"Tenemos que hablar". ¿Os suena esa frase? Sí, es la que cualquier pareja se diría en un momento de crisis, en un instante en el que es necesario acercar posturas para llegar a un punto en común, es una frase muy habitual que sí, ahora es más necesaria que nunca. Como imaginaréis, aquí no hemos venido a hablar de problemas conyugales, relaciones rotas o dramas amorosos, estas son unas líneas en las que reflexionar el grave problema que a día de hoy afecta a un país de una forma verdaderamente dramática. Y sí, lo que cualquier pareja se diría en una crisis amorosa podría ser fácilmente aplicable al conflicto catalán.
Muchos lo temían y tantos otros lo anticipaban: la jornada independentista del pasado 1 de octubre fue de todo menos tranquila. Ese día era sin duda clave para todos; el desafío soberanista llegaba a su punto máximo y es que el tan ansiado momento por muchos estaba a punto de llegar: votar para decidir el futuro de Cataluña. Pero todos sabían que ese no era ni mucho menos el final del recorrido, es más, el tramo del proceso más complicado y tenso iba a producirse tras estas votaciones. Y efectivamente, no nos equivocábamos.
Millones de catalanes pudieron pasar por las urnas y participar en un proceso de votación que pese a carecer de garantías para poder dar por válido un resultado y que desde su planteamiento era claramente ilegal movilizó a cientos de miles de catalanes que decidieron salir a las calles para decirle al mundo que necesitaban expresar lo que sienten. Lo que quizás no se esperaban es la dura situación que estaban a punto de encontrarse. Una situación fatal, que estalló por los aires y que no puede transmitirnos otra cosa que no sea rabia, impotencia y mucha pena.
¿No había otra forma de frenarlo todo?
Vimos una auténtica batalla campal en las calles de decenas de ciudades y pueblos de toda Cataluña. Una auténtica aberración a la democracia y a los derechos humanos. La violencia no está justificada absolutamente nunca, repito, nunca. ¿Alguien entiende que centenares de miembros de la Guardia Civil cargasen contra los ciudadanos? Las patadas, los golpes, los puñetazos y las pelotas de gomas volaron y fueron la nota predominante de una jornada fatídica para la historia de España y Cataluña.
Se vivieron verdaderos momentos de pánico en los que parecía que todo valía y no, eso es totalmente intolerable. También lo son los ataques a los agentes de la Guardia Civil, a los Mossos d'Esquadra o a la Policia Nacional, cualquier tipo de violencia física o verbal no puede ser permitida y en una jornada como esta, menos todavía. ¿No había otra forma de frenar las votaciones? ¿Era necesario generar un odio mutuo tan grande como para acabar a verdaderos golpes? No, no lo era. Pero parece que el 1 de octubre nadie atendía a razones y por eso la violencia acabó apoderándose de toda la comunidad.
Para alguien que vive alejado de su hogar, resulta muy duro ver esas imágenes. Pena, impotencia y dolor, eso es lo que transmitían unas duras instantáneas en las que las lágrimas y los gritos eran los verdaderos protagonistas. No señores, dejemos de luchar entre nosotros, dejemos de darle una imagen nefasta del país al resto del mundo y dialoguemos, respetémonos y sobre todo, mantengamos la calma. Es totalmente intolerable lo que sucedió en Barcelona. Haya referéndum o no, se introduzca una papeleta en una urna o no.
¿Cómo hemos llegado a este punto? Eso es lo que muchos se preguntarán. Pues bien, la nula capacidad política que existe en nuestro país es la respuesta. Si después de todo lo sucedido en Cataluña nadie ha querido tender una mano y abrir un diálogo común, antes, la situación tampoco difería mucho. Desde el Gobierno central nunca se gestionó el desafío soberanista de una forma inteligente que permitiese controlar la situación. De hecho, se ha hecho todo lo contrario, es un tema que siempre se ha querido obviar, en el que nadie ha querido mojarse y que ha quedado constantemente relegado a favor de otras cuestiones. ¿El resultado? El pueblo catalán ha estallado y sí, ahora es algo totalmente imposible de parar. Es necesaria una solución urgente.
Es el momento de hacer lo que nadie ha hecho hasta ahora: hablar, dialogar, hacer política. Sí, ahora hay que luchar por los derechos de cada pueblo, pero hacerlo de una forma pausada, racional y donde la política sea la nota predominante. Es totalmente lógico que parte de un pueblo no sienta que forma parte de él, pero, ¿No sería más sencillo preguntarles por qué? ¿No sería lógico mostrarles como no, España no odia a Cataluña como muchos intentan hacer creer? ¿No sería más sensato hablar, renegociarlo todo y llegar a un punto en común? Sí, lo sería.
Hablemos, hagamoslo ya, antes de que esta triste situación empeore. Antes de que la fractura sea mayor y la unión sea totalmente imposible de ejecutar. Seamos adultos, entendamos lo que está pasando y pongámosle solución. Sí, ustedes, la clase política, háganlo, por nosotros. Por qué sí, nosotros, ustedes, Cataluña, España... tenemos que hablar.