Todos habréis oído hablar de los cinturones de castidad, y os habréis horrorizado ante ellos. Y es que estamos hablando de unos cinturones metálicos que, al parecer, se usaban para que los hombres estuvieran al cien por cien seguros de que sus mujeres no mantenían relaciones sexuales mientras ellos estaban fuera. El cinturón quedaba firmemente sujeto mediante un candado, cuya llave solo tenía el esposo; de esta forma, aunque la mujer quisiera llevar a cabo cualquier acto de índole sexual, no podría.
Esta historia es, de por sí, lo bastante macabra y grotesca como para que nos echemos las manos a la cabeza, ¿verdad? Pues, al parecer, podría no ser más que una falsificación, tal y como ha demostrado la Academia de Hungría. En una exposición en la que aparecían representados todos los tipos de cinturones de castidad posibles, llamada 'La historia misteriosa de los cinturones de castidad. Mito y realidad', se ha demostrado que los cinturones no servían para garantizar la fidelidad de las mujeres. Y es que si echamos una ojeada de cerca a cualquiera de estos cinturones, parece imposible que una mujer pueda llevarlo durante mucho tiempo.
Eran artilugios muy pesados, de metal, y con agujeros únicamente en las zonas más estratégicas. Imaginad las heridas y las laceraciones que podrían provocar en el cuerpo de una mujer si se dejasen mucho rato puestos. Sebestyen Terdik, uno de los encargados de la exposición húngara, declaró a la agencia EFE que este contacto constante con el metal podría acabar provocando en las mujeres infecciones, incluso septicemias, algo que en aquel siglo hubiera sido imposible de curar. Además, no hubieran permitido a las mujeres ni caminar ni sentarse, ni realizar su vida de forma habitual. ¿Cómo iban a llevarlo puesto hasta que sus esposo volvieran de viaje? Si el viaje hubiera durado dos días, tal vez, con grandes dolores; pero teniendo en cuenta que los viajes solían prolongarse meses, e incluso años, esas mujeres hubieran muerto mucho antes de que sus maridos regresaran.
Estos estudiosos húngaros no han sido los primeros que han dudado de la veracidad de estos cinturones de castidad, ni mucho menos. Una gran cantidad de historiadores anteriores, como James Brundage, Felicity Riddy o Albrecht Classen, expresaron hace bastante tiempo sus dudas. Ha habido museos que, incluso, han llegado a quitar de exposición cinturones de castidad por considerarlos falsos históricos, como el British Museo, que llevaba exponiendo uno desde el año 1846.
Pero el hecho de que médicamente fuera imposible que estos cinturones existieran y tuvieran aplicación práctica no ha sido lo único que ha hecho dudar a los historiadores. También se lo han planteado una y otra vez porque estos cinturones no tienen ningún tipo de alusión literaria durante los siglos XIV y XVI. Según cuenta Classen, en una entrevista que concedió a S Moda, los cinturones de castidad podrían ser un mito porque hay una gran "falta de referencias al cinturón en las novelas de tipo cortés y en los autores de los siglos XIV al XVII. De haber existido ese objeto, sin duda, habría sido utilizado por los escritores de época, pero no lo mencionan ni Bocaccio, Bardello o Rabelais, que escribían sátira erótica y que conocían a fondo la sexualidad de la época, los celos, los engaños y las artimañas usadas para engañar a los cónyuges o amantes".
Cinturones de castidad que no son más que un mito erótico
Classen es profesor en la Universidad de Arizona, y es considerado uno de los mayores expertos en cinturones de castidad gracias a su libro 'The Medieval Chastity Belt: A Myth-making Process', que publicó en el año 2007. Y tras tanto investigar, ha llegado a la conclusión de que no hay ninguno tipo de evidencia que relacione directamente estos cinturones de castidad con la Edad Media, y con el uso que hasta ahora nosotros creíamos que tenían. "La primera vez que se habla de ellos es en un libro de 1405, escrito por Konrad Keyeser, titulado Bellifortis, y que trata sobre máquinas de guerra. Es una obra muy técnica y ardua y se cree que el autor quiso amenizar un poco la lectura introduciendo una broma sobre un aparato que protegería la honra de los maridos cuando estaban en la batalla, lejos de sus mujeres", explica Classen.
A partir de esa aparición en la literatura, el cinturón de castidad pasó a ser una especie de mito del que muchos hablaban y hacían "numerosos chistes y sátiras para burlarse de los hombres impotentes o mayores que no podían controlar a sus esposas, que iban en busca de parejas más activas sexualmente".
Al parecer, los primeros cinturones de castidad reales comenzaron a fabricarse en el siglo XIX, y eran usados para ser expuestos en museos de tortura. Además, durante ese mismo siglo, se comenzó a usar el cinturón de castidad como una especie de fantasía erótica. Es durante la Ilustración que ese mito de los cinturones de castidad realmente se consolida; muchos ilustrados, como Voltaire, afirmaron su uso para, según el blog Arqueología e Historia del Sexo, intentar marcar la diferencia entre la Edad Media y la Ilustración. Era como señalar "mirad lo que hacían antes; menos mal que nosotros ya no lo hacemos. ¡Cuánto hemos evolucionado!".
Eso sí, durante la época victoriana estos cinturones fueron usados por muchas mujeres. No eran exactamente iguales, sino que eran más pequeños y refinados, y su utilidad estaba lejos de evitar infidelidades. Lo que pretendían era evitar violaciones durante viajes, o impedir que mujeres jóvenes se masturbaran durante la noche, puesto que la masturbación se consideraba una actividad pecaminosa.