Esta es la historia de Ismael Cervera. Ismael vivía junto con su madre y su hermana en un pequeño pueblo del corazón de Granada, Churriana de la Vega. Allí disfrutaba de una infancia feliz, como la que merece todo niño. Sin embargo, su cotidianidad infantil se tornó a los 12 años, cuando su hermana empezó a sufrir bullying en el colegio por parte de varios compañeros. El acoso culminó en una anorexia nerviosa. En este contexto, Ismael también empezó su propia lucha contra el bullying, un sufrimiento que relató el pasado viernes en el programa de radio 'La Linterna'.
La situación llevó a que la familia abandonara el lugar en el que se criaron, dejando atrás todo lo que allí habían construido. Se mudaron a otro pueblo y tuvieron que empezar desde cero, con nuevas personas y, también, con un nuevo colegio.
Parece que cuando te mudas a otro lado dejas tus problemas donde se originaron. Pero esta vez no fue el caso. La situación no mejoró, sino al contrario. "Cuando tenía 12 años me cambiaron de ciudad y de colegio en mitad de trimestre debido a que mi hermana desarrolló anorexia. En el nuevo colegio me hacían bullying, se reían de mí, me tiraban cosas, me ponían motes...", explicaba el chaval para un programa de COPE.
Para Ismael este nuevo comienzo fue, más bien, el principio del fin. Su nueva ciudad no era un lugar más seguro. Era el infierno. El instituto se convirtió en una cárcel en la que tuvo que hacer frente a situaciones insostenibles para cualquier persona, especialmente para un niño preadolescente bañado en miedos e inseguridades. "Todo empeoró cuando pasé al instituto, a primero de la ESO, donde la crueldad fue mayor. Me tiraban piedras, los insultos iban a mayor, había una connotación agresiva, a hacer daño".
Cada vez que estos niños le perseguían a casa, le quitaban la ropa o se reían de él, Ismael perdía el brillo de sus ojos y solo se reflejaba en ellos el pánico. Desarrolló tal terror a estas situaciones que le resultaba imposible volver a casa solo. "Una vez me quitaron las zapatillas y las tiraron por encima de una valla que me hicieron escalar para cogerlas, me hice heridas en los pies y en las piernas mientras todos se reían. No iba al baño porque tenía pánico", relataba en 'La Linterna'.
El casi punto final
Ismael sufrió todo esto en silencio, condenándose a sí mismo por no complicar aun más la situación de su casa, que ya estaba impregnada en un ambiente de tristeza por las continuas visitas de su hermana al hospital a causa de la anorexia.
Y llegó al punto en el que Ismael no podía vivir. No le dejaban vivir. Incluso él pensó que no quería seguir viviendo. El acoso le hizo tal grieta que le acabó rompiendo del todo por dentro. "Los insultos te comen el autoestima hasta tal punto que piensas que no vales nada para tus seres queridos. Llegué a un punto que no aguantaba más y pensé en quitarme la vida".
¿Cómo es posible que un niño pierda las ganas de vivir cuando aún ni ha empezado a hacerlo? ¿Cómo es posible que un niño llegue a pensar que merece más la pena no sufrir más que jugar otro rato? Es muy fuerte y muy doloroso ver que Ismael y, desgraciadamente, muchos más niños, desean quitarse del medio porque el bullying les impide avanzar, porque sus acosadores les empujan continuamente a un abismo sin retroceso. Sin tregua.
Ismael empezó una carta de suicidio que no terminó. Se dio la vuelta y dejó el precipicio atrás. Convirtió lo que iba a ser un punto y final en un nuevo capítulo en el que el miedo ya apenas tenía cabida y solo había espacio para la esperanza. Utilizó la carta como fuente de inspiración, como el fondo pozo y, para salir, se aferró a la mayor fuerte de fe que existe: una madre. Y a su pasión, la música. "Me agarré a dos cosas: la música, unas mínimas esperanzas puestas en mí, y me agarré a mi madre, a pensar que suficiente tenía ya como para que un hijo suyo se quitase la vida", comenta.
El papel de la música en su vida
Han pasado años hasta que Ismael ha tenido el coraje suficiente para coger al toro por los cuernos. Ahora tiene 21 años y, a raíz de ver varias noticias sobre bullying, empezó a componer 'Si hubiera hablado'. Con esta canción, Ismael quiso dar voz a su caso y al que sufren muchas personas.
Y lo ha conseguido, pero no ha sido tan fácil. Una vez terminó la canción, quiso difundirla a gran escala con el fin de que el mensaje llegara al mayor número de víctimas en su misma situación y, también, para concienciar a nivel general.
Para ello, decidió grabar un videoclip para subirlo a las redes sociales. Necesitaba un colegio como escenario, pues es ahí donde él sufrió su acoso y así quería ejemplificarlo. Sin embargo, se tropezó con un bache bastante preocupante: "Estuve buscando centros para hacer el videoclip, pero casi ninguno quería hablar de bullying y que ese problema esté ocurriendo en su centro".
Esta sorpresa, vergonzosa cuanto menos por parte de los centros, pues tratan de invisibilizar un problema que repercute en 1 de cada 4 niños en España con tal de guardar una buena imagen, no hizo que Ismael se rindiera. Tras buscar y buscar, el protagonista de nuestra historia consiguió la autorización del Instituto de Educación Secundaria Ángel Ganivet de Granada, que le abrió sus puertas para rodar. El centro se volcó totalmente con el proyecto.
Ismael ha conseguido su objetivo y hoy su videoclip ya es viral en todas las redes sociales. Cuenta con casi 40.000 reproducciones en Youtube y 2 millones en Tik Tok. "A día de hoy estoy muy contento, me dedico a hacer canciones sociales para ayudar al máximo número de personas posible. Me dedico a dar charlas en institutos de toda la provincia de Granada y me están llamando ya de Madrid o Barcelona, es mi sueño", dice emocionado.
"Si lo estás sufriendo y te da miedo contarlo, cuéntalo, a tu profesor, a tus padres, a tu hermano, a tus amigos, a quien sea. Porque contarlo te puede salvar la vida". Este es el consejo de Ismael. Su historia nos ha enseñado la importancia de comunicarnos. Es muy difícil salir de un pozo si no alzas la voz para que alguien te escuche y te tienda una cuerda. El silencio ahoga. Y pedir ayuda no es de débiles. Es de valientes.