La incesante labor para encontrar vida en el exterior de nuestro planeta no se limita a una simple labor de rastreo. ¿Cómo hay que buscar? Nos limitamos a realizar cribados aleatorios, a analizar qué podemos encontrarnos cerca de las estrellas más brillantes o limitar el campo de búsqueda a un entorno más o menos cercano.
Son algunos matices que el satélite TESS (Transiting Exoplanet Survey Satellite) tiene en cuenta, ya que se está dedicando a barrer prácticamente toda la bóveda celeste en busca de planetas pequeños en la órbita de estrellas cercanas.
El objetivo es claro: encontrar nuevos planetas rocosos (más pequeños que los gaseosos, pero con superficie sólida), catalogarlos y proporcionar buenos objetivos para los futuros observatorios, espaciales y terrestres, que podrán caracterizar sus atmósferas, siempre con el fin de saber si son capaces de albergar vida (o si presentan alguna huella).
Bajo esta investigación, los científicos del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian han centrado toda su atención en un planeta en particular: se trata de TOI-700d, situado en la zona habitable de su estrella, en un punto que hace completamente posible que albergue agua en su superficie. Gira sobre una enana roja o estrella de tipo M y se encuentra a 102 años luz de la Tierra.
Además de este planeta, los investigadores destacan dos exoplaneta cuyo tamaño también es comparable al de la Tierra. Se trata de dos que cuentan con 2,65 y 1,04 radios terrestres y años que duran 10 y 16 días. Sin embargo, entre ellos, el más interesante y el que cuenta con mayor posibilidad de ser habitable es TOI-700d.
Las observaciones sugieren que alcanza 2,1 masas terrestre y un radio similar al de la Tierra, de 1,19 ± 0.11, radios terrestres. Sus años duran 37,42 días, lo que quiere decir que está muy cerca de su estrella, incluso más cerca que Mercurio del Sol (cuyos años duran 88 días). Pero lo más interesante es que está dentro de la zona habitable de su estrella, donde es posible que albergue agua líquida en superficie.
Un sol rojizo
La estrella que alumbra a este planeta es una enana roja y, como tal, tiene un color rojizo, es más fría y pequeña que el Sol. Por ello no abrasa a este planeta a pesar de que se encuentre mucho más cerca de su estrella que nosotros respecto a la estrella de la que forma parte nuestro Sistema Solar.
Además, la estrella en cuestión tiene una actividad moderada, es decir, pocas llamaradas que reducen significativamente el riesgo para quien intente habitar este planeta que parece estar llamado a convertirse en la Tierra del futuro.
En cuanto a la radiación, recibe un 86% de la que existe en nuestro planeta, por lo que las posibilidades de que exista agua aumentan. Con todo, si la atmósfera estuviese adaptada a nuestras condiciones, este planeta sería un buen candidato para albergar vida.