el nuevo junio. ¿Tiene esto lógica? Vamos a echar un vistazo en primer lugar a cómo están las cosas para luego intentar haceros entender de que es algo que no tiene mucho sentido, pues no hay tiempo material para hacer en dos semanas lo que te han pedido en nueve meses, principalmente.
1 En realidad no se está pensando en el alumno
Lo primero es lo primero: ¿Favorece a los estudiantes adelantar los exámenes de septiembre a junio? ¿Es algo sostenible pedagógicamente hablando? ¿Y en cuestión de tiempo? Comenzando por la capital, hace tan solo unos meses conocimos la intención de hacer que en Madrid el año académico se cerrase en junio, con las recuperaciones y todo. Al final, como la mayoría de las decisiones en torno al mundo de la educación en nuestro país, todo quedó aparcado para el próximo curso, como cuando de pequeño te decían "bueno, ya veremos".
Ese 'ni sí, ni no, ni todo lo contrario' nos hace ahora preguntarnos muchas cosas, porque Educación cree que los estudiantes se merecen ese descanso de dos meses entre junio y septiembre antes de volver a las clases; y la verdad es que si fuese por eso tendría mucho sentido cambiar las fechas. Sin embargo, en realidad hay otros intereses creados que buscan beneficiarse a ellos mismos antes que a los propios alumnos, pues si se estuviese pensando realmente en ellos los cambios no se habrían planteado de esta manera.
Cerrar las escuelas en verano, así como las universidades, hace que centenas de personas no estén trabajando en ese tiempo y los planteamientos de cara al próximo curso se hagan con calma. O eso dicen. Luego llega el día de hacer la matriculación de cada curso, como sucedió la semana pasada en la URJC de Madrid, y muchos grados todavía no tenían el horario preparado. Es decir, te quedan 48 horas para matricularte y aún no sabes si esa asignatura de segundo se va a solapar con la de cuarto. Vamos, que la organización no se optimiza.
Por otro lado, en los centros de educación obligatoria se ahorraría bastante... en dolores de cabeza. Para Educación es mejor poder hacer los gráficos de aprobados en junio que en septiembre, que luego llega Europa a pedir explicaciones y estamos todavía "en exámenes". Asimismo, creen que de esta manera se está más prepadado para aprobar que en septiembre, pero como vamos a ver eso no es así.
Y por último, y más importante, el Partido Popular utiliza este argumento para apoyarse en el fracaso educativo que nos dejó el anterior Gobierno y defender así la LOMCE: tener exámenes en septiembre impide el éxito de la nueva Ley Educativa. Sin embargo, no cuela, porque quizá el motivo por el que no aprobaste en junio fue precisamente por la inconsistencia de la LOMCE.
2 Se les olvida lo más importante
Entre los puntos a favor de adelantar septiembre a junio encontramos esa eliminación de la catarsis veraniega: si suspendes en junio tendrás en junio tu última oportunidad y todo el contenido te pillará mucho más fresco porque "lo tienes reciente".
Pero luego está la postura que defiende que, si no has aprendido algo durante todo el curso -principal motivo por el que no se aprueba-, ¿acaso te vas a tragar todo de golpe en... una semana? ¿Dos? Recordemos una cosa: cuando te vas a septiembre te entra todo; aquí no te examinas del 'tema 8' porque solo has suspendido el 'tema 8', sino que te vas con todo el arado a tus espaldas. Vamos, dicho de otro modo: adelantar los exámenes de septiembre a junio es una faena.
Hay un gran porcentaje de alumnos que se van a septiembre con más contenido del que realmente suspendieron, pues durante el curso hubo partes que sí aprobaron, así que esa forma de comprimirlo todo, amasarlo e intentar canalizarlo en tan solo un par de semanas es igual de estresante que cuando nos examinamos de Selectividad. Por otro lado, pensemos de verdad en el alumno, aunque sea solo por un momento -que manda narices-.
3 Aprendizaje por encima de todo, señores
Como futuro docente, creo que cuando un alumno suspende hay que buscar el motivo por el que eso ha pasado, y en la mayoría de casos lo que necesita es aprender la materia, un refuerzo. Especialmente en secundaria, donde la personalidad de los y las jóvenes es tan inestable. Si se adelantan los exámenes a junio no da tiempo a preparar nada; no le va a dar tiempo al que se examina si lo repasa todo por sí mismo y tampoco le va a dar tiempo a un hipotético profesor particular o academia de verano. De ninguna manera. Si no se ha podido durante el curso, intentar hacerlo todo tan rápido no va a permitir que el alumno aprenda. ¿Podrá aprobar? Puede, pero amigos del Ministerio de Educación: el alumnado tiene que aprender, no solo llegar al cinco.
Intentemos volver a los puntos a favor. Toallas, crema, risas... Estamos de acuerdo, es necesario el descanso, es necesario el respiro. ¿Acaso en esos dos meses y pico no te da tiempo a dedicarle un poco de tiempo a la semana para ir preparándote y aprender? Ojo, que es por tu bien, que esas competencias las necesitas no solo para septiembre sino para el futuro; que un contenido mal aprendido solamente va a acarrear problemas en el futuro, a incentivar el aprendizaje por repetición y memoria y no tanto por entendimiento. Ya lo dicen pedagogos como Enric Roca, de la Universidad Autónoma de Barcelona, que desde el Gobierno actual, con ese sistema que quieren aplicar, solamente acentuarían todavía más la idea de "estudiar para el examen".
Que no, señores, que las nuevas generaciones no son máquinas. Aprender a manejar una tablet con tres años es una cosa, pero adelantar septiembre a junio es una locura, porque lejos de la crema, la piscina y las risas a las que tanto aluden se encuentra también el punto más importante, que es la educación en sí. La educación requiere tiempo, requiere esfuerzo y requiere descanso: en dos meses y medio tienes tiempo para hacer todo eso si eres responsable. Ustedes buscan otra cosa.
4 Un lustro mareando la perdiz
Y así llevamos desde 2010, cuando entró en vigor el tenebroso y mentirosillo Plan Bolonia (el que dice que las clases de la universidad tienen que ser todas prácticas...). Se llegó a plantear la idea incluso en Secundaria, donde se quería reformular el sistema de los ciclos para que solo hubiese este tipo de exámenes en los cursos pares. Esto es algo que no estaba para nada mal planteado, pues permitía al profesorado fijar objetivos de largo recorrido con más margen y abarcar así todo el material, similar a lo que ocurre en Primaria. De este modo, al terminar segundo y cuarto de Secundaria sí había lugar a un examen en septiembre, pero no en primero y en tercero. En una palabra: flexibilidad.
Pero ahora hay prisas, nos pilla el lobo. Lo queremos todo ya y que salga bien. Pero hay algo en lo que todos sí estamos de acuerdo: el calendario falla. Como todo en esta vida, hay cosas que sí y cosas que no. Y en educación es tan difícil hacer que todos los síes se coman a los noes como ganar una partida de ajedrez sin que te tumben una sola ficha.