Graham Stuart Dillon es el nombre del individuo que mató a su hijo de 9 años llamado Brandyn en el año 2016 en la ciudad de Canberra, Australia. El hombre se declaró culpable y ha sido condenado a 41 años de cárcel, 36 de ellos por asesinato y cinco restantes por cargos graves de lesiones corporales como ahogamiento y amenazas de muerte.
Dillon acabó con la vida del pequeño a causa de que el niño había comido caramelos sin permiso de su progenitor, lo que hizo que fuese agredido hasta la muerte golpeándole repetidas veces en la cabeza ocasionándole lesiones cerebrales incompatibles con la vida. Por desgracia, no era la primera vez que el pequeño era víctima de los abusos de su padre. Durante meses, el niño tuvo que sufrir varios ataques físicos como quemaduras de cigarro, palizas brutales y diversos intentos de ahogamiento. Además de los ataques físicos también era víctima de ataques psicológicos y amenazas de muerte, que desgraciadamente acabaron por hacerse realidad.
Los hechos se remontan al año 2016, concretamente al 15 de febrero, cuando Dillon propinó la última paliza a su hijo por haberle desobedecido comiendo caramelos. El negligente padre, tras dejar inconsciente al pequeño, no acudió a los servicios sanitarios, sino que decidió buscar en Internet consejo acerca de la situación, algo que tampoco duró mucho pues decidió seguir con su vida como si nada hubiese pasado realizando compras por Internet y entrando en páginas pornográficas, según informa el medio Daily Mail.
Tras varias horas en las que el pequeño no despertaba inconsciente por la brutal paliza el padre decidió por fin llamar a una ambulancia, sin embargo, el pequeño murió tras ser trasladado al hospital donde no pudieron hacer nada para salvarlo.
El abuso infantil no es algo extraordinario
Este tipo de noticias siguen revolviendo el estómago a la sociedad que no concibe cómo una persona es capaz de hacerle daño a un niño, y más aun a su propio hijo como es el caso de esta noticia. Sin embargo, el abuso infantil no es algo extraordinario, sino que es más habitual de lo que nos gustaría pensar.
Recientemente vimos el caso de una maestra china que indignó a millones de personas tras descubrirse los malos tratos que ocasionaba a una de sus alumnos. Desgraciadamente, este tipo de violencia infantil no es algo ajeno a la sociedad española pues también hay casos de esta índole en nuestras fronteras como el caso del párroco que sigue oficiando misa tras ser condenado por abusos sexuales a una niña de 10 años en la localidad de Villanueva del Duque en Córdoba.