Jaco Nel, un hombre de 50 años, nunca pensó que un lamentón de su querido perro Harvey iba a ser el desencadenante de unas consecuencias especialmentre dramáticas. Unas secuelas que le dejarán marcado durante el resto de su vida.
Todo comenzó jugando con su animal de compañía. Con una pequeña herida en la mano, de repente empezó a notar molestias, pero no le dio importancia. Decidió limpiarla, desinfectarla y continuar como si no hubiera ocurrido nada.
Sin embargo, dos semanas después, todo se torcería. Su salud empezó a resentirse y todo iría empeorando por momentos. ¿Qué sucedía? Pues, básicamente, que estaba siendo víctima de una infección que había desencadenado un cuadro de septicemia.
Este problema se corresponde con una sobrerreacción del sistema inmunológico ante una infección, según relata la cadena británica BBC. Esta enfermedad es la principal causa de muerte por infección en el mundo y Nel estuvo muy cerca de perder la vida.
Esta infección interfiere con el mecanismo de coagulación de la sangre. Como este sistema se altera, termina originando múltiples coágulos en sangre que cortan la circulación a diversas partes del cuerpo. Con ello, se tapona la oxigenación del organismo y la presión arterial baja peligrosamente.
En el caso de Jaco, las zonas afectadas fueron los riñones, que literalmente comenzaron a fallar; así como sus piernas, que comenzaron a gangrenarse tornándose en color negro con el paso de los días.
Los tratamientos no evitaron las secuelas
A pesar de la intensa labor de los médicos por minimizar el avance de la enfermedad, nadie pudo evitar que Jaco haya sufrido secuelas que le acompañarán durante el resto de su vida.
Cuatro meses después de su ingreso en el hospital, le amputaron ambas piernas por debajo de la rodilla. Posteriormente, perdió todos los dedos en su mano derecha, así como uno en su mano izquierda.
El avance de la enfermedad también afectó a su rostro, que quedó completamente desfigurado y necesitó de varias operaciones de reconstrucción. A pesar de que es un caso extremo, esta enfermedad afecta a 20 millones de personas en todo el mundo.
Ahora, tras salvar su vida, Jaco está comenzando una nueva etapa a sus 52 años. Con el uso de sus nuevas prótesis de piernas, puede volver a caminar y vivir de forma independiente, uno de los mayores temores que le han acompañado durante todo este duro proceso.
Sin embargo, los estragos que ha sufrido su rostro han sido un duro golpe: "La parte más difícil ha sido aceptar que ahora estoy desfigurado y que no hay nada que pueda hacer al respecto, soy muy reacio a salir porque soy muy tímido", señala.
Los médicos jamás pudieron creer que el origen de esta infección se encontraba en un suceso tan anecdótico como la muestra de cariño de un perro, pero un análisis de sangre confirmó que esa bacteria vivía en la boca de su mascota.
Ante esta confirmación, Jaco optó por sacrificar a su animal de compañía: "Fue muy triste, pero nos preocupaba que el perro infectara a otra persona. No necesitaba morder para que esta bacteria se contagiara". Sin embargo, se consuela: "Afortunadamente, era un perro viejo y estaba llegando al final de su vida". Ahora, Jaco deberá recomponer la suya: ha vivido una experiencia traumática que jamás hubiera previsto.