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Política

El Brexit no tenía nada que ver con la Unión Europea: solo era racismo

Una semana después de que los británicos votasen abandonar la Unión Europea, el Reino Unido está sumido en un caos político, económico y social que ha acabado destapando la verdadera cara de la sociedad: ni siquiera era un problema de inmigración. Todo es racismo y xenofobia.

Redacción

30 Junio 2016 22:00

La película sobre el Brexit del Reino Unido es ya oficialmente tan densa que da para serie, y de varias temporadas. Parece que fue hace meses pero sólo ha pasado una semana desde que los británicos votasen en referendum salir de la Unión Europea.

Desde entonces, el Reino Unido está sumido en un impresionante caos político, que ha tapado el caos económico que a su vez ha tapado el grave problema social al que se enfrenta el país después de que el referendum decidiera quitarle la careta a la mayor parte de la ciudadanía británica.

"Hace que 'House of Cards' parezca los Teletubbies'"

La cita es del parlamentario Nigel Evans y resume perfectamente cómo ha sido la semana en el Reino Unido a nivel político. El viernes, tras conocerse la victoria del "Brexit", el primer ministro David Cameron presentaba su dimisión en diferido. Lo hacía en tono calmado. Su cara no era la de un hombre que pasará a la historia por el desastre en el que ha sumido a su país. Era más bien de alivio. Pase lo que pase se iba a su casa a vivir tranquilo.

Minutos más tarde aparecían en la sede del "Leave" el ex alcalde de Londres Boris Johnson y su compañero de campaña Michael Gove, Secretario de Estado de Justicia. Sus caras eran un poema. Acababan de ganar el referendum por el que habían peleado hasta sus últimas consecuencias y parecía que se les acababa de morir media familia. Lo primero que hicieron fue desdecirse de toda su campaña: lo de invocar el artículo 50, no corría prisa. Y al final esto del irse de la Unión Europea no era para tanto, que lo mismo si es mucho lío nos quedamos.

Boris Johnson haciendo campaña para el 'Brexit'
"Boris Johnson haciendo campaña para el 'Brexit'"

Ningún analista político oculta que las verdaderas intenciones de Boris Johnson era que ganara quedarse en la Unión Europea (al fin y al cabo el hombre había sido Alcalde de Londres, maldita sea), y utilizarlo a su favor para suceder a Cameron cómodamente dentro de 3 años. Pero la jugada le había salido mal. Con qué cara se presenta ahora a la sucesión de Cameron para luego pasar a la historia como el que invocó el artículo 50.

Johnson guarda entonces silencio hasta el domingo, cuando publica su habitual columna en The Telegraph. Ahí asegura que "se dice que los que votaron por abandonar la UE estaban principalmente guiados por ansiedad sobre la inmigración. No creo que fuera así" antes de defender un tratado de libre comercio con la UE.

Pero lo cierto es que Johnson se equivocaba completamente. Tras el pánico económico del primer día, el Brexit había pasado a ser casi exclusivamente analizado con un único término: inmigración. Inmigración es la palabra que más se empieza a escuchar en todos los medios de comunicación en un debate salpicado por ataques xenófobos en medio país.

Michael Gove junto a Boris Johnson
"Michael Gove junto a Boris Johnson"

Theresa May, Ministra del Interior que se había mostrado a favor de permanecer en la UE pero era euroescéptica convencida entra en campaña para suceder a Cameron con una palabra: inmigración. Asegura que hay que controlarla, como así empiezan a decir muchos políticos tories.

Este jueves, minutos antes de que terminara el plazo para presentar sus candidaturas al liderazgo del partido, el compañero de fatigas de Johnson, Michael Gove, anuncia formalmente que se presenta. Lo hace después de llevar años asegurando que él no valdría para Primer Ministro. La histórica puñalada trapera a Boris Johnson deja al partido atónito. Minutos después, Johnson, que ya se sabe incapaz de ganar la nominación de sus compañeros de partido, anuncia que no se presentará al liderazgo Tory y, de paso, anuncia el final de facto de su carrera política. Esa que hace sólo una semana parecía que iba a despegar.

