El Gobierno agota su vida útil con la composición actual. El Consejo de Ministros necesita una renovación a fondo, más allá de meros cálculos o retoques estéticos para contentar a una u otra facción de los partidos que componen el gobierno de coalición.
Desde hace tiempo se rumorea sobre la más que posible crisis de gobierno que habrá este verano y que el presidente, con la ayuda de su jefe de gabinete, ya tiene prácticamente finiquitada. Los acontecimientos han ido retrasando el momento de hacerlo público, que, en un primer momento, estaba previsto tras los indultos a los condenados por el procès, pero en las últimas fechas no hay día de tregua para el Gobierno.
Así, atendiendo a la agenda del presidente, especialmente intensa estos días en el panorama internacional; y sabiendo que los últimos días de julio y todo el mes de agosto no es época para cambios que buscan el reencuentro entre Gobierno y ciudadanos, probablemente sea a la vuelta de las vacaciones estivales. Magnífico momento el del inicio de curso político para mostrar a los ciudadanos unos ministros nuevos, con energía, liderazgo y sinergias para con los gobernados.
Sánchez ya nos ha demostrado en numerosas ocasiones que con él no sirven las quinielas, pues busca perfiles sólidos en Férraz y, por otro lado, fichajes estrellas que muestren a los ciudadanos la infinita atracción del presidente y su proyecto de país. Ahora, con un gobierno de coalición, lo tiene más difícil, pues una crisis de gobierno también implica a sus socios, por lo que tendrá que negociar con Yolanda Díaz, que soporta dignamente la bicefalia impuesta por el aparato de Podemos.
La quiniela para el reformado Gobierno
Entre las cosas que ya se pueden vislumbrar con cierta claridad está que Sánchez recortará el número de ministerios, pues el actual Consejo tiene unas dimensiones estratosféricas y no obedece a la situación actual. Esto supondrá otro intenso debate con el partido minoritario de la coalición para mantener cuotas y equilibrar el poder que a cada uno corresponde.
Algo más podemos intuir sobre los ministros que se empeñan con inusitada insistencia en hacerlo mal y ser candidatos a salir del Consejo. Entre otros, la titular de Exteriores, Unión Europea y Cooperación, Arancha González Laya, parece la ministra con más papeletas para abandonar el ejecutivo. Su gestión en la crisis migratoria de Ceuta, sus desacertadas declaraciones durante los meses angustiosos de pandemia, su incapacidad para gestionar de forma eficiente al Cuerpo Diplomático y, muy especialmente, su intensa agenda internacional con escasísimos resultados, hacen de ella la ministra perfecta para ser sustituida.
Fernando Grande Marlaska, un juez con trayectoria impecable, ha dilapidado parte de su crédito por su aventura en política, parece otro de los firmes candidatos a salir del ejecutivo.
También están en esa lista Pedro Duque, fichaje estrella que ningún momento estelar dio al gobierno; Manuel Castells, al que su brillante trayectoria académica no le ha servido para ser buen ministro; Alberto Garzón, que ocupa un ministerio que nada ha hecho y nada va a hacer; José Manuel Rodríguez Uribes, Ministro de Cultura y Deporte, también intuye que su adiós al gobierno está próximo.
Así las cosas, algunos nombres se mantendrán en el ejecutivo, pero cambiarán de carteras -bien por supresión de alguna y/o fusión de otras-, en una remodelación que buscará potenciar el perfil político en detrimento del técnico. Algo normal si pensamos que estamos en el ecuador de la Legislatura y que Sánchez, lastrado por la pandemia, necesita relanzar su imagen, la de su gobierno y su proyecto de país.
Lo que parece asegurado es que Calmen Calvo seguirá siendo vicepresidenta primera y ministra de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, pues los cambios en las tareas de coordinación, tanto interna como externa, no suelen dar buenos resultados.
También se da por amortizada a María Jesús Montero como portavoz del ejecutivo, pues tuvo que lidiar lo más difícil durante la pandemia y para ella tienen reservadas otras plazas en otras lides.
Está cercano el momento en el que el presidente anuncie de forma solemne estos cambios, que han de producirse después del verano para no quemar a los recién ungidos, así Sánchez podrá vender el reforzamiento de la coalición y, por ende, el buen estado del Gobierno; pero, sobre todo, podrá llegar al Congreso Federal de octubre con nuevas caras y energías, ahora que no tiene oposición interna, todo es para él.
Hasta entonces, a mínimo gas, los ministros intentan no salirse de la linde marcada por Moncloa y, a ser posible, no aparecer en el BOE al día siguiente de la comparecencia del líder.