Sin duda, Pedro Sánchez se encuentra en el mejor momento de su etapa política. Las encuestas le auguran un buen resultado en las próximas elecciones del 28 de abril y puede colgarse la medalla de haber revitalizado a un Partido Socialista que sentía el aliento del 'sorpasso' de Podemos prácticamente un año atrás.
No podemos dejar de lado que el principal revulsivo llegó con la moción de censura y que Sánchez, con el aire heroico que mantiene tras su inesperada victoria al aparato, ahora puede presumir de que jamás se equivocó: el apoyo de los independentistas a su candidatura no le ha pasado factura.
Con el 'debategate' como última polémica, el 'superviviente Sánchez' consigue sortear la larga lista de escándalos que han sacudido a su Gobierno, incluyendo ministras con másteres 'de tres al cuarto', ministros con problemas con Hacienda y una responsable de Justicia que hablaba con el emblema de la 'policía patriótica', el comisario Villarejo, de "fiestas de magistrados con jovencitas en Colombia".
Pero, en este auge de Sánchez... ¿Cuánto voto hay de convicción y cuánto de 'nariz tapada'? ¿Qué porcentaje se atribuye al presidente y qué parte del éxito se debe al mal hacer de sus rivales políticos?
En este caso, podemos decir que parte de esa esperada victoria socialista se debe a la nefasta estrategia política que están ejecutando las tres derechas durante los últimos meses. Vamos a analizarlo en los siguientes puntos:
1 Polarizan demasiado en Pedro Sánchez
Los partidos del ala conservadora parecen no ser conscientes de que su bloque se está presentando completamente fragmentado. Por primera vez, la derecha de este país sufre la Ley d'Hondt y cómo la división del voto puede perjudicar especialmente en las provincias más despobladas, aquellas de la famosa 'España vaciada'.
El problema es sencillo. Mientras que el PSOE se erige como garante de voto frente al ala conservadora, los tres partidos de la derecha centran constantemente sus ataques en la figura de Pedro Sánchez. Nada de Pablo Iglesias. El enemigo a ultranza es Pedro Sánchez.
Ese personalismo en la campaña, sin duda, es un error y ya se intentó evitar con la antigua dirección cuando, en vez de centrarse en la figura de Sánchez, se hablaba de 'Gobierno Frankestein' para diversificar los ataques. Para hablar de este error también podemos coger como ejemplo todo lo sucedido en las elecciones municipales en Madrid de 2015, donde una histórica dirigente del PP, Esperanza Aguirre, perdió un feudo de su partido, aquel en el que lograba resultados inéditos, frente a Manuela Carmena. Durante meses, Aguirre se dedicó a lanzar todo tipo de improperios contra la líder de Ahora Madrid y ninguneó a PSOE y Ciudadanos, frente a las recomendaciones que recibía desde la entonces dirección de Génova.
Sánchez también parece ser consciente de ello. Por eso se dedica a unir a los tres caballos del ala conservador bajo el mismo lazo para erigirse como principal valedor en contra de ellos. Nuevamente, Podemos queda al margen y todo el espacio se queda para el presidente.
En la derecha, VOX también tiene cierta constancia de lo que sucede, y alude discretamente al famoso "veleta naranja" y "derechita cobarde". Pero PP y Ciudadanos no se están esforzando en diversificar sus ataques y ningunear a la formación de Iglesias, sin duda, les está perjudicando.
2 Están regalando demasiado espacio electoral al PSOE
Si tenemos en cuenta que la mayoría de los españoles se sitúan ideológicamente entre un 4 y un 5 en una escala en la que el cero representa la extrema izquierda y el 10 la extrema derecha, parece que la estrategia de los tres partidos conservadores no es especialmente acertada.
No podemos olvidar que PP y Ciudadanos parecen dispuestos a comer espacio a la formación de Santiago Abascal. El problema, sin embargo, es evidente. Con estos giros de discurso, la gente prefiere al original frente a la fotocopia, como ya experimentó CiU en Cataluña y su debacle ante ERC en pleno auge del procés.
