200 muertos en tan solo nueve días. Esa es la escándalosa cifra de fallecidos que ha sumado México durante los primeros días de este año 2018. El Salvador, por su parte, registró 3.962 homicidios durante 2017, con una de las tasas más altas del mundo en función de su población. Y no olviden otros países como Honduras, donde se registran más de 5.000 homicidios anuales y muere una persona cada 74 minutos. Los asesinatos indiscriminados, los ajustes de cuentas y el excesivo poder de las redes de narcotráfico; están desangrando una región a la que Donald Trump quiere imponer un muro para evitar las migraciones.
La situación es crítica y las medidas, en algunos casos, comienzan a ajustarse a la realidad. El Salvador, por ejemplo, se ha planteado llegar a decretar el Estado de Sitio en varias ocasiones. Precisamente, el artículo 29 de la Constitución de El Salvador, recoge específicamente esta medida excepcional en casos de "guerra, invasión del territorio, rebelión, sedición, catástrofe, epidemia y otra calamidad general, o de graves perturbaciones del orden público".
Más de 40,000 personas fueron desplazadas la violencia y persecución perpetrada por las #maras en El Salvador en 2016. #ConLosRefugiadospic.twitter.com/09uXnc87tT
— Acnur/Unhcr Américas (@ACNURamericas) 17 de agosto de 2017
La violencia en las calles es transversal y llega a materializarse en atentados contra las autoridades o Policía, con el fin de evitar la represión hacia las redes que controlan el narcotráfico en la región. Además, las rivalidades entre clanes de la droga por controlar la ruta principal del tráfico entre el sur y el norte de América también está minando a la población. No podemos olvidar que hablamos de un negocio muy lucrativo que se desarrolla en países con un Estado débil y con serias dificultades para imponer la ley en todo el territorio. Una prueba: el 75% de estos crímenes en México parten de la delincuencia organizada.
Esta auténtica espiral ha provocado que la violencia se extienda por todo el país y comience a ser habitual entre los ciudadanos locales. Los mencionados ajustes de cuentas se producen en la vía pública, en bares; y los sicarios no dudan en actuar a gran escala, atacando a cualquier persona que se encuentre en los alrededores y a pesar de que no se encuentre vinculada a un caso de este tipo.
Por ello, quizás, los ciudadanos comienzan a comprender que los asesinatos y la violencia son el mejor lenguaje para arreglar problemas cotidianos. Un mero accidente de tráfico, el alquiler de una vivienda que no se paga o retrasa... todo ello termina con enfrentamientos violentos y homicidios.
"La gente lo que más pide es la seguridad"
La situación ha provocado un gran temor en los locales, que reclaman a la Administración medidas concretas para terminar con este tipo de situaciones: "La gente lo que más pide es la seguridad", asegura Milagros Navas, Alcaldesa del municipio salvadoreño de Antiguo Cuscatlán, en declaraciones al medio local Diario de Hoy.
Por ello, los diarios de El Salvador y México cuentan con titulares como los siguientes: "De un tiro en la cabeza asesinan a hombre, en San Juan del Río", "Suman en dos semanas cinco casos de privación y secuestro en Tijuana", "Lo asesinan a bordo de su moto", "Sentencia de dos años de prisión para mujer por robo con violencia" o "Detienen a 11 personas que portaban armas y equipo táctico".
Son noticias que se repiten a diario y que han abandonado la excepcionalidad para convertirse en la normalidad informativa del día a día. El temor en las calles se extiende y, gracias a ello, las mafias cuentan con mayor poder para actuar sin represalias: el miedo calla.
Los políticos tampoco se libran de estas represalias. Por ejemplo, Ramón Kury, dirigente del Partido de Concertación Nacional (PCN), que falleció tras recibir varios impactos de bala cuando se encontraba dando un simple paseo por la calle. Un caso criticado por todos los partidos de la oposición, a los que se suma la procuradora de Derechos Humanos, Raquel de Guevara que ha reclamado una respuesta "efectiva" para frenar la ola de violencia que vive el país.
Esta es la principal crítica de los salvadoreños y mexicanos: la impunidad en la que viven los autores de estos asesinatos y la falta de efectividad por parte de las autoridades para luchar contra un problema que está desangrando a la región.
El precedente más claro: la Colombia de las narcoguerrillas
El país que más ha sufrido este tipo de violencia durante las últimas décadas se llama Colombia. Allí, las narcoguerrillas lideradas por las FARC y el poder de los productores y traficantes de drogas, ha provocado toda una oleada de violencia y muertes. Un conflicto que ahora ve la luz gracias a los controvertidos 'Diálogos de Paz' impulsados por el presidente Juan Manuel Santos.
El ejemplo más evidente de esta crisis histórica lo representa Pablo Escobar. Su gran poder, su gran capacidad de producción de estupefacientes, la compra de funcionarios y políticos; además de su gran capacidad económica; permitieron conseguir un gran carisma ante gran parte de la población que vio en él una especie de 'salvador' gracias al regalo de dinero y bienes.
Las grandes estructuras que nacieron bajo el amparo de estos grupos, permitieron que el Gobierno de Bogotá perdiera su acción en gran parte del territorio y, con ello, se conviertiera en todo un Estado Fallido a ojos de la Comunidad Internacional.
El asesinato de disidentes y su entrada en la política, fue determinante para que Escobar alcanzase su cima. Una posición que termino en 1993, cuando la Policía interceptó una de sus llamadas telefónica y consiguió localizar su escondite. La colaboración de la DEA (la agencia antidroga estadounidense) fue determinante. Sin embargo, la semilla de violencia y enfrentamientos que instaló Escobar, entre otros señores del narcotráfico, aún permanece en un pueblo que se encuentra aún en pleno proceso de paz.