La victoria de Pablo Casado en las primarias del PP, con un programa que promete 'mano dura' frente al independentismo, ha podido ser determinante en un 'efecto rebote' en el otro bando. En concreto, en la salida de Marta Pascal como coordinadora general del PDeCAT.
Avui he renunciat a liderar de nou el @Pdemocratacat. Gràcies als associats per la confiança d'aquests anys i sobretot gratitud infinita a tots aquells qui, a canvi de res, fa més de 40 anys que militeu en aquest partit i a la causa de la llibertat de Catalunya pic.twitter.com/Nd1dj7PBe3
— Marta Pascal ???? (@martapascal) 21 de julio de 2018
Las relaciones entre ella y Puigdemont se encontraban deterioradas desde hacía varios meses. Sus modelos son completamente contrapuestos: Puigdemont apuesta por una vía de desafío sin cuartel y Pascal por un plan pragmático e institucional.
Estas diferencias alcanzaron el cúlmen con la moción de censura a Rajoy. El apoyo de los demócratas era fundamental para investir a Sánchez y desalojar al ya expresidente. Puigdemont intentó evitar a toda costa el voto a favor de la formación que vertebra su plataforma, apostando por tensar la cuerda para aumentar sus apoyos en Europa (es difícil vender una 'dictadura' que expulsa a sus presidentes en el Parlamento).
Pascal, sin embargo, consiguió hacer su última muestra de fuerza: impuso a sus correligionarios el apoyo al candidato socialista y finalmente venció. Su intención, por entonces, pasaba por buscar un interlocutor dispuesto a brindar una salida dialogada al conflicto.
Crida Nacional per la República
La salida de Pascal promete volver a la 'mano dura' que podría evidenciarse durante este otoño si todos los planes que se encuentran en marcha continuan hacia adelante. Con el sector blando de los demócratas en sus peores momentos, el poder de Puigdemont se expande y sus críticos se repliegan.
Además, el abandono de la excoordinadora general implica muchas dudas. Por ejemplo, qué sucederá con la formación heredera de Convergéncia, que ha mostrado en repetidas ocasiones su disgusto por su nula influencia en la plataforma de Junts per Catalunya.
Por el momento, todo apunta a que las siglas se diluirán en la nueva marca Crida Nacional per la República, inaugurada por Puigdemont este mes de julio de 2018. En ella, se encuentran personalidades como el propio expresident, Quim Torra, Jordi Sànchez y, también, los demócratas Josep Rull o Jordi Turull.
Estas caras son relevantes, pero también influyen sus principales y verdaderos ideólogos. Se trata de David Madí, Ferran Mascarell y Agustí Colomines. Forman parte del círculo cerrado de Artur Mas, aquel que dio el pistoletazo de salida al procés en la Diada de 2011.
Todos ellos no han dudado en su intención de ganar influencia en la vida política para recuperar el poder y arañar todos los apoyos posibles a Esquerra Republicana, la formación que actualmente ganaría las autonómicas según todos los sondeos.
Quizás por todo, Pascal no se ha esforzado en ocultar que abandona porque no cuenta con la confianza de Puigdemont. Y no se puede negar que los puntos de discordia con toda la 'crème de la crème' del independentismo la sitúan en un vacío político total.
Grietas en el independentismo
Han pasado nueve meses, pero todo lo ocurrido durante la jornada del 1 de octubre de 2017 (día del referéndum ilegal) y el encarcelamiento de los políticos, ha sido determinante para que, lo que aparentaba ser un bloque monolítico, comience a evidenciar todo tipo de fisuras.
En todo ello, sobre todo, influyen los acontecimientos. Por ejemplo, que ERC apueste por una vía similar a la que defendía Marta Pascal. Es uno de los argumentos que incluso defendió el antiguo sector duro de los republicanos que lideraba Marta Rovira. Señalaban, entre otras cosas, la situación judicial tan delicada de Oriol Junqueras y otros miembros de la cúpula de su partido, que no viajaron a Bruselas porque, básicamente, no recibieron ninguna llamada de Puigdemont.
Si parecía poco, la investidura de Quim Torra no ayuda. Sobre todo, porque pone a ERC en un brete. Los republicanos han realizado un arduo trabajo para ganarse a la inmigración hispanohablante llegada del resto de España, con Gabriel Rufián como máximo exponente. Los mensajes de Torra lanzando todo tipo de improperios contra los españoles no gustaron a la formación de Junqueras, que finalmente cedió ante el temor de colocarse como la 'piedra en el zapato' del independentismo.
Y aún queda la CUP. La formación anticapitalista cuenta con un poder sobrerrepresentado (si contamos con su número de escaños en el Parlament) gracias a su condición de partido bisagra. Son fundamentales para alcanzar la Generalitat, pero su vía de cero concesiones no gusta, siquiera, al círculo cerrado del expresident.
¿Qué sucederá a partir de ahora? Por el momento, parece que ambos sectores muestran sus cartas con la mayor virulencia posible, aunque todo dependerá de las decisiones que Pedro Sánchez tome en los próximos meses.