Pero el otro problema es aún más grande: las tres derechas cada vez ocupan menos porciones de la tarta ideológica y dejan demasiado espacio para que el PSOE crezca. Si sumamos esa fragmentación y la pérdida de atractivo, parece evidente que los socialistas pueden pescar ahora en caladeros anteriormente inimaginables, incluso en el centroderecha más moderado. De hecho, las tres derechas no dejan de caer desde que se fotografiaron juntas en la madrileña plaza de Colón.
Algunos miembros de la antigua etapa, como Cristina Cifuentes, habían conseguido precisamente lo contrario e incluso se disponían a obtener mayorías absolutas en estos comicios. Y Soraya Sáenz de Santamaría, a pesar de sus enemistades con la expresidenta madrileña, también era consciente de ello. Y no olvidemos a Alberto Ruiz Gallardón, con magnífica imagen cuando fue presidente de la Comunidad de Madrid y alcalde de la capital, conocido como "el progre del PP" y su brutal caída tras el giro ultraconservador que experimentó al alcanzar el Ministerio de Justicia. Todos ellos demostraron que un PP de centro gana. Y si no, que se lo digan al Aznar de 1996.
3 No se esfuerzan en destacar sus diferencias
En mitad de estos escoramientos, cuesta entender que los tres partidos conservadores tengan serios problemas para mostrar sus diferencias. El único que intenta hacerlo es Ciudadanos, con tibios acercamientos a los colectivos LGTBI, aunque sabe que empieza a tener dificultades en este área.
Ciudadanos, que se presenta como un partido de centro, ha llegado a vetar cualquier tipo de pacto, primero con el 'sanchismo' y después con prácticamente todo el PSOE. En Madrid, por ejemplo, no quieren ni oír hablar de acuerdos con Ángel Gabilondo, el único que supera el 5 en todas las encuestas de imagen y con un carácter especialmente moderado.
Los naranjas repiten por activa y por pasiva que quieren un gobierno con el PP (ya nadie repite el mantra "ni rojos ni azules") y en Génova no tienen problema en apelar a acuerdos con VOX. Para los populares no hay problema (uno de sus destacados miembros en Europa, el austriaco Sebastian Kurz, forma parte de un Ejecutivo de coalición con la extrema derecha), pero cuesta pensar que ALDE aceptará las posturas de Ciudadanos tras las amenazas reiteradas de expulsión. Una expulsión que, por cierto, supondría un retorno del PDeCAT y el fortalecimiento de la retórica independentista en Bruselas. ¿Cómo sentaría esa fotografía en los votantes potenciales de Rivera?
Dejando de lado estos encajes en la política europea, nadie puede obviar que un acuerdo a la andaluza podría salvar los muebles entre los naranjas, dejando al PP el sambenito de pactar con la ultraderecha. Pero... ¿alguien piensa que VOX no exigirá contraprestaciones a lo largo de la legislatura? ¿Que no querrá escenificar su posición determinante a la hora de sostener el Gobierno? Quizás, este tipo de acuerdo no sea lo más beneficioso para la imagen de Albert Rivera.
4 Muy pocas referencias a la corrupción o derechos sociales: el tema de Cataluña empieza a agotarse
A pesar de que el desafío catalán es el mayor quebradero de cabeza que ha enfrentado España durante el último período democrático, lo cierto es que en la mentalidad de los españoles empieza a surgir cierto síntoma de agotamiento.
Esto es un problema nuevamente para las tres derechas, que centran en exclusiva su discursos en los ejes Sánchez-Cataluña, a pesar de que el PP habla tibiamente de sus 'milagros económicos', VOX agita la bandera del miedo contra la inmigración y Ciudadanos no sabe exactamente a qué atenerse.
A pesar del buen rumbo de la economía, no podemos olvidar que España aún enfrenta una tasa estructural de paro excesivamente alta (actualmente un 14,1%, baja en nuestra historia, pero en niveles de alarma máxima para el resto de países de nuestro entorno).