Todo el mundo odia a Jeremy Corbyn

"Mal de muchos, consuelo de tontos" estaban pensando entre tanto en el partido conservador al ver que, si ellos estaban mal, los laboristas andaban peor. Jeremy Corbyn estaba públicamente a favor de permanecer en la UE, pero dicen las malas lenguas que Corbyn, euroescéptico en la intimidad, casi que se llevó una alegría el viernes.

El sábado, con cara de desconcierto, Corbyn da un primer discurso en el que dice haber entendido el mensaje del pueblo británico y apenas menciona el Brexit. Pero si hay una palabra que destaca es el nuevo comodín que empieza a instalarse en la sociedad británica: inmigración.

Jeremy Corbyn
"Jeremy Corbyn"

Corbyn asegura haber entendido el mensaje de la población: hay que controlar la inmigración. Un discurso más propio de la derecha que de la izquierda a la que representa. Pero los resultados del referendum parecen darle la razón.

En las próximas 24 horas tras su discurso le dimite casi la totalidad de su equipo y el lunes el 80% de sus parlamentarios le retiran su apoyo en la cámara. Corbyn se mantiene desafiante mientras que varios medios progresistas intentan forzar su derribo. No hay forma, en parte, porque el laborismo parece consciente que no podrá hacer nada en las próximas elecciones con Corbyn pero a su vez no parece saber cuál es la alternativa a este problema.

Y, para rematar, Corbyn se va de la lengua en un discurso en el que parece comparar a Israel con ISIS en la escalada de estupideces políticas en la que el Reino Unido está sumido.

Repite conmigo: R-A-C-I-S-M-O

Una cosa está clara. El debate del Brexit ha girado completamente hacia la inmigración en el Reino Unido. Ya nadie parece acordarse del mercado único, el apocalipsis económico en el que de verdad están sumidos o las absurdas leyes europeas sobre las teteras. El problema es ahora controlar las fronteras de "aquellos que vienen a quitarnos el trabajo".

Y, sorpresa, poco o nada tiene esto que ver con la Unión Europea. Sí, Europa pide libre circulación dentro de la UE de personas y servicios para tener el de bienes y capitales. Pero a los británicos no les preocupan esos parisinos que cada día cogen el Eurostar para ir a negociar a la City. Ni siquiera las hordas de españoles que con la excusa de aprender inglés acaban fregando platos rodeados de más españoles con los que no hablan una gota de la lengua de Shakespeare.

Una manifestación anti xenofobia en Londres
"Una manifestación anti xenofobia en Londres"

El problema son los oscuros. Los que físicamente no se parecen al inglés tipo. Lo que parecen musulmanes, paquistaníes o africanos aunque hayan nacido en UK y lleven toda la viviendo allí. Y, noticia de última hora, esa inmigración no viene de la Unión Europea, no tiene nada que ver con la Unión Europea, también preocupa a la Unión Europea y seguirá existiendo en el Reino Unido siga siendo parte o no de la Unión Europea.

Cuesta mucho creer a los políticos británicos de izquierdas y derechas que condenan con vehemencia los ataques xenófobos para en la siguiente frase pedir un mayor control sobre la inmigración con puros fines electorales. El Reino Unido ha acabado sumido en una espiral de racismo y xenofobia, alentado camufladamente por una élite política que sabe que lo importante no es ahora salir o no de la Unión Europea, sino ganar las próximas elecciones, aunque sea a costa de dividir -aún más- un país que ha quedado terriblemente fracturado tras el referendum del viernes.

Pero como diría la ex miembro de UKIP Rozanne Duncan en el infame vídeo viral de hace unos meses: "Yo no soy para nada racista, sólo tengo un problema con los negros".

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