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La carta completa que Alfonso Basterra envió al creador de la serie sobre el 'Caso Asunta'

Alfonso Basterra escribió a Ramón Campos, el creador de 'El caso Asunta' y productor de la serie de Netflix una carta 'sombría'.

La carta completa que Alfonso Basterra envió al creador de la serie sobre el 'Caso Asunta'

El 26 de abril, Netflix estrenó 'El caso Asunta', serie que explora el trágico asesinato de una niña gallega que conmocionó al país.

La producción, creada por Ramón Campos, Jon de la Cuesta, Gema R. Neira y David Orea, está protagonizada por Candela Peña y Tristán Ulloa, quienes interpretan a los principales sospechosos del crimen, Rosario Porto y Alfonso Basterra.

En el cierre del tercer capítulo de 'Lo que la verdad esconde', otra producción de Campos, se leyó una carta escrita por Basterra donde revelaba sus planes tras salir de la cárcel.

Desde el comienzo del juicio, el caso estuvo rodeado de numerosos detalles escabrosos que llamaron la atención del público y la prensa. La pareja, una vez entre rejas, comenzó a enviarse cartas a mano donde, aunque no daban muchos detalles sobre el caso, sí que daban una idea sobre la deteriorada relación familiar.

En una de estas cartas, que salió a la luz gracias a una filtración a Antena 3 en junio de 2015, Alfonso Basterra expresaba su dolor y, con un tono cargado de desesperación, escribía: "Jamás podré perdonar a quien me la arrebató, a quien le privó de la posibilidad de crecer, de llegar a ser una mujer de un futuro profesional llamado al éxito".

Alfonso también utilizó su carta para lanzar acusaciones contra las autoridades judiciales, a quienes describió como incompetentes por no haber encontrado pruebas concluyentes de su culpabilidad y por haberlo encarcelado injustamente.

"No han hallado una sola prueba que me incrimine, les impide reconocer su error", se lamentó en la carta, añadiendo que su mayor rencor no era por la prisión en sí, sino por las acusaciones de haberle hecho daño a Asunta.

Carta completa de Alfonso Basterra

"Estimado señor Campos,

En cartas anteriores le he transmitido la rabia y la ira que lleva destrozándome y devorándome desde hace tres años. Rabia e ira hacia el juez instructor, hacia el fiscal, los abogados de la acusación particular, los medios de comunicación y, muy particularmente, hacia la persona que acabó con la vida de mi niña.

Pero estos sentimientos me llevarían indefectiblemente hacia la locura y la autodestrucción, y eso es algo que no puedo ni debo tolerar, porque abandonaría la esencia de mi yo, del que algo aún queda y acabaría derrotado por fuerzas ajenas a mí.

De modo que tras mucho pensar, he entendido que el perdón es mi camino. La única forma posible de mantenerme en mi camino y sortear este gran reto que el destino me ha puesto.

Puede que no se lo crea, pero después de muchas horas de meditación considero que este nuevo rumbo es, además del acertado, el definitivo. No puedo volver a caer en episodios de cólera como los que he vivido. Es más, he llegado a la convicción de que todos ellos actuaron bajo un signo profesional del que estaban convencidos y con arreglo a la más pura de las éticas. Equivocados totalmente, pero sin saltarse la ley y sin ánimo alguno de condenar por condenar.

Se sorprenderá, pero cuando dentro de seis años, como mínimo, tenga el tercer grado en lugar de asesinar a los citados, como en tantas ocasiones imaginé, lo que realmente deseo es sentarme en una cafetería con ellos y debatir, si lo desean, lo que fue aquel juicio.

Pero lo que nunca haré será exigirles perdón, todo lo contrario, seré yo quién les ofrezca mis disculpas por tan terribles pensamientos surgidos de una locura inimaginable que no deseo a nadie. Y por la misma razón haré lo propio con el asesino o asesina de mi niña, porque ahora sí, estoy convencido de que su acción fue fruto de esa locura, ya que nadie en pleno uso de sus facultades mentales cometería una monstruosidad como esa.

Para terminar le haré una confesión: cuando recupere mi libertad, tengo el firme propósito de desaparecer, nadie volverá a saber de mí, ni tan siquiera Rosario Porto.

Solo tengo una razón para seguir con vida, que no es otra que volver a ser un hombre libre y reunirme con mi niña, nunca antes. De hecho ya tengo pensado el cómo y el dónde, tan solo me falta el cuándo, pero todo llega.

Mi verdadera condena no es la prisión, señor Campos, sino no haberla podido socorrer cuando más me necesitó. Eso es algo que nunca me podré perdonar. Así que cuando conozcan mi fallecimiento le ruego que descorche una botella de cava y brinde con los suyos, solo en ese momento comprenderá que he recuperado mi felicidad. Mi niña me necesita y yo a ella".

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