"Oops, ¡cómo huele!". El legendario anuncio de nuestra infancia millenial es la representación menos escatológica de aquello que produce nuestro cuerpo y que nos provoca más repugnancia: las heces. Sin duda, a muy poca gente (esperemos que muy poca gente) se le ocurriría algo distinto a tirar de la cadena del WC cuando hace 'aguas mayores'.
Sin embargo, el último descubrimiento científico del momento promete cambiar nuestra perspectiva sobre los deshechos: ¡ya podemos construir nuestra propia casa a base de mierda! Los responsables son los biosólidos. Y sí, van a dar de qué hablar.
En concreto, este tipo de material se forma a partir de residuos desinfectados que se obtienen de las aguas fecales. Lleno de nutrientes, ahora han conseguido construir sólidos ladrillos que bien podrían abaratar los costes a la hora de levantar cualquier tipo de edificio.
Esa sustancia, de aspecto arenoso, ha sido utilizada en repetidas ocasiones en la agricultura. Sin embargo, este último descubrimiento es toda una revolución, tal y como confiesa Abbas Moharejani, un ingeniero civil de la Universidad Instituto Real de Tecnología de Melbourne, en declaraciones a The New York Times.
El proceso es sencillo: el equipo de investigadores ha recolectado durante cinco años una buena cantidad de biosólidos de dos plantas de tratamientos de aguas residuales en Melbourne. Después, los mezclaron con tierra, en distintas proporciones y consiguieron fabricar ladrillos híbridos. Tras este paso, los hornearon durante diez horas a casi 1.000 grados Celsius, los enfriaron y terminaron haciendo pruebas comparativas con ladrillos normales. Y fue un éxito.
Este avance, a ojos del consumidor final, no debería ser perceptible: "Los ladrillos hechos con biosólidos se ven igual que los de arcilla horneada, huelen a lo mismo y tienen propiedades físicas y mecánicas similares", explica Abbas.
Reducción de gases contaminantes, mejor capacidad de aislamiento y solución a problemas de recursos
Este abaratamiento de los costes también se une a otra serie de beneficios, entre los que se encuentra un ahorro de espacio y energía, así como la reducción de emisiones en gases contaminantes.
Pero, sin duda, la mayor ventaja se encuentra en la racionalización de recursos. Sin duda, los seres humanos generamos una gran cantidad de desperdicios que terminan en las aguas residuales que se vierten al mar o los ríos. En este caso, podría servir para construir bienes y sin falta de recursos: solo en la ciudad de Nueva York se producen a diario 1.200 toneladas.
Pero hay más. La cantidad que actualmente no termina siendo utilizada para agricultura (entre un 30% y un 50%, según la temporada), también termina siendo incinerada. Este proceso nuevamente daña nuestro entorno, ya que enviamos una buena cantidad de gases con efecto invernadero, entre ellos el dióxido de carbono. Por otro lado, la fabricación tradicional de ladrillos genera un importante coste de energía que también se estaría ahorrando con esta nueva técnica.
Aún hay más. Como los ladrillos fabricados con esta técnica no tienen grandes capacidades de conducción térmica, el calor suele atravesar con mayor lentitud. Con ello, conseguiríamos ahorrar dinero en calefacción o aire acondicionado, ya que la casa se encuentra mucho más aislada de las inclemencias metereológicas que el resto de construcciones realizadas con ladrillos tradicionales.
Colillas de cigarrillos
La experimentación con heces no ha sido la única labor de Abbas. También ha realizado experimentos con colillas de cigarrillos, que servirían para reconvertir otro tipo de deshechos en nuevos materiales y, con ello, conseguir aprovechar al máximo todos los recursos que empleamos.
Este tipo de experimentaciones pueden ser muy beneficiosas, según reconoce el equipo que ha trabajado en este proyecto que publica la revista Buildings. En el texto señalan, entre otras cosas, que al incorporar solo un 15% de los biosólidos en los ladrillos fabricados a lo largo de todo el mundo podría eliminar prácticamente la totalidad de todos los residuos aprovechables y a los que ahora no otorgamos ninguna utilidad.
En proceso de desarrollo
A pesar de que la idea promete muchos beneficios, aún hay un escollo con el que los investigadores se encuentran luchando: los ladrillos tienen menor solidez que los tradicionales. Un punto, sin duda, básico para realizar construcciones duraderas y de calidad.
Por otro lado, la construcción a gran escala de estos ladrillos, un paso fundamental para obtener los beneficios necesarios para el medio ambiente, requiere de condiciones específicas que ahora no se cumplen. Entre otras, que la producción se encuentre cerca de las plantas de tratamiento de aguas residuales y reservas de biosólidos, aquellos que se almacenan con la esperanza de encontrar un uso futuro.
Son condiciones fundamentales que se unirán al desarrollo de la solidez de los ladrillos. "De otro modo, no creo que puedan fabricarse a gran escala en un futuro próximo", se lamenta Abbas. Un paso necesario en un momento en el que nuestro planeta se acerca al punto de no retorno en el proceso de cambio climático.