Por otro lado, el empleo precario empieza a extenderse, con contratos temporales y mal remunerados. En este sentido se han ofrecido algunas medidas, como el contrato único de Ciudadanos y las manidas bonificaciones fiscales del ultraliberal gurú económico del PP Daniel Lacalle.
Pero, sin duda, el principal problema son los recortes que ellos mismos anuncian: Pablo Casado, con una bajada del salario mínimo, VOX con la derogación de todo el Estado del Bienestar, Ciudadanos, con ciertos tics hacia la privatización de las pensiones... Nuevamente, el PSOE se adjudica todas estas banderas en exclusiva.
5 Olvidan a minorías y colectivos
La derecha está perdiendo tajantemente múltiples colectivos: el LGTBI, el feminismo, los pensionistas... incluso los taxistas. Todo ello, sin duda, vuelve regalar el discurso al PSOE como principal garante de los derechos de las minorías.
El propio Pedro Sánchez ya ha escenificado esta circunstancia a la perfección en su apertura de campaña en Alicante: "No hay tres derechas, no hay matiz entre ellas, hay más siglas que ideas, más testosterona que neuronas. ¿Quién se estaba cuestionando cosas como el feminismo o los derechos de las personas LGTBI a estas alturas?", se preguntaba el presidente.
Todos estos temores, que se inflan por un discurso de VOX al que PP y Ciudadanos parecen no hacer frente, sin duda activan el voto de la izquierda. Y no hay que olvidar que el principal perjudicado es el bloque conservador, ya que el ala progresista guarda una fidelidad de voto muy inferior como se demostró en Andalucía.
Bonus El PP y su excesiva ruptura con el pasado
El PP de Pablo Casado ha vendido esta nueva etapa como un "regreso a los valores" del partido, en todo un anuncio de ruptura con todo lo que representó el marianismo y su posición más cercana a la democracia cristiana moderada, frente al liberal conservadurismo de Aguirre o Aznar.
El propio Aznar olvida que, cuando llevó al PP a ganar sus primeras elecciones en 1996, lo estaba haciendo con un partido dirigido al centro. Y que dentro de sus filas tuvo ciertos desencuentros con Manuel Fraga porque, precisamente, se le acusaba por lo mismo que hoy se señala a Mariano Rajoy.
Ahora, Casado ha perdido un PP que aglutine a un votante situado entre el centro y la extrema derecha y tiene serio riesgo de vivir una pinza entre Ciudadanos y VOX, que le están comiendo terreno por ambos flancos.
El presidente del PP, que se quema demasiado en sus exposiciones públicas (aprovecha poco a Teodoro García Egea, del mismo modo que ya hizo Felipe González con Alfonso Guerra, aunque ahora parece optar por Cayetana Álvarez de Toledo), también se ha enfrentado a toda la vieja guardia del partido y esto, a diferencia de Sánchez, no es bueno.
¿Por qué? Porque la opción de Casado pasa por abrazar a personas que están alejadas de la política desde hace años, personas que gobernaban con Rouco Varela abarrotando la plaza de Colón con manifestaciones antiabortistas y en contra del matrimonio igualitario.
Los propios cospedalistas, miembros de peso que apoyaron a Casado en las primarias, le reprochan ese abandono del centro y el alejamiento de personas con experiencia de Gobierno. Precisamente lo que le falta a PP y VOX. Hasta la propia Cospedal se siente traicionada por la forma en la que fue expulsada del partido (le han llegado a negar la presidencia de honor del PP castellanomanchego y el sucesor que ella misma eligió, Paco Núñez, asegura que hace 'borrón y cuenta nueva' a pesar de que reivindicó su 'legado' antes de la caída de la exsecretaria general).
Sin duda, las tres derechas llegan en una posición complicada a la recta final de campaña, con todas las encuestas negando la ansiada mayoría absoluta. Aunque, quién sabe, con un voto tan volátil y dos debates en una semana, todo podría cambiar. No sería la primera vez en la que la política española vive una situación de estas características.