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Así es el chip implantado que usarán las empresas para controlar a sus trabajadores

El microchip deja una pequeña cicatriz y en ocasiones se puede visualizar a través de la piel.

Al más puro estilo 1984. Los beneficios de la tecnología y de internet son innumerables, pero siempre queda el dilema en torno a la pérdida de nuestra privacidad.  La última propuesta en esta vía pone, sinceramente, los pelos de punta. Se trata de un microchip implantado en nuestro cuerpo para que, efectivamente, nuestro jefe nos tenga controlados.

La idea que propone esta iniciativa es la de sustituir las tradicionales tarjetas de acceso por un dispositivo insertado entre los dedos pulgar e índice que permita controlar el acceso a la oficina, así como proporcionar datos sobre la actividad del trabajador dentro de las horas en la oficina, tal y como recoge el diario El Mundo.

"Este chip solo es una manera más fácil de abrir las puertas o de acceder a los dispositivos personales de trabajo de los empleados", ha asegurado uno de los creadores del dispositivo.

El microchip se inserta en el dedo a través de una jeringuilla manipulada por un tatuador
"El microchip se inserta en el dedo a través de una jeringuilla manipulada por un tatuador"

También afirman que, al estar registrados con un número de serie y solo funcionar con circuitos cerrados, impiden que cualquiera pueda controlar los movimientos físicos. Pero ¿y si no queremos que nuestro jefe controle a donde vamos en nuestras horas de descanso?

"El dispositivo no cuenta con ningún sistema de GPS ni geolocalización", aseguran sus impulsores, que a pesar de todo no dudan en advertirnos de que "es ingenuo pensar que nuestra localización y privacidad son seguras", en referencia al rastro que dejan nuestros teléfonos móviles, tarjetas de crédito o publicaciones en la red; sin olvidar el gran número de cámaras de seguridad que recorren las calles de nuestras ciudades.

Sin embargo, para su colocación se necesita una pequeña intervención quirúrgica que, además, deja una pequeña cicatriz. El chip se insertaría a través de una jeringuilla manipulada por un tatuador. El dispositivo, que tiene un coste de unos 100 euros, puede verse en algunas ocasiones por encima de la piel, lo que sería una especie de "granito de arroz". 

La propia empresa que lo fabrica ya lo emplea con sus propios trabajadores. Sin embargo, parece que algunos se han resistido a ello y han optado por proporcionarles un anillo con el aparato incorporado. ¿No es más práctica, en realidad, esta solución?

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