Las elecciones en Castilla y León abren un escenario con varias salidas. Irónicamente, los comicios que convocó Mañueco fueron, según los mentideros políticos, parte de la estrategia con la que el PP buscaba una cascada de victorias (en esta región, luego en Andalucía, previamente en Madrid) que desembocase en una gran victoria en la cita autonómica y local a nivel nacional.
La idea era clara: el PP vuelve a ser el principal partido de España, gana músculo a pasos agigantados frente a una izquierda debilitada y, al repetir el resultado de Isabel Díaz Ayuso en Madrid (el PP tiene más escaños que toda la izquierda), espanta la coalición con VOX, que además tiene que sumarse a la izquierda para derogar sus propuestas. Una mala carta de presentación para un partido con aires 'ejemplarizantes' en cuanto a los valores ultraconservadores se refiere. El resultado final era, a ojos de los populares, llevar finalmente a Pablo Casado a La Moncloa.
Pero las cosas no pintan tan claras en función de los sondeos. Bien es cierto que, con excepción del CIS, la mayoría de proyecciones siguen dando un gobierno de PP y VOX (ya sea en coalición o con apoyo parlamentario, pero VOX ya ha aprendido de Madrid o Andalucía y exigirán su entrada en el Gobierno si superan los diez escaños) como la opción más válida. El promedio de las encuestas apuntan a un gobierno de PP y VOX y sitúan como poco factible un gobierno de las izquierdas, aunque nada es imposible.
La campaña se está haciendo larga para el PP y corta para VOX, izquierda y plataformas territoriales. Los casos de corrupción que continúan aflorando sobre la gestión de la Junta se han unido a la aprobación de medidas con gran apoyo popular, como la reforma laboral o el aumento de la indemnización por despido. De aquello de las macrogranjas, que según el PSOE fue el regalo de diez días de campaña para sus rivales, cada día se acuerda menos gente. Quien coloca el marco de debate, generalmente, se convierte en el ganador de las elecciones (¿Comunismo o libertad?).
Meter a VOX en el Gobierno supone algo muy peligroso que no gusta en el PP. Una escena que los populares intentan evitar a toda costa (han llegado a filtrar que preferirían perder gobiernos a cohabitar con la ultraderecha), algo que probablemente dure hasta el día después de las elecciones. Por su parte, líderes como Juanma Moreno creen que sería el peor espejo para el partido.
La presencia de VOX derechiza las políticas de los Ejecutivos populares y, también, impide acaparar muchos nichos de votos que se consideran fundamentales para convertirse en el gran partido hegemónico del país. Los discursos de la ultraderecha alejan de las políticas conservadoras al voto femenino, migrante (especialmente de gran parte de Latinoamerica, más proclive a votar a la derecha) o de colectivos como el LGTBI, que en épocas pretéritas se intentaba atraer con personalidades como Cristina Cifuentes. Y no solo eso: facilita el mayor temor que genera la ultraderecha, una masiva movilización en la toda izquierda, donde habrá un mayor número de electores con motivos para salir a las urnas. La escena que siempre temen los conservadores.
Poco probable, pero... ¿Y si finalmente gobierna la izquierda?
Un gobierno de izquierdas en Castilla y León sería una catástrofe para Génova. Primero, pero no menos importante, porque el líder andaluz, Juanma Moreno Bonilla, reticente a nuevas convocatorias, se atrincheraría hasta que la legislatura finalizase, punto que también da mayor peso al PSOE-A para continuar con su renovación. Algo que quizás añade más incógnitas sobre el futuro de estos comicios.
Pero el verdadero problema se generaría en Madrid. Mientras que Isabel Díaz Ayuso es alabada en las encuestas como líder nacional por encima de Casado, mientras que ella exhibe músculo con su gestión y presencia parlamentaria; sería aún más palpable que el votante eligió su figura y no el atractivo de unas siglas políticas.
Ayuso, considerada como una 'rockstar' en cuanto a su imagen pública, contrasta con Pablo Casado, que mantiene una imagen ciertamente gris e incapaz de reforzar la base electoral del partido (Mañueco incidió en campaña en que la líder madrileña participase en los mítines). Dicha hipotética derrota abriría posiblemente una gran brecha en el organigrama de poder del PP.
Quién sabe si rodarían cabezas, pero lo cierto es que algunos nombres, como el del secretario general Teodoro García Egea, están sobre la picota desde hace tiempo. Nadie quiere vivir una nueva guerra como la que sufrieron en sus carnes Rajoy y Esperanza Aguirre, menos con un partido que compite con el PP a su derecha. Pero lo cierto es que la victoria de Ayuso provocó un cambio de ciclo temporal de tendencia conservadora y su capacidad para absorber parte del discurso de VOX son puntos a favor entre sus acólitos de los que, quizás, adolece Casado.
Con este hipotético resultado en Castilla y León se podría abrir un daño a las siglas del PP y reforzar la posibilidad que tiene Isabel Díaz Ayuso como candidata 'per se'. Siendo del PP pero sin depender exclusivamente de las siglas de una formación considerada ahora prácticamente homogénea en el espacio liberal-conservador.
Todo queda abierto en esta comunidad autónoma. El PP puso demasiado altas las expectativas en relación al resultado que esperaba conseguir y ahora adolece de que un resultado digno pueda ser interpretado como un fallo a sus expectativas.