Como era de esperar, el inicio del curso político ha sido calamitoso para un Partido Popular en horas bajas. Bastaron unas horas del primer día hábil de septiembre para ensombrecer, ni más ni menos, que la gestión de, prácticamente, las dos últimas décadas de su organización en Madrid, territorio intocable para los del charrán. La otrora poderosa Esperanza Aguirre y la fugaz ilusión de un nuevo PP, Cristina Cifuentes, han sido llamadas a declarar en calidad de investigadas por el juez de la Audiencia Nacional, Manuel García Castellón, que instruye el caso Púnica. Así, se suman a la larga lista de dirigentes populares llamados a declarar por este u otros casos, entre los que se encuentran los también ex presidentes de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruíz Gallardón e Ignacio González.
Respetando, como no puede ser de otra manera, la presunción de inocencia de los exdirigentes populares, llama la atención que estén o hayan estado imputados los cuatro expresidentes populares de la CAM, desde que en 1995 Gallardón entrase en la Presidencia, ningún otro partido ha conseguido arrebatar al Partido Popular su principal bastión, estandarte de sus políticas económicas, ejemplo de su forma de hacer política. El dato curioso lo aporta que el único expresidente popular que no está siendo investigado, sea el que se fue de los populares a Ciudadanos, Ángel Garrido.
Era cuestión de tiempo, lo sabía la ciudadanía y también los altos mandos populares, Aguirre terminaría convirtiéndose en una de esas "ranas" -parafraseando a la propia lideresa, que en 2016 decía "en treinta años de carrera política he nombrado a centenares de personas, y solo dos me han salido rana"- que se movían alrededor, cuando no dentro, del infecto charco que todo pudrió.
Pasado y charcos de corrupción
Aunque el actual presidente nacional del Partido Popular, Pablo Casado, quiera desvincularse de ese pasado -que él aseguró querer resucitar- y ponerse de lado frente a la citación a Aguirre, nadie ignora que él fue durante muchos años uno de sus delfines, creció a su sombra, aprendió de ella y ascendió por ella. Su actual silencio dice más, infinitamente más, que sus hipotéticas declaraciones, pues si traiciona a su mentora y olvida su pasado, sobre el que se forjó su presidencia, qué no hará, llegado el caso, con el resto de séquito que le rodea.
La corrupción no es un mal de ningún partido en particular, tampoco de España, va inherente a algunas personas que ansían tener poder con el único objetivo de lucrarse con el dinero de todos. Ergo, en el Partido Popular, como en todos, hay políticos honestos y honrados, pero también "ranas" que saben nadar muy bien en charcos trufados de corrupción.
Hace meses, en este mismo espacio, apunté la imperiosa necesidad de refundación de un Partido Popular que ya no puede poner más excusas ante tanta evidencia; que ya no puede hablar de casos aislados ni asegurar que los que lo hicieron, ya no están. Los hastiados ciudadanos no quieren más cuentos, ahora quieren que se rindan cuentas.
¿Refundación del PP?
El nuevo curso político, especialmente el otoño, es un campo de minas para Casado, pues saldrán varias sentencias que dañarán la imagen del partido y también desfilarán por los juzgados políticos populares que en algún momento fueron y tuvieron todo el poder sobre ellos. Es por esto por lo que no se entiende, o sí, por crear cortinas de humo, la propuesta de España Suma, ni la aparente tranquilidad que muestran ante una repetición electoral, pues por algo que mejorasen -no es difícil mejorar los resultados de abril- seguirían a una distancia insalvable del PSOE de Pedro Sánchez.
Visto así ¿por qué no se plantean una abstención para permitir que gobierne Pedro Sánchez? Sería bueno para España pero, sobre todo, en esta situación, sería bueno para ellos, para un Partido Popular que no encuentra más oxígeno para sobrevivir. La corrupción, sea en Madrid, Andalucía o Cataluña, no puede tener cabida en el espacio público, los ciudadanos tenemos que hacérselo saber a nuestros políticos y ellos tienen que ponerse manos a la obra, pero no solo para dar una capa de pintura que disimule lo podrido, sino para cambiar de principio a fin unas acciones que dañan la imagen de España en el exterior y merman aún más, si es que eso fuese posible, la confianza del ciudadano en sus instituciones.
Si Aguirre y Cifuentes han cometido delitos o no lo dirá el juez, no nosotros, lo que sí podemos decir desde este mismo momento es que el Partido Popular necesita un congreso de refundación en el cual cambie todo, empezando por sus máximos dirigentes, siguiendo por sus cuadros medios y terminando por sus Estatutos. Hoy, mejor que mañana. La corrupción merma la calidad democrática de nuestro país y un partido político no puede convivir con ella como si nada pasara; la corrupción se combate. Que nadie se asombre cuando los ciudadanos den la espalda a los políticos y la abstención suba de forma descontrolada. Más que un acto de rebeldía, será de justicia.