Ya están aquí las rebajas, aunque este año sean un poco antes debido a la caída de las ventas en mayo por el mal tiempo. Es el momento de que las grandes empresas enseñen sus cartas y nos ofrezcan la ropa al mejor precio. Sin embargo, hay quien sufre cuando llegan estas fechas tan señaladas: nuestro planeta.
El feroz sistema de consumo en el que vivimos se lleva todo a su paso con tal de cumplir su objetivo: seguir obteniendo dinero. En el caso de la industria textil, esto provoca que las marcas creen necesidades en los consumidores que realmente no tienen, para que la rueda siga girando. El resultado que vemos es gente con ropa nueva cada poco tiempo. El que no vemos: los 16 millones de toneladas de residuos textiles que se generan cada año en la Unión Europea.
El verdadero problema es que, de esos 16 millones de toneladas, solo se recicla el 25%. Todo ello, ha llevado a la intervención de la Eurocámara, a través del Plan Estatal del Marco de Gestión de Residuos (PEMAR), que exigirá llegar al 50% en 2020, una cifra demasiado optimista dada la falta de políticas al respecto.
Los compuestos químicos de la ropa y los derivados del petróleo impiden un mayor reciclaje, tal y como asegura la Asociación Ibérica de Reciclaje Textil (Asirtex). Esta organización sitúa a España como uno de los países en los que menos ropa se recicla (un 20%, por debajo de la media europea).
La ropa low cost ha acentuado el problema
En un comunicado, Asirtex señala a los principales culpables de los preocupantes datos españoles: las empresas textiles de bajo precio. Durante los años de crisis, muchas de ellas han desembarcado en España como una alternativa a las marcas tradicionales, que se han visto obligadas incluso a crear líneas de este tipo para atender a los clientes más ahorradores.
Tal es el caso de Lefties, la marca low cost de Inditex, que se ha sumado a Kiabi, Shana o a la ya consolidada Primark, que cuenta en la Gran Vía con su segunda tienda más grande del mundo, solo por detrás de la que hay en Manchester.
Como señala Asirtex, el precio irrisorio de la ropa de estas marcas tiene truco. Aparte de las deplorables condiciones laborales de aquellos que la crean, estos productos cuentan con un mayor porcentaje de residuos difícilmente reutilizables, lo que genera un problema medioambiental al que los Gobiernos no están poniendo freno hasta la fecha.
Además, este mercado promueve la proliferación de la ropa de usar y tirar, beneficioso para las empresas y perjudicial para el resto. Según un estudio de la Fundación Ellen MacArthur, del 2000 al 2015 la producción de ropa se ha multiplicado por dos y el tiempo que utilizamos las prendas se ha reducido un 36%, lo que explica los millones de toneladas de residuos textiles que se producen en la actualidad.
El informe de la Fundación Ellen MacArthur no es demasiado esperanzador. En caso de seguir con esta dinámica, los resultados serían devastadores. De aquí a 2050 podríamos verter al mar 22 millones de toneladas de plásticos solo con el lavado de las prendas sintéticas y las microfibras que sueltan. En total, la industria textil pasaría de generar el 2% de las emisiones de CO2 de hoy al día al 26% en 2050.
Los vaqueros, la prenda más contaminante
La Agencia de Medio Ambiente y Control de Energía de Francia (ADEME en sus siglas en francés) asegura que los famosos jeans, una de las prendas de vestir más típicas, son el producto textil más contaminante que existe. El motivo principal, el gasto abundante de agua en su fabricación. Para elaborar un solo vaquero se necesitan más de 8.000 litros de agua. Además, el uso de elementos químicos contaminantes como el Reactivo Blue 19, que permanece en la atmósfera durante 46 años, nos muestra el daño que hacemos al medio ambiente y a nosotros mismos al comprar unos simples jeans.
Aunque la solución pasaría por dejar de adquirir vaqueros, en caso de no seguir esta primera regla, ADEME ofrece tres posibilidades para reducir el perjuicio ecológico que causan: lavarlos con poca frecuencia, con agua fría y dejar que se sequen al sol. Siguiendo estos consejos, ayudaríamos a nuestro maltrecho planeta, que tiene que hacer frente a un nuevo enemigo: la industria textil.
Por suerte, algunas empresas emergentes sí tienen conciencia medioambiental. Ahora solo falta que el resto de compañías multinacionales sigan sus pasos. Nuestra salud está en juego.